En una aguda escalada diplomática, tanto Argelia como Malí cerraron mutuamente su espacio aéreo, la decisión se tomaba tras el derribo por parte de las fuerzas argelinas de un dron maliense cerca de la frontera común, sobre cuya ubicación y circunstancias ambas partes ofrecieron versiones completamente contradictorias (Argelia afirma que violó su espacio aéreo y fue derribado dentro de él mientras que Malí sostiene que fue derribado dentro de su territorio).
Argelia justificó su medida por "violaciones repetidas" de su espacio aéreo, mientras que Malí respondió cerrando su espacio aéreo y acusando a Argelia de "patrocinar el terrorismo internacional", afirmando que derribó el dron para proteger a un líder del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM). La crisis llevó a la llamada a consultas de embajadores entre Argelia y los países de la Alianza de los Estados del Sahel (Malí Níger Burkina Faso) causando perturbaciones en el tráfico aéreo regional e internacional y amenazando proyectos económicos regionales.
El incidente del derribo del dron y el cierre mutuo del espacio aéreo entre Argelia y Malí son más que una simple disputa fronteriza, representan un peligroso punto de inflexión en las ya deterioradas relaciones entre Argelia y sus vecinos del sur agrupados en la "Alianza de los Estados del Sahel" (Malí Níger Burkina Faso), la crisis refleja una creciente lucha por la influencia regional, donde los nuevos regímenes militares en los países del Sahel perciben que el papel tradicional de Argelia como mediador y potencia regional dominante entra en conflicto con sus nuevas orientaciones soberanistas, especialmente con su creciente acercamiento a otros actores internacionales, como Rusia.
Las versiones contradictorias sobre el incidente del dron demuestran la profunda desconfianza entre ambas partes. La acusación de Malí (respaldada por sus aliados) contra Argelia de apoyar el terrorismo es una escalada sin precedentes destinada a socavar el papel regional de Argelia y aislarla diplomáticamente, esta crisis pone claramente de manifiesto un cambio en los equilibrios geopolíticos en la región del Sahel y el Sáhara y afecta directamente a los esfuerzos conjuntos de lucha contra el terrorismo y la cooperación económica en particular los proyectos energéticos estratégicos que dependen de la estabilidad regional.
A corto plazo se espera que continúen la ruptura diplomática y el cierre del espacio aéreo lo que aumentará la dificultad y el costo de los viajes aéreos a través de la región y podría obstaculizar proyectos económicos existentes o planificados como el gasoducto Transahariano. Podrían surgir esfuerzos de mediación de actores regionales (como la Unión Africana) o internacionales pero las profundas divisiones y las acusaciones mutuas hacen que una reconciliación rápida sea difícil de alcanzar.
A medio plazo esta crisis podría consolidar la división entre Argelia y el bloque de los Estados del Sahel, lo que podría empujar a ambas partes a buscar alianzas alternativas y reconfigurar el mapa de la cooperación en materia de seguridad regional lo que podría afectar negativamente a la coordinación en la lucha contra los grupos terroristas activos en la zona, Persiste el riesgo de escaramuzas fronterizas o incidentes similares lo que requiere una vigilancia prudente aunque la probabilidad de un conflicto militar a gran escala parece baja por el momento. (Alex Ribeiro)
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