Los ejércitos de todos los tiempos se preparan para la siguiente guerra basándose en las enseñanzas extraídas de los conflictos anteriores. Sin embargo, las lecciones derivadas de los conflictos librados por Occidente, desde el fin de la Guerra Fría, han podido producir lecciones cuando menos engañosas.
Inmersos en un mundo unipolar y con un dominio claro del campo de batalla, las guerras occidentales fueron mayoritariamente operaciones contrainsurgencia (Irak e Afganistán) o simplemente de paz (Bosnia y Kosovo) frente a adversarios de menor nivel, en las que se extrajeron conclusiones que, en la práctica, han supuesto una menor preparación para los conflictos de media y alta intensidad entre adversarios similares, como el que se libra hoy en Ucrania.
Pero desde hace unos pocos años, el mundo unipolar que conocíamos ha dado paso a uno nuevo multipolar, donde se podría decir que existen 3 grandes potencias que, por orden de entidad, son Estados Unidos, China y Rusia, que está a cierta distancia de las otras dos.
Por eso, para encontrar un conflicto de características parecidas –de media o alta intensidad y entre fuerzas de capacidad similar– en un entorno geopolítico disputado, habría que retroceder hasta la Guerra del Yom Kipur, en 1973. Así, Occidente de pronto ha sido consciente de que son muchas las enseñanzas a incorporar como consecuencia del conflicto en Ucrania. Y seguramente sea cierto que todavía es pronto para extraer conclusiones que puedan condicionar el futuro de nuestras fuerzas.
Pero, no obstante, sí se pueden adivinar algunas tendencias que generalmente se conocen como lecciones preliminares o identificadas. que, como paso previo al proceso de análisis, valoración y posterior asimilación, acaban incorporándose como lecciones aprendidas a los ejércitos, algo en lo que, seguramente, ya trabajan los estados mayores occidentales. Por ello, y sin pretender ser exhaustivo ni categórico, podríamos decir que se vislumbran, entre otras, las que vamos a analizar seguidamente.
El stock de munición de artillería, un gasto necesario
En los felices años unipolares, la artillería de campaña sufrió una considerable infravaloración. Los conflictos de baja intensidad no demandaban un consumo elevado ni sostenido de proyectiles. Al contrario, en las operaciones de contrainsurgencia. y en mucha mayor medida en las de paz, la participación de la artillería de campaña fue testimonial. Así, algunos ejércitos occidentales se apresuraron a reducir el número de sus unidades de artillería y también el correspondiente almacenamiento de munición.
Sin embargo, en Ucrania, uno de los 3 factores que más peso está teniendo en las operaciones es la capacidad de los fuegos de artillería. Las fuerzas rusas aventajan a las ucranianas en un ratio de 5 a 1, en el mejor de los casos, y de 10 a 1, en el peor. Rusia ha disparado entre 10.000 y 80.000 proyectiles al día, frente a 2.000 y 9.000[1] de Ucrania en sus mejores momentos. Es un consumo de munición que, por ejemplo, el Ejército británico ha reconocido que no podría mantener más allá de una semana, dadas sus reservas.
“La guerra en Ucrania ha dejado claro que la artillería sigue siendo crítica”, reconoció el teniente general norteamericano Ben Hodges; a lo que el jefe de Adquisiciones del US Army, Doug Bush, añadió: “La lección general es que todavía se necesita artillería. Es la principal causa de muerte en el campo de batalla, todavía en este conflicto”.
Por su parte Armin Papperger, máximo responsable ejecutivo de Rheinmetall (el mayor productor europeo de munición de artillería), advirtió el pasado mes de febrero que los arsenales de Europa están vacíos y que se necesitarán diez años para recuperarlos y que Europa pueda defenderse.
El US Army ya ha apuntado algunas tendencias para mejorar las capacidades de fuegos de artillería: mayor precisión de las municiones, empleando tecnologías emergentes; mayor alcance, posiblemente mediante propulsión adicional; mejor movilidad sin desechar necesariamente la artillería remolcada, por su capacidad helitransportable; y mayores cadencias, empleando la robótica en cargadores automáticos. La lección es que la artillería seguirá siendo esencial, por lo que conviene mejorar sus capacidades y almacenar munición suficiente.
Sistema de misiles antiaéreo de baja cota 9K35 “Strela-10” haciendo fuego (foto Ministerio de Defensa ruso).
De la superioridad aérea a la negación del espacio aéreo propio
Los otros 2 factores determinantes en el conflicto están siendo el número de efectivos (factor humano) y la defensa antiaérea. La artillería antiaérea es siempre escasa, pues, además de consistir en sistemas complejos y de coste muy elevado, son más los objetivos a defender que los medios disponibles. Lo que en Ucrania se ha observado es que una fuerza aérea superior no necesariamente implica que consiga el dominio del aire, especialmente el del adversario, si éste está bien defendido.
