El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, continuará la política de su predecesor de exclusión de Turquía del programa internacional del avión de combate de última generación F-35 Joint Strike Fighter, indicó el 5 de febrero el nuevo portavoz del Pentágono, el contraalmirante (retirado) John Kirby.
El Pentágono expulsó a Turquía, un aliado de la OTAN, de la coalición del F-35 porque compró el sistema de defensa aérea S-400 a Rusia, una adquisición que, según Estados Unidos, pone en riesgo la información militar estadounidense. Estados Unidos concluyó que el caza de 5ª generación, que además utilizan sus principales aliados, no podía ser operado por un país dotado con un sistema de misiles tierra-aire ruso, cuya principal función es derribar los Lockheed Martin F-35. El riesgo de que los turcos volcasen los datos del avión de combate en el sistema del S-400, y que estos datos pudiesen llegar al fabricante, lo que darían una ventaja a Rusia, que anularía la “superioridad” de un programa aeronáutico en el que los países occidentales han invertido miles de millones de dólares.
Ese argumento se mantiene incluso cuando la nueva administración toma las riendas. “Nuestra posición no ha cambiado”, ha dicho Kirby en una rueda de prensa dada en el Pentágono, que añadió, “El S-400 es incompatible con el F-35 y Turquía ha sido suspendida de ese programa”.
Estados Unidos insta nuevamente a Ankara a no quedarse con el S-400, un sistema antiaéreo de largo alcance que comenzó a recibir en 2019. En su lugar, Turquía debería invertir en el sistema de misiles de defensa aérea Patriot, de fabricación estadounidense, anunció. “Turquía ha tenido múltiples oportunidades en la última década para comprar el sistema de defensa Patriot de Estados Unidos y en su lugar eligió comprar el S-400, que proporciona a Rusia ingresos, acceso e influencia”, añadió Kirby.
En este sentido en 2018, Turquía recibió el visto bueno de Washington para adquirir el sistema Raytheon MIM-104 Patriot. Aunque, todo sea dicho, la capacidad de defensa de los Patriot se la otorga a Ankara el Gobierno de España, desde 2015, en lo que en principio era una misión de solidaridad de la OTAN, de la que se retiraron ante el giro islamista, invasión de Siria y el acercamiento hacia Rusia, la mayoría de los socios de la Alianza.
Volviendo a Estados Unidos, su fuerza aérea o USAF (United States Air Force) compró los ocho F-35A construidos inicialmente para Turquía que nunca se entregaron, en virtud de un contrato de 861,7 millones de dólares. El país ya había hecho el pedido cuando fue expulsado, y está siendo eliminado progresivamente de la cadena de suministro de piezas del F-35, proceso que todavía durará dos años, para no afectar a la cadena de producción del caza, en Fort Worth (Texas).
En diciembre, Estados Unidos sancionó a Turquía por su adopción del S-400 de acuerdo con la ley federal, aunque la administración de Trump se abstuvo de hacerlo durante más de un año. La Ley de Autorización de la Defensa Nacional norteamericana para 2021 ordenó además que el gobierno impusiera al menos cinco sanciones a Turquía, tal y como exige la Ley para contrarrestar a los Adversarios de Estados Unidos a través de Sanciones o CAATSA (Countering America's Adversaries Through Sanctions Act) de 2017, en un plazo de 30 días desde su promulgación el 1 de enero.
El Presidente Biden podría poner fin a esas sanciones si certifica ante el Congreso que Turquía y “cualquier persona que actúe en su nombre” ya no posee el S-400 o una versión más reciente, que ciudadanos rusos o sus contratistas están operando o manteniendo sistemas de defensa aérea en Turquía, y que Estados Unidos ha recibido “garantías fiables” de Ankara de que no volverá a incumplir la CAATSA.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Turquía dijo el año pasado que quería que Estados Unidos manejara la disputa “a través del diálogo y la diplomacia”, y no de las sanciones. (Julio Maíz Sanz)
Fotografía: Primer vuelo de un F-35 turco en 2018, aunque se entregaron al cliente, nunca abandonaron Estados Unidos. (foto Lockheed Martin)