Un día de vergüenza para la historia que esperemos quede como triste anécdota. Mientras que el Rey emérito Juan Carlos I, Dilma Roussef, Juan Manuel Santos, Rafael Correa, Ollanta Humala, Michel Bachelet, Tabaré Vázquez y otros representantes de administraciones de EEUU y Europa llegaban al país para presenciar la llegada al poder del nuevo presidente Mauricio Macri, el ahora ex ministro de Defensa Agustín Rossi suspendía la instauración del sistema aeroespacial de defensa que debía custodiar a dichos dignatarios.
El Jefe de Estado Mayor Conjunto es el responsable de presentarle al MINDEF la planificación del plan de control del espacio aéreo del sector donde se moverían los principales funcionarios extranjeros y de aquellos campos aéreos donde aterrizarían sus aeronaves. Entendamos que existen normas de la OACI –Organización de la Aviación Civil Internacional- muy claras que indican sobre la creación de una zona de no vuelo para aviones comerciales durante el lapso en que los jets de los dignatarios operan en dicha área. La normativa exige un aviso de cinco días de anticipación que de publicidad por medio de los famosos y habituales NOTAM a los aviadores sobre las limitaciones y restricciones a las operaciones aéreas que deben implementarse, nada de esto se cumplió y no fue activada ninguna acción de escolta, patrulla o mero sistema de protección para los funcionarios extranjeros. El establecimiento de un sector de defensa aeroespacial para garantizar la seguridad de las máquinas de los presidentes visitantes, implica la prohibición y limitación de los vuelos comerciales y también hoy día, de los populares drones que parecen estar sin un control efectivo.
Todo esto requiere de la implementación de un Decreto Secreto con las instrucciones con carácter efectivo conocidas como reglas de empeñamiento, que son simplemente el tipo de acciones que deben desarrollarse según el tipo de amenaza presente y que podría concluir con la interceptación o incluso el derribo del incursor no identificado.
Aclaremos que esta orgánica de zonas de vuelo prohibido y misiones de interceptación ya fue instaurada en otros momentos, como la Cumbre de las Américas de 2005 en la ciudad de Mar del Plata, la Cumbre de Presidentes de UNASUR en la ciudad patagónica de Bariloche, la XX Cumbre Iberoamericana de 2010, nuevamente en Mar del Plata o la Cumbre de Jefes de Estado del MERCOSUR en 2014.
Todas estas reuniones implicaron el establecimiento de sistemas de seguridad muy amplios, con la participación de Fuerzas Armadas y de Seguridad con elementos aéreos y sistemas de defensa antiaérea, la movilización de miles de efectivos y un virtual cerco a las ciudades donde se realizaban estos actos. En la presente ocasión las Fuerzas Armadas tomaron medidas de cautela, como la activación y puesta en alerta de helicópteros y grupos especiales -en forma discreta- ya que no fue activada la protección de los dignatarios en forma aérea, o sea que cualquier loco podría elevar un drone y poner el peligro a cualquier avión y provocar un accidente, o peor aún, realizar un atentado. Para colmo, la asunción del nuevo presidente en un ambiente ciertamente hostil motivo mayores inconexiones entre los que se iban, o huían… y los que llegaban.
Así, la Fuerza Aérea hizo lo que pudo con lo poco existente. Activo un cuarteto de IA-58 Pucara hacia la bonaerense base de El Palomar artillados, también por si eran necesarios para algún problema interno, recordando que la hostilidad de algunos grupos fanatizados de la saliente presidente habían amenazado con disturbios, lo mismo que se activaron unidades especiales y helicópteros, al igual que un dúo de Mirage IIIE, que se suponía habían salido de servicio días antes. Lo mismo ocurrió en la fuerza terrestre que preparo helicópteros artillados Bell UH-1H y fuerzas de Comandos por las dudas. Durante este día critico un vuelo meramente deportivo fue interceptado por máquinas de la FAA, que bloquearon a un simple Cessna cuyo piloto no estaba enterado de nada, aunque su viaje fue localizado y focalizado por uno de los nuevos radares 3D de dotación en la institución castrense y que provoco la alarma y la salida de un par de aeronaves.
Obviamente, se puede argumentar que la FAA no dispone de muchas aeronaves para hacer una custodia efectiva, aunque sí lo hizo en las reuniones antedichas, donde los sistemas aéreos, terrestre y de detección funcionaron correctamente. En estos actos se activó un sistema defensivo que incluyo el transporte naval de equipos, vehículos y efectivos en forma adecuada y eficiente. Algún desprevenido podría suponer que para la Agencia Federal de Inteligencia y los organismos colegas de investigación no había ningún peligro para los dignatarios, o podríamos pensar también que nadie tomo la decisión de activar la defensa aeroespacial porque estaban más ocupados en abandonar sus escritorios en el MINDEF como lo hecho, casi a huidas y dejando cajones vacíos y oficinas desoladas.
El instrumento legal nuca llego a la Presidente saliente, pero en funciones en ese momento, por lo que no activó el sistema de defensa, tampoco la ANAC –Administración Nacional de la Aviación Civil- se dio por enterada y ninguna modificación salió a la luz, solo las molestias causadas a pilotos y pasajeros ya que la FAA debió tomar algunas precauciones Per se y que provocaron atrasos en las operaciones aéreas. Para colmo, algunos presidentes tuvieron que orbitar en vuelo sobre el aeropuerto de la capital puesto que no había ningún funcionario de protocolo dispuesto para esperar el arribo de semejantes figuras políticas, a este grado llego la administración saliente, en franco escape. El mismo Rey Juan Carlos I fue recibido por un humilde oficial de la Fuerza Aérea, de guardia… obviamente el hecho fue obviado por el proverbial don de gentes de su Majestad, que tras orbitar casi una hora sobre la pista pudo aterrizar y trasladarse al acto para el cual había sido invitado. Por suerte, no pasó nada y podemos dejar esto como una anécdota triste que pasará al olvido en poco tiempo, pero que nos muestra como la injerencia política en malas manos puede causar un desastre o como mínimo, un día de vergüenza.
Luis Piñeiro, corresponsal de Grupo Edefa en Argentina
Fotografías: Hernán Casciani