Esto les ha llevado a la situación actual de negación mutua del espacio aéreo propio”, dificultando el apoyo desde el aire a las fuerzas en contacto y el ataque con aeronaves a objetivos críticos en retaguardia. Un número suficiente de sistemas antiaéreos de medias/altas y la profusión de misiles portátiles MANPADS (Man-Portable Air Defence Systems), con una buena relación coste-eficacia, han sido elementos clave de la defensa antiaérea de Ucrania. La lección es que hay que disponer de suficiente artillería antiaérea de medias/altas con capacidad antimisil y, sobre todo, MANPADS en cantidad.
Soldado ruso volando un UAV (foto Ministerio de Defensa ruso).
Aeronaves no tripuladas: un campo de batalla híper observado y peligroso
Posiblemente uno de las lecciones más evidentes de este conflicto sea el uso masivo de UAS[2], popularmente conocidos como “drones”, que han incrementado notablemente 2 capacidades claves en el combate. La primera es una minuciosa observación del campo de batalla, que de algún modo ya proporcionaban los satélites y otros sistemas, pero que ahora es provista de forma masiva, en tiempo real, en todos los rincones del frente y estando disponible en todos los escalones de mando, lo que antes era exclusivo de los niveles más altos, dado que se trataba de un recurso crítico.
Algunos ya lo consideran como un campo de batalla trasparente. La segunda capacidad de los UAS (Unmanned Aerial System) es la de poder portar armamento, transformándolos en medios de combate UCAS (Unmanned Combat Aerial System). En Ucrania, de forma artesanal en muchos casos, se ha hecho un uso extensivo de esta capacidad, transformando el campo de batalla en un espacio extremadamente peligroso, no sólo en el frente, sino también en lugares alejados del campo de batalla.
Ya no hay lugar seguro, pues se pueden alcanzar objetivos en cualquier parte mediante municiones de precisión de largo alcance -UAV (Unmanned Aerial Vehicle) y también misiles) e incluso hacer que esas municiones permanezcan en el aire hasta que se detecte un objetivo rentable, lo que se conoce como munición merodeadora, que en esencia son UCAV (Unmanned Combat Aerial Vehicle). La conclusión es que los UAV deberán estar disponibles en todos los niveles y en todo tipo de unidades combatientes.
UAV “Saker Scout”, capaz de localizar e identificar objetivos rusos (foto Ministerio de Defensa de Ucrania).
Más que nunca, la lucha por el espectro electromagnético
Al igual que se busca la superioridad aérea, también se pretende impedir al adversario el uso del espectro electromagnético (EMS), degradando sus sistemas: comunicaciones, navegación, radar, guiado de misiles, etc. Pero esta interferencia, mediante guerra electrónica (EW), implica a su vez la de los medios propios, por lo que hay que administrarla con cautela. La propia OTAN reconoce no tener la capacidad suficiente para negar el EMS al adversario mientras permite el uso del propio, algo en lo que se está trabajando pero que, hoy por hoy, no es posible.
Por otro lado, cualquier elemento que produce una emisión electromagnética en el campo de batalla descubre su posición, arriesgándose a un ataque enemigo. Por ello conviene aprovechar esta ventaja táctica interfiriendo los sistemas del contrario mientras se activan ventanas de oportunidad para los nuestros, en ocasiones arriesgando una acción de supresión sobre nuestros sistemas de EW. Una de las maneras de anular los UAV adversarios consiste, precisamente, en interferir su navegación o control, actuando sobre las frecuencias que lo posibilitan, algo que los rusos han aplicado con éxito.
Pero, como decía, no hay forma de mantener la supresión del EMS (Electromagnetic Espectrum) de forma sostenida en un área geográfica grande, por lo que habrá que pensar en habilitar soluciones más limitadas en el marco de las pequeñas unidades. Las otras formas de neutralizar los UAV son mediante el cegamiento de sus sensores o la destrucción física, para lo que previamente es necesario detectarlos. La lección es que ahora, más que nunca, la lucha por el EMS es prioritaria y habrá que librarla a todos los niveles.
Pobre infante: dispersarse, cavar hondo o moverse muy rápido
En un campo de batalla plagado de sensores, como el de Ucrania, es imposible permanecer oculto mucho tiempo sin ser localizado. Y todo objetivo localizado puede ser batido de forma precisa por el fuego, precisión a la que también contribuyen los UAV (localización), cuando no son los propios los utilizados para atacar (UCAS).
Así, a nuestra infantería le quedan pocas opciones. La primera es la dispersión, que, aunque ayuda a la supervivencia, dificulta el control, lo que se podría solventar a nivel táctico con herramientas de mando y control que habría que desarrollar. Además, existe el riesgo de que elementos propios queden aislados.
En esta coyuntura el combate de primera línea en Ucrania se ha transformado en una sucesión de concentración de fuerzas para el ataque y de dispersión en la defensa, usando las reservas para contener los contraataques enemigos. Para la concentración es necesario movilidad y rapidez, como forma de protección y para evitar presentar un objetivo rentable.
