La aplicación del motor a los transportes, bien sea de vapor o de explosión, no es una cosa moderna en los Ejércitos españoles, como no lo ha sido en los de ninguna gran nación; otra cosa es que nuestra memoria colectiva haya hecho Ia justicia merecida a nuestros antepasados.
En el filo del cambio de siglo
EI del ingeniero civil D. Antonio Serrallach fue primer vehículo movido por motor español del que tenemos noticia; esta locomotora caminera, o locomóvil, que así se llamaban los carruajes dotados de una caldera de vapor a modo de motor, fue construida en los Talleres Vulcano de Barcelona en 1857. Poco después, en 1861, otro ingeniero industrial, D. Pedro Rivero, construyó en Valladolid su locomóvil “Castilla”, con Ia que realizó un viaje desde Ias riberas del Duero a Madrid.
Pero, como constante universal en nuestros Ejércitos, Ias primeras locomotoras camineras empleadas por ellos no serían españolas; dada Ia poca industrialización de Ia España de entonces estos “avances tecnológicos” deberían haber contado con el apoyo estatal para su desarrollo, pero, al no ser así, hubo que ir a Ia importación, cerrando así el paso a Ia producción nacional. Era Ia antigua escenificación de Ia pescadilla que se muerde Ia cola, tan presente en nuestros Ejércitos. Así, en 1862, cuando se artilla en Cádiz Ia batería de “La Soledad” con cañones Armstrong de 25,4 cm. de calibre, Ias locomotoras empleadas en el acarreo de Ias piezas no eran españolas.
FOTO: Venido del otro lado de los Pirineos, aquí vemos al “Saint-Chamond” en el Polígono de Experiencias de Carabanchel.
En 1879 Ia Junta Superior Facultativa de Artillería expresó Ia necesidad de adquirir “Locomotoras de Carretera”. En 1871 se compraron varias “Aveling and Porter”, Ias cuales colaboraron al artillado de Ias últimas baterías de costa organizadas en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Estos ejemplares, y otros similares, rindieron sus magníficos servicios hasta fechas tan tardías como los años de Ia Segunda Guerra Mundial (SGM), en el artillado del Estrecho.
No es casual que el Arma de Artillería esté relacionada con el automóvil desde sus comienzos, puesto que, además de los conocimientos técnicos de sus oficiales, los cuales eran ingenieros industriales por su plan de estudios académicos, sus materiales generaban unas necesidades de transporte que la debían ser resueltas por los medios más eficaces. Prueba de ello, más que anécdota, es que el primer vehículo español con motor de explosión nacional fue el “Centauro” (“enteramente” de fabricación local, excepto los aparatos de chispa, el carburador, los tubos de refrigeración, la cadena, los cojinetes y los neumáticos, piezas que aun nadie realizaba en España), diseñado y construido por el capitán de Artillería D. Emilio La Cuadra, en 1901 (uno de 4,5 cv. y 1.100 cc, con encendido por ruptor); él mismo había montado, en Barcelona en 1899 una empresa para construir automóviles eléctricos denominada Compañía General Española de Coches Automóviles E. de Ia Cuadra Sociedad en Comandita, en unión del ingeniero suizo Carlos Vellino, pasando después a los motores de explosión, con el asesoramiento de Marcos Birkit (otro ingeniero suizo que posteriormente fundó La Hispano-Suiza); sin apoyo oficial, La Cuadra tuvo que cerrar su empresa debido a Ia huelga de 1902, pasando sus instalaciones a Ia Hispano-Suiza. Todavía existe, en manos particulares, un ejemplar de estos vehículos La Cuadra.
En septiembre de 1903 eI capitán de Caballería D. Luis de Carbajal, Conde de Cabrillas y Marqués de Puerto Seguro hizo donación, al Segundo Regimiento Mixto de Ingenieros, de un automóvil Peugeot, de 12 caballos (se conserva en el Museo de Ia Academia de Ingenieros), seguido, algo después, de otro de Ia misma marca y doble potencia; estaba tan patriótico regalo basado en que el Cuerpo de Ingenieros era el responsable de Ias Comunicaciones/Transmisiones.
foto;: 1900. Coche “La Cuadra” de 4.5 cv., con cuatro asientos y dos cilindros “a bencina”, primer vehículo de este tipo construido en España.
