Desde que se acercaba la fecha del 6 de junio de 1944, hasta la toma de París el 25 de agosto de aquel mismo año, Francia sufrió 20.000 víctimas civiles a consecuencia del desembarco de Normandía y operaciones militares posteriores. La mayoría lo fueron por fuego amigo: utilizando la táctica de “matar moscas a cañonazos”, los aliados ordenaron operaciones aéreas, navales y terrestres de bombardeo indiscriminado sobre las poblaciones ocupadas por los alemanes, con el fin de desalojarlos de las mismas. Pero bombas y obuses no distinguieron entre enemigos y franceses locales.
El cielo se oscurece, el ruido aumenta por momentos hasta hacerse ensordecedor: un gran escuadrón de bombarderos tetramotores se acerca rumbo al Sur. Encima y debajo de él vuelan innumerables cazas. Parecen nubes de mosquitos que escoltan a los monstruos cargados de bombas. Bajo ellos, dos soldados alemanes empiezan a contarlos... Unos 400 -susurra uno de ellos-, donde caigan sus bombas no volverá a crecer la hierba. Sin interrupción, la BBC de Londres dirigía sus llamadas a las poblaciones costeras: ¡Abandonad vuestros hogares!; ¡evacuad los pueblos!; ¡marchaos al campo!; ¡no perdáis tiempo, cada minuto que pasa es vital!; ¡poneos a salvo!
Pero el alto mando aliado, que había ordenado ya el bombardeo en masa de los barrios habitados de las ciudades francesas, ya fuere o no por error de la aviación, iba a ampliar su radio de acción: columnas de refugiados que huían de las urbes, granjas, grupos aislados..., fueron masacrados. Ante la duda, los cazabombarderos británicos y estadounidenses disparaban sobre todo lo que se movía. Los aliados fueron fríamente conscientes de su actuación. Como explica el historiador Beevor en un libro, ante la petición de Churchill de minimizar las bajas colaterales, Roosevelt le contestó: Es lamentable que la operación implique pérdidas civiles, pero no tengo ninguna intención de imponer a la acción militar la más mínima restricción que pueda entorpecer el éxito de “Overlord” -nombre clave de la operación de desembarco- o de acrecentar los riesgos de pérdidas para la fuerza de invasión aliada.
La suerte de los civiles fue olvidada por los poderes públicos, porque el estatuto de víctimas no se corresponde con la imagen gloriosa que el Estado quería asociar con el desembarco, señala Olivier Wieviorka, uno de los autores franceses más autorizados en este campo. Sin ánimo revisionista, este año, en el que se celebra el 75º aniversario del desembarco, nos hacemos esta pregunta: ¿Pudieron haberse evitado en cierta medida los efectos de tanto martirio y sufrimiento? En toda Normandía aún hoy se siguen recordando aquellos casi tres meses con un sabor agridulce. El abandono de los que quedaron, el olvido en su momento, la negación de lo que realmente pasó y la consiguiente falta de reconocimiento social y político no han facilitado la elaboración de un duelo saludable.
Muchos monumentos recuerdan el heroísmo de los soldados aliados, pero muy pocos conmemoran la suerte sufrida por la población civil. Hasta hace muy poco, ha sido en Francia casi un tema tabú. A juicio de Stéphane Grimaldi, actual director general del Memorial de Caen, uno de los requisitos imprescindibles para conseguir que Francia se colara entre las potencias vencedoras, pese a la colaboración del régimen de Vichy con Hitler –el gran logro de De Gaulle–, era borrar que los aliados habían destruido Normandía. No fue hasta 2014 cuando, por primera vez, en los actos conmemorativos del Día D, que se celebran todos los años, el presidente François Hollande homenajeó de forma expresa a los civiles muertos.
En apenas tres meses, entre heridos y muertos, norteamericanos, británicos y canadienses perdieron 220.000 soldados y los alemanes, 240.000. La victoria aliada costó unos 100.000 muertos por ambos bandos, sin contar los heridos y mutilados y los enormes traumas psicológicos que la batalla causó entre las tropas. Los franceses no sufrieron menos castigo. Durante la batalla de Normandía hubo 20.000 muertos entre la población civil –sólo el mismo 6 de junio perecieron 3.000 no combatientes, tantos como soldados ese mismo día–, a los que cabe añadir los 15.000 que murieron en los bombardeos preparatorios durante los cinco meses previos al desembarco.