El plazo para una acción de fuego en Ucrania, desde que se localiza el objetivo hasta que se bate, se ha reducido a entre 1 y 2 min., desde los 5 a 10 anteriores. Alternativamente a la dispersión y al movimiento rápido sólo queda el recurso a la protección.
Y enterrarse sigue siendo una de las posibilidades del infante cuando fallan las demás alternativas. Las posiciones defensivas se pueden reforzar hasta un grado de protección muy elevado, pero no es menos cierto que las municiones acaban perforando cualquier posición defensiva, aunque, eso sí a costa de mucho esfuerzo.
En este sentido, las localidades constituyen una valiosa alternativa al terreno poco preparado. De ahí el uso de las poblaciones en este conflicto y también de las trincheras, lo que ha llevado a algunos a compararlo con la I Guerra Mundial. Al quedar la infantería más expuesta, la lección es que deberán buscarse soluciones para que pueda protegerse, dispersarse o moverse con mayor rapidez.
¿Y los carros de combate?
Cuestionados desde principios de nuestro siglo, la profusión de armas contracarro en el campo de batalla, principalmente UCAS y misiles, han supuesto un importante desafío para la supervivencia del carro de combate y, como consecuencia, para la maniobra, fundamentalmente ofensiva. La pérdida estimada de 400 carros rusos en los 2 primeros meses de conflicto y la constatación de que esos medios pesados y costosos eran destruidos por municiones merodeadoras baratas y pequeñas, ha supuesto su renovada puesta en cuestión.
Sin embargo, la mayoría de los expertos coinciden en que esta conclusión podría ser prematura. Y probablemente así sea. El carro sigue aportando unas capacidades al campo de batalla, como el fuego, la movilidad y la protección, que, unidas a su empleo en masa resultan esenciales para la maniobra ofensiva terrestre, como, por ejemplo, en la ruptura de una posición defensiva. También han resultado de utilidad en Ucrania, tanto en operaciones defensivas, como arma contra otros carros, como en el combate en localidades o siendo empleados como reservas móviles.
Cosa distinta es que sea necesario reflexionar sobre sus actuales características que, ciertamente, deben mejorar, como la protección de la parte superior frente a municiones merodeadoras o UAV; también de la tripulación, posiblemente desde el interior, aparte del blindaje reactivo, aunque sin aumentar demasiado su peso, un factor siempre crítico; mejorar su sostenibilidad y mantenimiento, reduciendo su huella logística: y tal vez aumentar su movilidad, reduciendo el peso. El reto está servido. Hay que mejorar la supervivencia de los carros de combate en un entorno más demandante.
La Inteligencia Artificial
En un campo de batalla donde la tecnología está teniendo un protagonismo destacado, la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) era cuestión de tiempo. Y así ha sido. El bautismo de fuego de la IA ha tenido lugar en los conflictos de Ucrania y Gaza, centrándose principalmente en el apoyo a la decisión, el análisis de inteligencia y la selección de objetivos. En Ucrania, por ejemplo, el “software” de reconocimiento facial Clearview AI está siendo empleado para aumentar la seguridad en los puntos de control, así como para identificar a soldados fallecidos o evitar la infiltración de activos rusos. Para ello se ha recopilado información de las “web” públicas rusas, como de la red social de contactos VKontakte.
Además, el Ejército ucraniano viene utilizando desde octubre de 2023 el UAV Saker Scout, provisto de IA para localizar e identificar de forma autónoma 64 tipos de objetivos militares rusos, incluso estando enmascarados. Esta información es transmitida a un puesto de mando, donde se toma la decisión de batir o no el objetivo. Las posibilidades de la IA son muchas, aunque no parece que puedan decantar la balanza a uno u otro lado. Además, profundizan en el debate ético, todavía no resuelto, pero que cuenta con fuertes detractores –como el Secretario General de la ONU António Guterres–, de hasta dónde debe llegar la autonomía de los denominados sistemas de armas letales autónomos (LAWS).
De momento, la línea roja parece estar en la capacidad de decisión autónoma de atacar. Pero la guerra tiene su propia lógica. Imaginemos disponer de un UAV (o enjambres de cientos) con capacidad para localizar, identificar y atacar objetivos de forma autónoma, aunque fallen las comunicaciones ¿Se usaría? El debate está servido. La lección es que Inteligencia Artificial ayuda, pero de momento no aporta una ventaja decisiva, ni siquiera duradera, que el adversario no pueda replicar.
Conclusión
En el mundo unipolar se podía confiar en el plus tecnológico para compensar un menor encuadramiento de fuerzas, pero ya no. En el nuevo mundo multipolar es muy probable que el adversario disponga de un nivel tecnológico y convencional similar al nuestro, por lo que no se debe confiar sólo en ese plus. Al mismo tiempo, y sin descuidar lo tecnológico, se debería hacer un esfuerzo serio en poner al día las capacidades convencionales, si se quiere afrontar el siguiente conflicto con ciertas garantías de éxito. (Fernando Fuster)