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Hernando de Soto, el primer europeo que descubrió el río Misisipi y uno de los grandes exploradores españoles en el Nuevo Mundo

Descubrimiento del Misisipi por H. de Soto. William H. Powell (1853). Capitolio de Estados Unidos
Descubrimiento del Misisipi por H. de Soto. William H. Powell (1853). Capitolio de Estados Unidos

En 2025 se cumplen 525 años del nacimiento de Hernando de Soto en la provincia de Badajoz, protagonista estelar del descubrimiento del río Misisipi, el segundo de mayor longitud en América, y conquistador de las tres Américas, pues estuvo explorando tierras en los tres territorios.

El septentrión americano era un espacio desconocido y sugerente para los conquistadores. Ponce de León, Gordillo, Gómez, Vázquez de Ayllón y Cabeza de Vaca son algunos de los que estuvieron allí antes que De Soto; y todos anhelaban descubrir ciudades tipo Tenochtitlán o Cuzco y emular a Hernán Cortés o Francisco Pizarro.

El pacense era hijo de hidalgos, segundón, y desde su mocedad quiso ir al Nuevo Mundo. Así, cuando contaba catorce años y escasamente disponía de un escudo y una espada, se embarcó rumbo a Panamá con el gobernador Pedro Arias Dávila (Pedrarias). Intervino como capitán de caballería en los descubrimientos de Honduras y Nicaragua en 1523 y destacó como jinete y guerrero.

Con todo, lo que mayor prestigio le proporcionó fue la conquista del Perú con Francisco Pizarro. Fue uno de los artífices de la captura del Inca Atahualpa en la batalla de Cajamarca el año 1532, con el que llegó a tener gran amistad; y formó parte de las fuerzas que tomaron Cuzco, sede imperial de los incas. En 1536, se retiró del Perú después de perder la confianza de Diego de Almagro.

De Soto regresó a España con fama y dinero obtenido en el reparto de Cajamarca y se desposó con Inés de Bobadilla, hija de Pedrarias, una de las familias ilustres de Castilla. Leyó las obras de Cabeza de Vaca y pensó que él podría encontrar más honores en Florida. Con ese fin, el rey Carlos I le nombró adelantado, marqués del territorio que conquistara, capitán general y gobernador de la isla de Cuba.

Expedición a Florida

El adelantado puso en venta parte de sus bienes y preparó un viaje a las Indias. Zarpó el 6 de abril de 1538 de Sanlúcar de Barrameda con una flota de 11 barcos, dotada de 800 hombres, 200 caballos, una piara de cerdos, armas y municiones. Hizo escala en Santiago de Cuba y permaneció unos meses, luego delegó la gobernación en Juan de Rojas. En mayo de 1539 partió de Santiago y el 1 de junio arribó a la bahía que llamó Espíritu Santo, hoy Bradenton, al sur de Tampa. Desembarcó y tomó posesión del lugar en nombre del rey de España. 

Los indios atacaron a los recién llegados y estos les hicieron frente y los derrotaron. Uno de los sobrevivientes fue el sevillano Juan Ortiz, quien se presentó al adelantado y le sirvió de guía durante la exploración. Le explicó que llevaba once años cautivo de los indios uzita e incluso el cacique Hirrihiagua quiso quemarle en una hoguera; mas la mediación de su esposa e hijas lo evitaron.

El conquistador despachó dos bajeles a Cuba para aprovisionarse y dejó en la bahía del Espíritu Santo a 80 personas y 40 caballos, amén de barcos para recorrer la costa de Florida. La tropa restante se dirigió al noreste de la península. Cruzó zonas pantanosas infestadas de insectos, selvas y ríos; y con frecuencia era atacada por los indios. Otra dificultad sufrida en su recorrido fue la escasa comida disponible, a veces complementada con raíces, bellotas y frutas silvestres.  

