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Expediciones y presencia española en Alaska

Juan de la Bodega. Museo Naval Madrid.
Juan de la Bodega. Museo Naval Madrid.

El descubrimiento del océano Pacífico por Vasco Núñez de Balboa en 1513 generó un centro de atención especial por parte del Imperio español y fue el origen de numerosas expediciones. Entre ellas están las cuatro de Hernán Cortés, seguidas por otras de Cabrillo y Vizcaíno. 

En cuanto a la península de Alaska, la presencia de rusos e ingleses también suscitó el interés de la Corona española.

Los exploradores Juan Pérez y Bruno de Heceta fueron los primeros en acercarse, si bien fue Juan de la Bodega quien llegó primero a Sitka (Alaska). Luego tuvo lugar el incidente de Nutca, que significó el fin de la estancia de España en Alaska después de seis años de permanencia (1789-1795).

Antecedentes                       

Baja y Alta California. Elaboración propia

Las primeras expediciones al Pacífico se realizaron a iniciativa del conquistador Hernán Cortés, con cuatro viajes organizados desde México hacia el septentrión, en los que descubrieron Baja California y el golfo homónimo. Fueron los primeros europeos que llegaron a ese lugar, ocuparon la bahía de Santa Cruz, actual La Paz, y establecieron la primera colonia.

Ese hecho impulsó la atracción de gobernantes y exploradores por conocer el nuevo océano. Juan Rodríguez Cabrillo partió del puerto de Navidad (Jalisco, México), rebasó la costa meridional y occidental de Baja California hacia el norte, se arrimó a las bahías de la Magdalena y San Diego, antaño llamada San Miguel, en 1542, y su arribada más lejana fue la isla de Posesión, con latitud 38º 41’ N. Fue el primer europeo que holló  Alta California.

La expedición anterior continuó con su piloto mayor, Bartolomé Ferrer, quien alcanzó los cabos de Mendocino y Blanco, con 44º N de latitud. Jamás nadie conocido había llegado tan lejos, ni siquiera el pirata Francis Drake, que lo haría tres décadas más tarde, en 1577.

Posteriormente, el virrey de Nueva España, Gaspar de Zúñiga y Acevedo, apoyó al navegante y mercader Sebastián Vizcaíno, para que buscara asentamientos permanentes de población con el fin de que el Galeón de Manila, inaugurado en 1565, pudiera hacer escala en dichos puertos.

Reconoció la costa occidental de California y decidió que los puertos de San Diego y Monterrey eran los mejores enclaves para las escalas técnicas de los buques.

Otros exploradores prosiguieron los viajes por el océano Pacífico, como Nicolás Cardona, Juan Iturbe, Francisco de Ortega, Pedro Porter y tal.

Extranjeros en Alaska

El rey Carlos III realizó una amplia reforma de la administración en América y designó a José de Gálvez como visitador general del virreinato de Nueva España en 1765. Al mismo tiempo, se tenían noticias de que los rusos habían descubierto las islas Aleutianas y reconocido las costas norteñas de Asia y América con el propósito de comerciar con las pieles.

Además, la zarina Catalina II la Grande (1762-1796) había autorizado nuevas expediciones al extremo noroccidental de América, por lo que la Corona española se alarmó y el secretario de Estado de Marina e Indias, Julián de Arriaga y Ribera, remitió una orden a Antonio María de Bucareli, a la sazón virrey de Nueva España, para que despachara expediciones.

Primera expedición

La fragata Santiago, con 85 hombres a bordo, partió en 1774 del puerto de San Blas al mando de Juan Pérez Hernández y llegó con dificultad al paralelo 54º 40’ N, punta noroeste de la isla Langara, que estaba por debajo de los 60º N exigidos por el virrey. El explorador no consiguió reconocer la zona ni dibujar mapas de la costa debido al rigor del tiempo, pero sí contactó con los naturales.

El embajador español en Moscú, Francisco Guillermo de Lacy (1772-1779), confirmó la presencia rusa en el litoral, de modo que el ministro de Indias, José de Gálvez, envió otra expedición allí para defender los derechos españoles.