Solamente durante el primer día de desembarco, catorce núcleos urbanos importantes fueron presa de las bombas aliadas, procedentes del mar y del aire, entre los que se encuentran los correspondientes a ciudades más interiores, como Argentan o Flers, ubicadas a un centenar de kilómetros de las playas de invasión. Varias localidades del frente de Caen quedaron completamente arrasadas a manos de aquellos que venían a liberar Francia, para sorpresa y espanto de sus habitantes. Los supervivientes tuvieron aún que enfrentarse a la destrucción, al hambre, al frío... y a los abusos del invasor, que aunque infinitamente menores que los infligidos por los soviéticos en Alemania, incluyeron –como relata Wieviorka– su rosario de robos, violaciones y asesinatos.
foto: Julio de 1944, Canteloup, al Este de Caen: “Tiger II", los carros más poderosos de la SGM tienen que camuflarse durante el día para no ser destruidos por el dominio aéreo aliado (foto Bundesarchiv, Bild 101I-721-0359-37/Vennemann, Wolfgang/CC-BY-SA).
Rouen (30 de mayo al 4 de junio)
¿Por qué Rouen sufrió unos raids tan intensos los días previos al desembarco? Disponía de tres puentes importantes: dos de tráfico rodado y uno ferroviario. Con la destrucción de éstos, los aliados pretendían bloquear los movimientos enemigos en la orilla derecha del río Sena. Desde un punto de vista de la eficacia selectiva sobre los objetivos previstos, los antecedentes no auguraban grandes éxitos: el 19 de abril previo, un bombardeo sobre las instalaciones ferroviarias de la ciudad había provocado 900 muertos entre la población civil. Desde el 30 de mayo, durante las olas de bombarderos y cazabombarderos aliados, parte de la Rue Jeanne D’Arc, aun estando lejos de los puentes objetivo, queda totalmente en ruinas e importantes incendios destruyen iglesias y afectan a la catedral.
Se estiman entre 400 y 500 muertos civiles, sin contar al menos una decena de bomberos que caen mientras intentan sofocar las llamas que devastan las calcinadas calles de Rouen. Incluso los bomberos alemanes acudieron a reforzar a sus homólogos franceses. Brigadas de mineros se afanaron por liberar a las víctimas atrapadas entre los escombros. El balance de los objetivos militares fue que los dos puentes de tráfico rodado quedaron tocados y puestos de nuevo en servicio por los alemanes en el mes de agosto. En cuanto al ferroviario, siguió operativo hasta la liberación de la ciudad.
Caen (6 de junio al 19 de julio)
Los planes aliados resultaron optimistas en exceso. El general inglés Montgomery, al frente del contingente anglo-canadiense, había tomado sus playas, pero era incapaz en cambio de avanzar sobre la ciudad de Caen, el objetivo principal, que se había pensado en conquistar el mismo 6 de junio. La presencia en este sector de la veterana 21ª Panzer Division alemana fue una de las razones del inicial fracaso británico y también canadiense. La resistencia alemana fue mucho más tenaz de lo esperado. Montgomery tomó la decisión de bombardear la ciudad, lo que acabó dificultando su propio avance y beneficiando a los defensores.
Al final, Caen, gran ciudad normanda y capital del departamento de Calvados, no se liberará hasta el 9 de julio, en su mitad de la orilla izquierda del río Orne, mientras que el enemigo no será definitivamente expulsado de la derecha y de la ciudad hasta el 19 de julio. En este tiempo, 40.000 ton. de bombas amigas fueron lanzadas sobre Caen, dejando el núcleo urbano sin noción alguna del trazado de sus calles, en un absoluto caos de escombros, desolación y muerte. Solo durante el primer día del desembarco, la ciudad recibe hasta cinco intensas oleadas de bombas aéreas y obuses procedentes tanto de tierra como desde los navíos de la Armada invasora.
Apenas quedaban soldados alemanes en la ciudad –estaban fortificándose en las afueras–, así que nadie imaginaba lo que les iba a caer encima. ¡Si esto es su Liberación, pueden volver a su casa y dejarnos en paz!: Irritado, embargado por la amargura, un obrero de Caen le gritaba de esta forma a Jean-Marie Girault, ex alcalde de la ciudad y en aquel momento un muchacho de 18 años que formaba parte de los equipos de socorro de la Cruz Roja, instantes después del primer gran bombardeo. Además de alcalde durante más de treinta años y senador, Girault promovió la fundación del Memorial de Caen, uno de los museos más importantes que existen sobre la II Guerra Mundial (SGM) y el desembarco de Normandía en particular, donde la idea de la reconciliación constituye siempre el mensaje predominante.
foto: Junio de 1944, batalla de Villers-Bocage: Vehículos británicos destruidos tras el ataque alemán (foto Bundesarchiv, Bild 101I-738-0267-21A/Grimm, Arthur/CC-BYSA 3.0).