En Ocali, a veinte leguas de la salida, y Ochile, los indios estaban al mando de Vitachuco, quien fingió amistad con los españoles para emboscarlos. Tenía preparados 10.000 nativos divididos en dos grupos: uno al oeste oculto detrás del monte, y el otro al este con las armas escondidas entre la vegetación. De Soto, desconfiado desde el principio, propuso al cacique enseñarle cómo luchaban los españoles y este aceptó. Hubo una dura batalla en la que se causaron bajas, huidas despavoridas y cautivos, incluido Vitachuco. El conquistador le perdonó la vida.

Mapa: Rutas de Hernando de Soto y Luis de Moscoso en Estados Unidos. Elaboración propia.

Apalaches

La hueste penetró en la provincia de Apalache, y en Anhaica (cerca de Tallahassee) pasó el invierno. Continuó en dirección al noreste hasta alcanzar Cofitachequi (próximo a Camden, Carolina del Sur), tierra de amables cheroquis y de sorpresas. Allí, el adelantado conoció a una gobernadora transportada en andas con dosel y lujosamente ataviada. Lo recibió cortésmente y le regaló ricas joyas, especialmente perlas de agua dulce.

Ella se quitó un collar de perlas que llevaba puesto y lo colocó en el cuello de Hernando de Soto. Enseñó también hachas, abalorios y un rosario de soldados de Lucas Vázquez de Ayllón. En el intercambio de obsequios, el jefe entregó un rubí que portaba para agradecer el collar de perlas y los hombres se llevaron veinte arrobas de perlas.

Conflictos en Mauvila

Prosiguieron la marcha hacia occidente. Atravesaron los montes Apalaches y penetraron en Alabama; y en ese recorrido solo encontraron yacimientos de cobre. En Coza (actual Coosa), la expedición fue invitada a quedarse a pasar el invierno, pero el jefe declinó la invitación porque quería llegar al puerto de Achusi (actual Pensacola).

Llegaron a Mauvila (hoy Mobile), a orillas del río Alabama, territorio de Tascalusa (o Tuscaluza), cacique de fieros choctaw y artes aviesas. Ofreció oro y riquezas, y con ese pretexto los acercó a Mauvila. Los dos jefes montados a caballo con 150 infantes y 100 jinetes elegidos penetraron en el interior del pueblo fortificado. En el exterior se quedó el resto de la fuerza. A pesar de que el capitán Moscoso previno de que era una trampa, De Soto decidió seguir en compañía del anfitrión.

Sin aviso alguno, los nativos lanzaron una lluvia de flechas y se desencadenó un crudo combate. El jefe y unos infantes descabalgaron y forzaron las puertas de acceso al recinto. Las abrieron a golpes de hacha. Las mujeres flechaban a los españoles desde las terrazas o azoteas de los edificios, al tiempo que los infantes los incendiaban. Los indios intentaron huir del recinto por el fuego, mas se encontraron con el contingente de reserva.

El adelantado fue capturado por los nativos y socorrido por su tropa. Una flecha se clavó en su pierna. Se produjeron ingentes bajas, incluido Tascalusa, así como 83 personas, 45 caballos, enseres, el baúl de perlas y remedios para curar a los heridos. Mauvila fue destruida.

El Misisipi

El explorador era partidario de fundar dos ciudades en Florida, y esa idea se la transmitió a sus hombres. Antes bien, ellos deseaban volver a casa o a Cuba. Ante la reticencia de estos, De Soto continuó la marcha hacia el poniente, aun cuando podría haber ido al golfo de México.

En primavera, las fuerzas se dirigieron camino de occidente y más allá de Alibamo encontraron el poblado de Chisca, emplazado en el borde de un inmenso río, el de mayor caudal que nunca habían visto, y por eso lo llamaron río Grande o Gran Río del Espíritu Santo, más tarde Misisipi. Su descubrimiento se produjo el 8 de mayo de 1541 y al adelantado le cupo el honor de ser el primer europeo en avistarlo.

