El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, a lo largo de esta larga campaña ha tenido la ocasión de dirigir al menos tres discursos específicos sobre política exterior y de seguridad a auditorios muy seleccionados. Se podrá estar de acuerdo o no, pero los republicanos han llegado a controlar el legislativo, el ejecutivo y pronto el judicial, con un objetivo de profunda renovación del sistema de seguridad creado a partir de la II Guerra Mundial.
Lo primero que hay que señalar es que Estados Unidos no tiene previsto disminuir los compromisos militares con sus aliados y en ese sentido seguirá apostando por una Alianza Atlántica fortalecida. Sin embargo, Donald Trump tiene dos claros objetivos: exigirles un esfuerzo en defensa similar a Estados Unidos; y, sobre todo, un compromiso más decidido en el apoyo a los países europeos que se sienten amenazados y en la lucha contra el terrorismo global.
El presupuesto de Defensa de Estados Unidos ascenderá en 2016 a 600.000 millones de dólares, mientras que el de la Unión Europea tras el Brexit es de 150.000 millones de dólares. Mientras que nuestro hermano mayor dedica a la defensa un 3,3 por ciento de su PIB (Producto Interior Bruto), Europa asigna el 1,4. Las otras dos grandes potencias económicas occidentales están en unos niveles de defensa muy inferiores: Alemania el 1,2 y Japón el 1. Las Fuerzas Armadas norteamericanas constan de 1 millón de efectivos y de ellos unos 200.000 están desplazados fuera de sus fronteras, casi 100.000 en Europa, de manera que una ruptura militar con Estados Unidos nos dejaría a merced de todos los enemigos.
Para cualquier Gobierno en Estados Unidos es muy difícil explicar que sus habitantes no pueden gozar de la sanidad gratuita, de las pensiones públicas y los subsidios europeos, pero que tienen que hacer un gran esfuerzo por proporcionar seguridad a países que, cuando a veces son requeridos por Washington, miran para otro lado, como ocurrió en Irak. Hoy en día, Estados Unidos no percibe a Rusia como una amenaza a la democracia o a su territorio, de manera que hay un sentimiento muy diferente sobre la seguridad en Europa. No puede erigirse en el defensor de Ucrania, Polonia o los países bálticos frente a Rusia, cuando los verdaderamente amenazados incumplen el embargo y siguen comprando el gas ruso y apenas hacen algo más que gestos políticos, que a veces encienden más los ánimos que apaciguarlos.
Trump debe ser un despertador para Europa. La izquierda, que durante años ha ambicionado una política de defensa más autónoma, tiene una gran oportunidad, ya que Trump ha sido muy claro: “No vamos a ser los gendarmes del mundo”. A diferencia de Obama, no tiene aspiraciones planetarias. Le importa bien poco el sufrimiento en otros países o las amenazas o ataques que parezcan en su seguridad. Sólo si en dicha amenaza se incluye a la población norteamericana, entonces seguro que pondrá toda la carne en el asador.
De entrada, ya hay claros vencedores con la victoria de Trump. Asad, es el primero: Estados Unidos va a dejar las manos libres a Rusia y al Gobierno sirio para terminar con el Daesh y los rebeldes. Putin es un ganador evidente, pues encontrará en Trump un dialogo más abierto y transparente y una disposición a repartirse las áreas de influencia, con tal de evitar que sea un nuevo presidente que decida enviar más tropas norteamericanas a defender a grupos o países no democráticos y que recelan del apoyo de Estados Unidos.
Putin sabe que no puede amenazar a Estados Unidos, pero es consciente de las tremendas ventajas que encontrará en Trump para continuar su política expansionista en Europa. Con él, el Viejo Continente está más amenazado y debilitado. Reino Unido y Estados Unidos constituirán un eje militar cinco veces más poderoso que la UE en términos de defensa. Para los norteamericanos republicanos, Europa acaba en la frontera polaca, de manera que si Rusia pretende controlar sus ex territorios de influencia, tendrá mucha más libertad. Pero tampoco debe confiarse Putin, porque el orgullo norteamericano no va a permitir que se cuestione el liderazgo mundia y ahí el premier ruso deberá moverse con inteligencia para sacar partido.
Las primeras declaraciones de los líderes europeos han sido chuscas y poco inteligentes. Es necesario comprender que llevamos muchos años exigiendo un cambio en la posición de Europa frente a su defensa y que en Estados Unidos esta teoría ya estaba ampliamente asentada durante los años ochenta. La diferencia es que entonces había una guerra fría entre las dos potencias y ahora solo hay intereses regionales. Rusia no pretende imponer su modelo al mundo, solo proporcionar mayor seguridad y un espacio vital. Es decir, volvemos al mundo anterior a 1945.
Si la reacción es negar las amenazas; continuar con su política de inseguridad y criticar a las decisiones aislacionistas de Estados Unidos, sólo habrá un perdedor claro, Europa, de manera que nos toca de manera urgente hacer los deberes para evitar una ruptura del eje transatlántico. La Unión Europea debe situar su gasto militar en el 2 por ciento del PIB en apenas 4 años y, sobre todo, Alemania, Italia y España deben alcanzar ese nivel, ya que junto a Francia constituyen el eje vertebral de la seguridad europea. Europa con un mayor gasto en defensa también podrá poner sobre la mesa otros intereses frente a Washington, porque en el fondo, y por mucho que diga Trump, la seguridad de Estados Unidos se defiende fuera de sus fronteras y si los europeos nos hacemos más fuertes, más autónomos y optamos por una política de seguridad a la europea, el principal perjudicado será Estados Unidos. Para los europeos ha llegado el momento, ahora o nunca.
Enrique Navarro
Presidente MQGloNet