Cooperación en la Antártida, ¿hasta cuándo?
Revista Defensa nº 2, 1978, Arturo Pérez Reverte
Admin, 14 de octubre de 2016
El «Blizzard», la temible ventisca antártida, aúlla con fuerza, a 150 kilómetros por hora. La tempestad sorda, que en este continente blanco se desencadena sin truenos ni relámpagos, levanta remolinos de nieve endurecida. Cielo y tierra —cielo e hielo— se funden en una mancha gris sin contrastes que impide la visibilidad a más de cuatro metros. Estamos a treinta grados bajo cero, en la Antártida. En el paraje más frío, desolado y fantasmal del mundo, a escasas millas del Polo Sur. Aquí, para la aguja imantada de la brújula sólo existe el Norte.
En este mundo sobrecogedor, donde se encuentra el punto más frío de la tierra —88,3 grados bajo cero— no hay plantas, ni flores. Sólo el viento que sopla incansable, las tormentas de nieve, la larga noche antártica... Y sin embargo, desde hace algunas décadas el hombre vive y trabaja en este hostil rincón olvidado de la tierra. Diversos países mantienen aquí estaciones científicas o militares, mientras reivindican amplios espacios del Sexto Continente, inmensamente rico en recursos mineral es todavía no explotados.
Foto: Según lo estipulado en el Tratado Antártico, los países signatarios efectúan periódicas misiones de inspección en las bases para comprobar que en ellas no se registran actividades militares. Hasta la fecha, siete naciones han proclamado derechos de soberanía sobre porciones del que se anuncia rico «pastel» antártico: Argentina, Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda y Gran Bretaña. Tales pretensiones, a veces coincidentes sobre un mismo sector, crean una serie de problemas internacionales,...
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