En lo que podría plantearse como una medida muy adelantada de sus futuras necesidades o al mismo tiempo un error de planificación, la Royal Australian Navy tiene intención de modernizar sus destructores clase Hobart cuando solo ha recibido el primero de los tres buques, estando el resto aún en construcción.
Esta decisión sin embargo se basa en planificaciones muy anteriores según las cuales la capacidad de defensa antiaérea de los destructores se deberá reforzar para dotarles de capacidad para luchar contra los misiles balísticos (Ballistic Missile Defence o BMD), con Corea del Norte y quizá China como principales amenazas.
El primero de los tres destructores, el Hobart, fue entregado formalmente en septiembre del año pasado y está pendiente aún de calificar sus sistemas. Concretamente durante ese año se desplazará hasta la costa Oeste de Estados Unidos para evaluar sus misiles antiaéreos SM-2 Block IIIB de medio alcance y los Evolved Seasparrow (ESSM) de corto alcance.
Sin embargo el Ministerio de Defensa australiano, lejos de olvidar la amenaza que pudieran suponer los misiles balísticos de largo alcance desarrollados por Corea, quiere incorporar a estos destructores la capacidad BMD mencionada, primero dotando de medios de detección a los buques y luego interceptores con los que abatir los misiles en su fase de reentrada a la atmósfera.
Esto solo puedo lograrlo incorporando misiles de mayor alcance como el SM-6 o el más capaz aun SM-3, de hecho el propio Ministerio de Defensa australiano incorporó en sus planes de 2009 y 2012 dichas capacidades contra amenazas emergentes.
Para poder operar estos misiles de largo alcance, el sistema de combate de los Hobart deberá incluir las últimas actualizaciones para incorporar capacidades BMD, concretamente la denominada Baseline 9.C1 que aún está en fase de instalación en los destructores DDG clase Arleirgh Burke estadounidenses. Se da la circunstancia por ejemplo de que los cuatro destructores desplazados a Rota aún no cuentan con esta mejora cuando han sido desplazados precisamente como componente naval del escudo contra misiles en Europa.
El Brisbane entrará en servicio previsiblemente en 2018 y el Sidney en 2020, de hecho ambos buques aún no están completados se plantea la posibilidad de incorporar esta capacidad antes de que se termine su construcción aunque lo más probable es que se aproveche su primera parada para mantenimiento para hacerlo que en el caso del Hobart será en 2019.
Las partidas presupuestarias se han determinado ya, habiéndose cuantificado entre 4.000 y 5.000 millones de dólares el coste de mejorar los sistemas de combate de los tres buques, tareas que según el Integrated Investment Plan (IIP) se realizarían entre 2017 y 2028. Quedarían aparte los costes de adquisición de los misiles, que en el caso de los SM-3 es realmente prohibitivo (según publicaciones recientes de la Defence Security Cooperation Agency o DSCA estadounidense, la adquisición de cuatro de estos misiles SM-3 Block IIA por parte de Japón tendría un coste de 133 millones de dólares).
El caso de la Armada Española
La Armada, que opera las fragatas de la clase F-100 “Álvaro de Bazán”, dotadas del sistema de combate Aegis como los destructores Hobart, ya ha podido comprobar en parte las capacidades BMD de su plataforma, a falta de disponer de medios de interceptación. Estas capacidades y los medios disponibles para realizar este tipo de misiones fueron analizadas en octubre del año pasado. Ya en 2015 una de estas fragatas, concretamente la F-102 “Juan de Borbón” participó en un ejercicio BMD tras recibir “temporalmente” equipos estadounidenses que le permitieron detectar y seguir misiles balísticos. (José Mª Navarro García)
Fotografías:
·El Hobart, el primero de los destructores AWD australianos (AWD Aliance)
·Primera interceptación de un misil balístico con el SM-3 Block IIA a cargo del destructor estadounidense John Paul Jones (DDG 53) en febrero del año pasado (US Navy)