Alaska y noroeste de América. Elaboración propia.

Segunda expedición

Al frente de la segunda expedición se puso Bruno de Heceta con una flota compuesta por Santiago, la goleta Sonora, mandada por el teniente Juan de la Bodega y Quadra, oficial mexicano, y San Carlos, que se perdió en el océano. Zarparon del puerto de San Blas en marzo de 1775 y llegaron hasta los 48º N, cerca del estrecho de Juan de Fuca, estado de Washington.  

En la amplia playa desembarcaron varios hombres y tomaron posesión oficial de ella para el Reino de España. El comandante denominó al lugar «ensenada de Bucareli» en honor al virrey.

El recibimiento de los indígenas fue amistoso; sin embargo, cuando Bodega –desde la goleta Sonora encallada en un banco de arena– envió un bote a la costa con siete soldados en busca de agua dulce y leña, estos fueron atacados por los indígenas. Los disparos de los españoles fueron estériles por la distancia lejana a la playa. 

Navegaron hacia el norte en condiciones extremas por el frío, los vientos y las enfermedades. El escorbuto fue la enfermedad más acusada, imposible de paliar por aquellos pagos. Heceta decidió regresar a Nueva España, si bien el teniente Bodega trató de cumplir la misión. Desplegó las velas de Sonora y prosiguió hasta Sitka (Alaska), con latitud 57º 03’ N. Bodega reconoció el terreno y no encontró a los rusos, por lo que decidió poner rumbo al sur.

La hazaña de Bodega y sus hombres fue encomiable. Navegaron en una goleta de 11 metros de eslora, pequeña y complicada de maniobrar; las fuerzas estaban al límite por falta de alimentos y las enfermedades. Solo Bodega y el piloto Francisco Antonio Mourelle consiguieron mantenerse en pie para conducir la nave y achicar el agua de la embarcación.

Llegaron al puerto de Monterrey y ni un solo hombre pudo salir de Sonora sin ayuda. Todos estaban abatidos, ateridos, enfermos. Viajaron a San Blas para dar cuenta al virrey y al monarca Carlos III. Lo conseguido por el teniente Bodega fue épico. Logró demarcar la costa norte de América para incorporarla al territorio español.

Nuevas noticias anunciaban que la expedición de James Cook había arribado a la costa noreste del Pacífico, por lo que Gálvez organizó un viaje para capturar al inglés. Los tenientes Ignacio de Arriaga y Bodega se pusieron al frente de esa expedición con dos fragatas. Alcanzaron la península de Kenai, con 60º 30’ N, y tomaron posesión el 2 de agosto de 1779. Entretanto, el navegante inglés había muerto en el archipiélago de Hawái.

Tercera expedición

Corridos unos años, el científico y explorador francés La Pérouse llegó al puerto de Monterrey y enseñó a los españoles un mapa de Alaska con cuatro asentamientos rusos. Eso preocupó a los oficiales y enseguida se organizó una expedición española al mando de Esteban José Martínez y Gonzalo Lope de Haro, con José María Narváez como piloto. 

En mayo de 1788 llegaron a la bahía del príncipe Guillermo (Alaska) y descubrieron a los comerciantes rusos. El piloto Narváez fue el primero que contactó con ellos en la bahía de Tres Santos (isla de Kodiak) y se enteró de que los ingleses pretendían establecerse en la bahía de Nutca. 

El virrey Flórez despachó una comisión compuesta por dos barcos al mando de Martínez para tomar la bahía, y en Nutca avistó dos barcos americanos y un inglés privado. Atacaron al inglés y a otro del mismo país que fondeó después, y los llevaron al puerto de San Blas.

A la vez, en Nutca establecieron una base española permanente. Construyeron el Fuerte de San Miguel al sur de la isla de Nutca y el Baluarte de San Rafael en un peñón cercano.