Por Real Decreto de 9 de diciembre de 1904 se encomendó al entonces denominado Cuerpo de Ingenieros el Automovilismo Rápido Militar. En el citado 2° Regimiento Mixto de Ingenieros se estableció una Escuela de Mecánicos Automovilistas que, posteriormente, pasó al Centro Electrotécnico de Ingenieros; seguida, en 1908, por otra Automovilista de Artillería, dependiente de Ia Comisión de Experiencias, a Ia vez que se adquirían, en el extranjero, los cinco primeros camiones. Este Real Decreto fue desarrollado en 1909, quedando establecidas dos Escuelas para Ia instrucción del personal: Ia de Ingenieros para el Automovilismo Rápido y Ia de Artillería para el Automovilismo Pesado o de Transporte, asistiendo a esta última los posibles alumnos de Ias demás Armas.
En febrero de 1909 se creó Ia Brigada Automovilista de Artillería, cuyo material entró poco después en Ias acciones de guerra iniciadas en Melilla. Poco después serían tres Ias Brigadas, una en cada Comandancia africana.
Este era el panorama al comenzar Ia Guerra de África; lógicamente, cuando lleguen los primeros blindados, estos no serán construidos sobre vehículos de producción nacional.
foto: Camión blindado francés Schneider-Brillie P5.4000, Modelo 1909. Montaba dos ametralladoras de 7 mm.
África, piedra de toque
Aunque tras Ia Campaña de Melilla de 1909 se adquirieron en Francia sendos camiones blindados Schneider-Brillé, construidos por Ia casa gala por expreso deseo deI Ejército español, no sería hasta Ia década de los veinte cuando varias instituciones militares -de Artillería e Ingenieros- comenzara a fabricar, con mucha calidad, vehículos blindados utilizando como base camiones de carga en servicio (todos de patente foránea), lo que, en principio, desaconsejó a Ias autoridades militares el adquirir vehículos blindados en el extranjero.
Así pues, desde los años veinte, el Ejército español tuvo que ingeniárselas para dotarse de vehículos blindados, elementos de combate en alza en todos los Ejércitos europeos de Ia época, que tras Ia Primera Guerra Mundial (PGM) estaban en pleno proceso de reconversión.
Sobre los chasis de cuatro automóviles ‘Landa”, Ia Maestranza de Artillería de Madrid construyó otros tantos ejemplares de blindado que, a finales de 1921, enviaba a Ia Comandancia de Artillería de Melilla. Tras su empleo en operaciones, y después de su evaluación, los pobres resultados con ellos alcanzados desaconsejaron construir más vehículos de este tipo, pasando todo el protagonismo de Ia transformación de camiones blindados al Arma de Ingenieros.
La solución aportada por el Centro Electrotécnico y de Comunicaciones, por el contrario, tuvo muchísimo más éxito, demostrando los vehículos allí transformados un gran valor en el plano militar, llegando a constituir un medio con el que todas Ias unidades desplegadas en el Norte de África querían contar.
EI 17 de agosto de 1921 llegaba a Melilla el primer vehículo blindado del Arma de Ingenieros, recibiendo su bautismo de fuego cinco días más tarde. Se trataba de una modificación realizada sobre el chasis de un camión marca “Nash-Quad’, al que habían cubierto con planchas de chapa de acero al cromo-níquel de 7 mm. de espesor. Su buen comportamiento hizo que Ia Comandancia de Melilla llegara a solicitar un total de dieciséis blindados de este modelo, si bien limitaciones económicas no permitieron alcanzar esa cifra, llegándose a fabricar en el transcurso de los dos años siguientes un total de ocho camiones basados en el citado chasis.
foto: En 1921, en Monte Arruit, durante la campaña del Rif, intervino este blindado.
Poco después se recibía en Ia Comandancia de Melilla, procedente de Ia Península, el único ejemplar de camión protegido “Federal”, que participó junto al primer “Nash-Quad” en Ia acción sobre Casabona. Su diseño era similar al anterior, aunque sus líneas se adaptaban al nuevo chasis.
De Ia misma forma que los anteriores, en 1921 se construyeron dos blindados sobre chasis “Benz” y en 1922, seis sobre chasis “Latil”, serie esta última que se ampliaría en 1924, con otros catorce vehículos más, mejor elaborados y acabados que sus antecesores.
Este elenco de primitivos blindados, junto a otras realizaciones menos importantes (y militarmente intrascendentes), constituyeron Ias primeras realizaciones nacionales en el terreno de Ia fabricación de blindados, papel asumido en su totalidad por el propio Ejército español, y sus dos Armas más técnicas -Ingenieros y Artillería-, nunca por Ia iniciativa privada, ni por Ia incipiente industria automovilista.