Escribió un diario donde recoge los hechos vividos aquellos días, que guardaría celosamente y cuya existencia no desvelaría hasta abandonar sus cargos públicos. Para él, a pesar de los horrores que le tocó vivir como socorrista, opina, sin embargo, de forma distinta a aquel obrero que le gritaba: a los 18 años, saber que uno va a ser libre hace que se perdone todo, hasta la destrucción de la ciudad por los aliados. Ya anciano, este hombre mantiene sin rencor que aquel tremendo martirio tuvo que ser necesario para la liberación del resto de Francia y de Europa.
El liceo Malherbe, antiguo convento benedictino adosado a la magnífica abadía Aux-Hommes, fue el lugar elegido para acoger a los heridos. Por fortuna, este inmenso edificio se salvó milagrosamente de las bombas. Girault lo atribuye a dos cosas: a la gran cruz roja pintada en la cubierta y al cuidado de los británicos en no destruir la iglesia donde reposan los restos de Guillermo El Conquistador, duque de Normandía, que en 1066 fue coronado rey de Inglaterra. No obstante, y por fortuna para los aliados, la 21ª Panzer de la Wehrmacht (Fuerzas Armadas de Alemania) era la única de las divisiones de élite que se encontraba próxima a todo el frente de invasión y, por tanto, la única que podía constituir una seria amenaza para los propósitos aliados.
Tras de ella, y casi 40 km. más al Sur, se encontraba en reserva la 12ª SS Division Panzer Hitlerjugend, que a consecuencia del dominio aéreo aliado no pudo entrar en acción y detener el avance canadiense hasta primeras horas del Día D+1, cuando ya las cabezas de puente aliadas estaban consolidadas en las playas de desembarco. Hitler y su Alto Mando mantuvieron el grueso de sus fuerzas muy lejos, en las proximidades de París, con prohibición de no entrar en acción si no recibían orden directa del Führer, la cual llegaría con demasiados retrasos y faltas de coordinación, en contra de las tesis del mariscal de campo Rommel, en aquel momento jefe supervisor del Muro Atlántico, que abogaba justo por lo contrario: concentrar las unidades Panzer en la costa para impedir la invasión en su primer día.
Pero los caeneses seguirían recibiendo un duro castigo el D+1: en dos días, las bocas de los cañones aliados y los vientres abiertos de sus bombarderos acaban con la vida de 2.000 civiles, además de provocar un éxodo de otras 20.000 almas, que se lanzaron a las carreteras. Medio millar de habitantes más seguirían pereciendo bajo el fuego amigo hasta la liberación de la ciudad el 19 de julio. Desde el punto de vista militar, para desalojar definitivamente al enemigo del sector de Caen, los ingleses ejecutaron impresionantes ofensivas, al precio de inmensas pérdidas, para ganar tan solo un puñado de kilómetros.
A título de ejemplo, la Operación Charnwood fue desarrollada los días 8 y 9 de julio al Norte de Caen con 500 bombarderos vomitando 2.000 ton. de bombas sobre el sector, y se consiguió alcanzar la orilla izquierda del Orne, tras haber perdido británicos y canadienses 3.817 hombres y 80 tanques, contra aproximadamente 2.000 bajas alemanas y unos 30 carros de combate. Durante la reconstrucción, que duraría dos décadas, 2.300.00 m3. de escombros y desechos de todo tipo fueron retirados de una ciudad destruida casi en sus tres cuartas partes. Al final de la batalla por su liberación, tan solo quedaba alojamiento para 8.000 habitantes, frente a las 60.000 personas que vivían en ella antes de la guerra.
Villers-Bocage (13 de junio al 30 de julio)
En esta pequeña población situada a menos de 30 km. al Suroeste de Caen tuvo lugar una batalla tan decisiva como desconocida, así como uno de los hechos de armas más insólitos acaecidos durante la SGM, en virtud del cual el capitán alemán de 30 años Michael Wittmann entró en la leyenda. Habiendo ocupado las tropas estadounidenses la ciudad de Caumont, el flanco Oeste del frente alemán en el sector de Caen se ve muy expuesto. Resulta esta la ocasión que aprovecha Montgomery para, la mañana del 13 de junio, lanzar la Operación Perch: la 7ª División Blindada británica realiza un vasto y rápido movimiento envolvente desde el Noroeste para ocupar Villers-Bocage, donde entra a las 08:00 h. sin resistencia. La columna de carros de combate se extiende en número de 200 vehículos a lo largo del pueblo y en la carretera que se dirige a Caen.
foto: Día D: Soldados alemanes inspeccionan uno de los planeadores destruidos, utilizados por los aliados la noche anterior al desembarco para posicionar tropas aerotransportadas en la retaguardia enemiga (foto Bundesarchiv Bild 146-2004-0176/CC-BY-SA 3.0).