Incidente en Nutca

Los hechos anteriores dieron lugar a un grave incidente entre España y Gran Bretaña. Los anglosajones exigieron la devolución de las embarcaciones, una satisfacción justa por los apresamientos y la soberanía de la bahía de Nutca; España, por otra parte, no estaba muy fuerte entonces por la muerte del rey Carlos III, ni podía recibir ayuda de Francia debido a una Revolución acaecida recientemente. 

Fuerte de San Miguel en Nutca (1793)

Por fin, las dos partes de la contienda llegaron a un acuerdo en el Tratado de El Escorial por el que se fijaban los límites territoriales de Nutca. Los comisionados fueron George Vancouver y Juan de la Bodega. La Primera Convención de Nutca tuvo lugar en 1792, en donde los comisionados decidieron remitir el acuerdo a sus respectivos gobiernos. Surgieron discrepancias. Se celebró una Segunda Convención en la que se indemnizó al perjudicado, John Meares, por el apresamiento de sus barcos. Por último, en 1794, durante la Tercera Convención de Nutca, acordaron que ambas partes abandonaran la isla de Nutca y ninguna fuera soberana.

El 2 de abril de 1795 arriaron sus Banderas.

Otras expediciones

En paralelo a esos acontecimientos se realizaron varias expediciones al Pacífico y, entre otras, citamos las de Alejandro Malaspina y José de Bustamante (1789-1794), que dieron nombre al glaciar Malaspina en Alaska y contactaron con los indígenas Tlingit; Dionisio Alcalá Galiano y Cayetano Valdés recorrieron la isla de Vancouver; Salvador Fidalgo construyó el fuerte Núñez Gaona y puso nombres a la bahía de Cordova (con «v» y sin tilde) y el puerto Valdez (Valdés); Manuel Quimper navegó por el estrecho de Juan de Fuca; Jacinto Caamaño describió la costa sur de Nutca (1792) y asignó topónimos españoles; y, finalmente, Francisco de Eliza, Juan Martínez y Zayas reconocieron la desembocadura del río Columbia, el estrecho de Juan de Fuca y la bahía de San Francisco.

Legado español en Alaska

La presencia española en Alaska se mantuvo durante veinte años de manera intermitente, con expediciones que permitieron alcanzar la península de Kenai y superar los 60º de latitud norte, objetivo propuesto por el virrey de Nueva España. Ahora bien, el periodo de permanencia se redujo a seis años, con la construcción del Fuerte de San Miguel y el Baluarte de San Rafael.

Destacamos la convivencia pacífica de los españoles con los nativos, en general, y la huella dejada en la toponimia del territorio. Todavía se conservan los nombres del glaciar de Malaspina, las ciudades y puertos de Valdez y Cordova, las islas de Revillagigedo (virrey de Nueva España 1789-1794) y Zayas (en Columbia Británica), los fuertes de San Miguel y Núñez Gaona, el estrecho de Juan de Fuca y las islas de Quadra y Flores.

El arriado de la Bandera española fue el final de la presencia de la Corona en Alaska y el norte del océano.

Es verdad que la Tercera Convención permitía la presencia de Gran Bretaña y España en la bahía de Nutca, pero solo se efectuó una en 1796. Poco después, la Corona española estuvo preocupada por la batalla de Trafalgar (1805) y la invasión napoleónica (1808-1814). (Jose Garrido Palacios)

Bibliografía

  • ARMILLAS, VICENTE, J. A. (ed.): VII Congreso Internacional de Historia de América 1996. España en América del Norte. Actas T. II. DGA. Zaragoza, 1998.
  • CARDELÚS, B.: La huella de España y de la cultura hispana en los Estados Unidos. Centro de Cultura Iberoamericana. Madrid, 2008.
  • FERNÁNDEZ-ARMESTO, F.: Nuestra América. Una historia hispana de Estados Unidos. Galaxia Gutenberg. México DF, 2014.
  • GARRIDO PALACIOS, J.: Conjura en Nueva España. Adarve. Madrid, 2021.
  • MARTÍNEZ LÁINEZ, F. y CANALES TORRES, C.: Banderas lejanas. Edaf. Madrid, 2019.

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