Los carros de “Trubia”: los primeros
En 1925, Ia Fábrica de Cañones de Trubia presentaba un prototipo de carro de combate basado en el Renault FT-17, que por aquella época era reglamentario en el Ejército español y participaba en Ias operaciones en Marruecos. En este carro se hacían patentes las ideas de mejorar los aspectos menos favorables del carro francés, entre los que se encontraba Ia insuficiencia de Ia única ametralladora que montaba, pues cualquier avería en el arma dejaba al vehículo indefenso y vulnerable a cualquier acción del enemigo, toda vez que su reducida velocidad no daba muchas escapatorias. La solución adoptada en éste y los siguiente carros, los ‘Trubia”, pasaba por montar dos ametralladoras en una torre diseñada especialmente por Ia fábrica asturiana, para que cada una tuviera giro independiente. Incorporaba un motor Hispano-Suiza, idéntico al empleado en el camión reglamentario en el Ejército español desde 1915: el HS 40/50 de cuatro cilindros.
Este carro se envió a Ia Escuela Central de Tiro (Carabanchel), donde fue sometido a exhaustivas pruebas, al final de Ias cuales regresó a Asturias, donde terminaría sus días arrumbado en Ia Fábrica de Trubia.
Más éxito tuvo otro proyecto desarrollado en Trubia tras Ia evaluación del anterior prototipo: el denominado Modelo A-4, que llevaron a cabo en el nuevo Taller de Carros de Combate de Ia Fábrica de Artillería, el capitán D. Carlos Ruiz de Toledo y el maestro de taller D. Rogelio Areces. En poco más de un año estuvo terminado un primer ejemplar de Ia primera serie de este nuevo carro, que fue enviado a Madrid, y tras él, otros tres más, donde, con muchas prisas de última hora, y sin estar completamente finalizados, fueron sometidos a duras pruebas en Ia Escuela Central de Tiro, que consiguieron superar sin grandes problemas. Finalizadas éstas, los carros volvieron a Trubia, donde fueron repasados y se modificaron los aspectos más polémicos o problemáticos detectados en Carabanchel.
foto: Camión protegido Benz ET3, Modelo 1921. Disponía de una ametralladora de 7 mm.
En 1928 uno de los carros, ya en su configuración definitiva, volvió a Carabanchel, donde, nuevamente, fue sometido a evaluaciones para corroborar Ias mejoras introducidas, mereciendo Ia aprobación y Ias alabanzas de Ia Comisión militar que se organizó al efecto. De esta forma, comenzó a prepararse su fabricación en serie en Ia factoría asturiana, a Ia vez que el Ejército establecía Ias plantillas de Ias unidades que habrían de dotarse con los nuevos carros. El “pleito artillero’ de Ia Dictadura dePrimo de Rivera, primero, y Ia falta de interés real por potenciar y modernizar el Ejército por los diferentes gobiernos de Ia Segunda República, más tarde, dieron al traste con esta primera intentona hispana de crear una industria nacional especializada en Ia construcción de vehículos blindados.
Tras Ia Revolución de Octubre de 1934, tres de los carros que permanecían en Ia fábrica de Trubia, fueron completados y entregados al Regimiento de Infantería “Milán” n° 32, de guarnición en Oviedo, para que-oficialmente- siguiera experimentando y finalizara el programa de pruebas, aunque la realidad era mucho más dura, convirtiéndose su paso por esta unidad militar en un final de trayecto, o lo que es lo mismo, un destino a extinguir.
La historia de los carros de combate “Trubia” finalizaba a medio camino entre Ia épica y Ia tragedia: uno de ellos, el que se encontraba en peor estado, fue puesto en servicio por los republicanos al estallar Ia Guerra Civil, en julio de 1936, y participó en uno de los ataques a Ia capital asturiana. En su primera ofensiva quedó inservible en el campo de batalla... isu conductor quemó el embrague! Los otros tres quedaron con los defensores de Oviedo y participaron en muchos de los combates -sin pena ni gloria-, actuando Ias más de Ias veces, como “blocaos” móviles, quedando sólo uno operativo en octubre de 1937, una vez finalizada la guerra en el Norte. La última referencia gráfica que se conoce de estos carros está fechada en mayo de 1939, finalizada Ia Guerra Civil, junto a una formación de Panzer I” y T-26 B, a Ias afueras de Madrid. (Coronel José María Manrique García)