Pero el día anterior, la vanguardia del 101 Batallón de Tanques Pesados de las Waffen SS había llegado a las proximidades: seis poderosos Tiger, con Wittman al frente, el cual venía de destruir en el frente oriental a 117 carros soviéticos en tan solo 7 meses. El general alemán Dietrich había adivinado las intenciones de Montgomery y, para evitar que el grueso de sus tropas quedase atrapado entre ingleses y estadounidenses, ordenó a Wittman que se posicionara la noche del 12 al 13 de junio en un tramo de camino oculto, al Este del pueblo.
La mañana del 13, los británicos son recibidos calurosamente por los vecinos, felices de ver llegar a sus liberadores sin combates, ni causar daño alguno. La larguísima columna blindada se detiene en la villa sin especiales medidas de seguridad. Hacia las 09:00, los Tiger de Wittman abandonan su escondite y se lanzan para aislar a las tropas de cabeza enemigas. Tras destruir numerosos blindados, descienden hacia la urbe para proseguir su ataque sorpresa: en pocos minutos. Su unidad consiguió infiltrarse, atacar y aniquilar medio centenar de tanques y otros vehículos blindados enemigos. Su carro es inmovilizado por los impactos británicos, y se ve obligado a recoger su equipo y abandonar a pie la villa, hasta alcanzar el puesto de mando alemán, situado a 7 km. al Norte de la villa, armarse de nuevo y regresar al combate.
Entre tanto, la batalla continua cada vez más intensa, con los ingleses haciéndose fuertes en la urbe, frente a nuevas unidades alemanas de refuerzo. Aquellos rechazan pedir ayuda a sus aliados norteamericanos, y terminan por replegarse al final del día fuera del pueblo, ante los fuertes contraataques alemanes. Las pérdidas son importantes por parte de ambos bandos. La noche del 14 al 15 de junio, con el fin de proteger la retirada de los británicos, el mando aliado ordena un intensísimo bombardeo en la zona, alcanzando incluso las villas vecinas de Aunay-sur-Odon y Évrecy.
El 30 de junio, 250 bombarderos de la Royal Air Force británica reducen a escombros el 90 por ciento de Villers-Bocage. A petición de Montgomery, los bombardeos sobre la villa proseguirán de forma insistente: 1.100 ton. de bombas más hasta que se convierte en un pueblo fantasma. Sólo queda en pie el castillo en las afueras, transformado en hospital y que alberga a unas 150 personas, las cuales se ocupan de cuidar a los heridos, enfermos y atender a las columnas de refugiados que se acercan. Todavía un mes más tarde, otro centenar de bombarderos vuelven a atacar los movimientos de tropas alemanas en la zona, con otras 360 ton. de bombas. La fecha oficial de liberación de las ruinas de Villers-Bocage no llegará hasta el 4 de agosto.
En cuanto al capitán Wittman y su leyenda, a pesar de que investigaciones posteriores han llevado a algunos autores a cuestionar en cierta medida el alcance de su acción, lo cierto es que este as de carros de combate alemán fue enviado al Cuartel General de Hitler para que este le condecorara personalmente por su hazaña. Wittman y su tripulación de cuatro hombres más murieron el 8 de agosto de ese mismo año, tras un desigual combate con su Tiger, acorralado por ocho tanques Sherman estadounidenses, de los cuales alcanzó a 3 de ellos antes de sucumbir.
Tilly-sur-Seulles (7 al 27 de junio)
Esta localidad, a pocos kilómetros de la ciudad principal de Bayeux, sufrirá durante tres semanas un auténtico infierno. Para apoderarse de ella, la Artillería británica pone sus baterías al rojo vivo: el 7 de junio, 17 de sus habitantes pierden la vida, pero esto no ha hecho más que comenzar... En la noche del 17 al 18, hacia las 2 de la madrugada, los cañones aliados comienzan su actividad, que se prolongará durante quince horas. Los obuses ingleses matan a 23 civiles de un total de 35 que se encontraban refugiados en una trinchera. En cuanto a los heridos, cuando son evacuados hacia el hospital de Bayeux, pasan aterrados bajo los obuses amigos que continúan arrasando su pueblo.