El cacique del poblado quería atacar a los visitantes, pero, tras su consulta al consejo y oídas las mujeres, apostó por la paz. Eso permitió a los expedicionarios descansar seis días y buscar un vado para salvar el río. Al no encontrarlo, optaron por construir dos barcazas y emplear la navegación a vela para pasar al otro lado del cauce.

Las noticias de que el oro estaba más al oeste animaron a los acompañantes. En el estado de Arkansas pudieron contemplar a manadas de bisontes recorriendo largas distancias en unas inmensas planicies; retumbaban la Tierra y sus cuerpos imponían. De Soto recordaba lo escrito por Cabeza de Vaca.

El pacense rebasó Tula y otros lugares sin cesar los ataques indios. Estaba agotado de recorrer el interior norteamericano, así que decidió regresar y establecerse al lado del río Misisipi. Alcanzó la localidad de Guachoya (actual Ferriday), estado de Luisiana, emplazada en un cerro.

El final

Al tiempo que construían barcazas para surcar el río y llegar al golfo de México, un mosquito picó al adelantado y le produjo calenturas. Pronto se dio cuenta de que tenía malaria; la fiebre no remitía y su estado empeoraba rápidamente; por ende, su muerte sería inmediata. Llamó a consejo a sus capitanes y dejó en calidad de sucesor a Luis de Moscoso, su lugarteniente.

El 21 de mayo de 1542, Hernando de Soto murió a orillas del río Misisipi, el Río Grande del Espíritu Santo. Murió escondido, a hurtadillas de los indios porque lo consideraban inmortal, y lo enterraron en secreto. Una noche, los capitanes exhumaron su cuerpo y lo introdujeron en un tronco ahuecado. Lo ataron con cordeles y piedras y lo llevaron al centro del cauce. El cuerpo se hundió para siempre en el fondo del río.

El nuevo gobernador de Cuba y Florida, Luis de Moscoso, trató de llevar a su jefe hasta México cruzando el estado de Texas, mas encontraron muchas dificultades por la orografía del territorio y los indios hostiles. Regresaron al Misisipi, en donde construyeron unas naves y navegaron aguas abajo hasta su desembocadura en el golfo de México. Costearon el litoral hacia el poniente y arribaron a la altura del río Pánuco, cerca de Ciudad de México. Al final, llegaron a esta ciudad más de trescientos supervivientes en septiembre de 1543.

Estatua de H. de Soto en Jerez de los Caballeros, su cuna, aunque otros opinan que era de Barcarrota (Badajoz)

Conclusiones

Hernando de Soto fue uno de los grandes exploradores españoles en el Nuevo Mundo. Buscaba la gloria y ciudades tipo Tenochtitlán o Cuzco, pero no lo consiguió. Sí descubrió el río Misisipi, el segundo de mayor longitud del continente americano, y recorrió diez estados de Norteamérica, con sus etnias, costumbres y actitudes. Asimismo, es considerado el conquistador de las tres Américas por su participación en los tres territorios en su larga estancia en las Indias. La huella del explorador De Soto en Estados Unidos es inmensa; verbigracia en el Memorial Nacional en Bradenton (Florida), ciudades, cataratas, puentes, escuelas y en la marca de un automóvil. Jose Garrido Palacios. (Teniente coronel del ET (R) Doctor en Filosofía y Letras / AEME)

Bibliografía

BRAVO, C.: Hernando de Soto. Protagonistas de América, n.º 46. Titivillus. epublibre. Madrid, 1987.

CARDELÚS, B.: La huella de España en la cultura hispana en los Estados Unidos. CCI. Madrid, 2007.

GARRIDO PALACIOS, J.: Los Pizarro en el imperio inca. Difundia Ediciones. Madrid, 2023.

INCA GARCILASO DE LA VEGAHistoria del adelantado Hernando de Soto. Oficina Real. Madrid, 1723.

FERNÁNDEZ DE OVIEDO, G.: Historia general y natural de las Indias. Biblioteca de Autores Españoles. Madrid, 1992. 


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