Hasta el 26 de junio, Tilly-sur-Seulles será ocupado por los británicos y recuperado a su vez por los alemanes más de veinte veces. Cuando al día siguiente llega la liberación definitiva, del pueblo solo queda un montón de ruinas, con un balance de 76 locales muertos, el 10 por ciento de su población. Como en tantas otras localidades normandas, en Tilly se puede visitar el museo conmemorativo de esta batalla tan poco conocida, instalado en una vieja capilla del Siglo XVIII.
Vire (6 de junio al 8 de agosto)
Al filo de las 20:00 del Día D, los Liberator estadounidenses se aproximan a su objetivo: la villa de Vire. Las primeras bombas empiezan a estallar en plena urbe y en pocos segundos las calles principales se vuelven impracticables. Las llamas consumen sin remedio el puesto de la Gendarmería. Algunos vecinos buscan refugio en una cueva. Yo no conozco el infierno, pero si existe, la vida allí no puede ser más terrible que la que vivimos aquella noche y en días posteriores, contará más tarde un paisano del lugar. El amanecer del día siguiente contempla esta ciudad destruida en su 90 por ciento y el recuento de muertos civiles alcanza la cifra de 280 almas. Según la Operación Overlord, esta villa, interior pero distante poco más de 70 km. de las playas de desembarco estadounidenses, debía de haber sido liberada el 23 de junio, pero no alcanzó este objetivo hasta el 8 de agosto, dos meses después del Día D.
foto: Cualquier movimiento alemán era duramente castigado por la aviación aliada, dueña y señora de los cielos normandos (foto Bundesarchiv, Bild 101I-731-0388-20/Theobald/CC-BY-SA 3.0).
Lisieux (6 junio al 23 de agosto)
La mañana del 6 de junio, los habitantes de esta localidad, ubicada a 50 km. al Oeste de Caen, escuchan con esperanza los estampidos procedentes de la costa. Confían en que la liberación les llegue en pocos días. Pero sobre las 20:30 reciben su primera dosis de fuego amigo: afecta a la Plaza de la Estación, provocando la muerte de una treintena de personas. En la madrugada del 6 al 7 de junio, las fortalezas volantes procedentes de Inglaterra vomitan durante 30 min. un infierno sobre el centro urbano de la ciudad, con el resultado de 700 víctimas mortales.
La madera de las típicas casas normandas, maisons à colombages -técnica de construcción a base de un entramado de vigas de madera vista en las fachadas-, arde con rabia y la ciudad empieza a reducirse a cenizas. Lisieux vuelve a ser bombardeada los días 13 y 14 de junio, 5 y 23 al 27 de julio, pero no fue hasta un mes más tarde que entraron los primeros soldados aliados entre las ruinas de la ciudad. El balance: 1.000 muertos o desaparecidos, 1.500 heridos, y 10.000 personas con su hogar destruido de forma total o parcial, en una ciudad de 16.000 habitantes, que ha perdido el 80 por ciento de su estructura urbana.
Epílogo
Rouen, Caen, Villers-Bocage, Tilly-sur-Seulles, Vire, y Lisieux no suponen sino una muestra de lo que ocurrió en aproximadamente tres meses en aquella región del Norte francés, a raíz de la preparación y desarrollo del Día D y hasta la liberación de París. En esta muestra no están todos los que son: también fueron arrasadas la antigua ciudad de Saint-Lô, Vaucelles, Falaise, Argentan, etc. Normandía sale del verano de 1944 en ruinas. Otro gran problema fue el desmantelamiento de los campos minados y la localización de bombas aliadas enterradas, pero no explotadas.
En muchos municipios, los ayuntamientos ofrecieron a sus convecinos la posesión gratuita de terrenos públicos, a cambio de que estos se encargaran, financiando de su bolsillo personal los gastos necesarios, de contratar personal y medios especializados para desminar y desactivar las bombas. La reconstrucción durará 20 años y el rostro, la fisonomía de la región y de sus ciudades, no volverá a ser ya el mismo. La iglesia de Valognes no sería inaugurada hasta 1964. En Rouen, se abre la ciudad administrativa en 1966. El teatro del Hotel de Ville en Le Havre estrena su primera función tras la guerra en 1967.
Hay que tener en cuenta que, tras el fin de la guerra, además de Normandía, Francia padecía el racionamiento y la falta de lo más esencial en extensas áreas de su territorio. El Plan Marshall estadounidense, destinado a 16 países europeos devastados por la guerra, destinó el 18 por ciento de su presupuesto a Francia, siendo este el segundo país más beneficiado del Plan, después del Reino Unido. Muy poco a poco, una vez los créditos encontrados y los planes de reconstrucción aprobados, las cosas empezaron a ponerse en marcha y Normandía se transformó en una enorme cantera, en busca de su futuro.
Revista Defensa nº 494, junio 2019, Joaquín Colorado