Hace muchos años que nos hacemos eco de la contribución de la industria de defensa y aeroespacial a la sociedad en su conjunto, sobre todo por su efecto tractor en la economía y su alta tecnología. No lo decimos nosotros, lo defiende el Ministerio de Defensa y la Secretaría de Estado de Defensa a través de su Estrategia Industrial de Defensa, las principales patronales del sector y los datos puros y duros.
Conocemos su aportación en términos de generación de riqueza, apuesta por la innovación, puestos de trabajo de alta cualificación y mayor remuneración que la media, su cadena de proveedores locales o directamente de porcentaje del PIB. A esto hay que sumar su papel vertebrador y de cohesión territorial.
Hace algún analizamos la dura realidad a la que se enfrentan los empresarios emprendedores a la hora de poner en marcha una fábrica de armas o de piezas relacionadas en nuestro país. Ahora analizaremos el papel clave de la banca, sobre todo en el caso de las pequeñas y medianas empresas o PYMEs.
Autonomía europea
En los últimos años, la necesidad de que Europa invierta más en su propia defensa ha quedado clara. Lo ha vuelto a afirmar de manera rotunda, la administración Trump, y la situación no ha cambiado. Si algo ha dejado claro el panorama geopolítico actual es que Europa no puede seguir dependiendo exclusivamente de aliados externos para garantizar su seguridad. En España, esta necesidad de invertir más en defensa es aún más apremiante. Sin embargo, todos sabemos que este reto será costoso y complicado en muchos sentidos.
Uno de los obstáculos más significativos a los que nos enfrentamos es la propia burocracia y la complejidad de los procesos de contratación de las Fuerzas Armadas. Este sistema tan complicado y laberíntico hace que las pequeñas empresas, que a menudo son las más innovadoras, tengan muchas dificultades para captar contratos. El entorno favorece, en gran medida, a las grandes empresas del sector, que tienen los recursos suficientes para navegar por los intrincados procesos de licitación. Las principales empresas nacionales cuentan con vínculos estrechos con la Administración y son capaces de afrontar los desafíos que conlleva competir por contratos importantes en el sector de la defensa.
Sin embargo, la realidad es que son las empresas más pequeñas las que están impulsando la innovación más rápidamente. En un mundo donde los avances tecnológicos no cesan, la capacidad de estas empresas para desarrollar soluciones innovadoras es más crucial que nunca. Mientras tanto, empresas más grandes y establecidas a menudo se ven limitadas por su tamaño y sus estructuras más rígidas, algo que hemos analizado por ejemplo en el caso de los proyectos especiales.
Esta disyuntiva pone a Europa en una situación difícil, especialmente cuando se habla de la guerra en Ucrania, un claro ejemplo de cómo la resiliencia y la inventiva pueden marcar la diferencia. Ucrania está sobreviviendo no solo gracias a su valentía y sacrificio, sino también a la capacidad de empresas pequeñas para proporcionar soluciones rápidas y adaptadas a las circunstancias.
Otro factor que está afectando negativamente a las pequeñas empresas del sector defensa es el comportamiento de las instituciones financieras. A nivel europeo, el propio Banco Europeo de Inversiones se activó para financiar el sector, con especial énfasis en el papel de las PYMEs
Sin embargo, los bancos y las aseguradoras españolas, instituciones que existen gracias a la protección que las fuerzas de defensa de Europa brindan, están mostrando una falta de apoyo cuando se trata de financiar a empresas del sector defensa y doble uso. Las políticas de ESG (por Environmental, Social and corporate Governance o medioambientales, sociales y de gobernanza) adoptadas por muchas entidades financieras dificultan enormemente que las pequeñas empresas reciban el respaldo necesario para crecer. En lugar de promover el desarrollo de empresas que son cruciales para la seguridad de Europa, estas políticas están poniendo barreras, creando un ambiente financiero hostil para las empresas del sector.
El desafío se intensifica aún más si consideramos la urgencia de aumentar nuestra capacidad de fabricación de material de defensa. Este objetivo es imprescindible si Europa quiere asegurar su autonomía y capacidad defensiva en el futuro. Sin embargo, lograrlo sin el apoyo del sector bancario parece casi imposible. Si el Gobierno no actúa de manera proactiva para apoyar a las empresas de defensa mediante programas de financiación directa que les permitan escalar su producción, el objetivo de tener una Europa más autosuficiente y preparada para enfrentar amenazas externas se desvanecerá.
Lo más triste en que en muchas ocasiones esta financiación se requiere para poner en marcha contratos ya obtenidos, es decir, no siempre hay problemas de financiación “estructural” en la empresa, sino que se requiere circulante para la adquisición de materias primas (mercado a su vez muy tensionado), ampliar instalaciones o maquinaria especializada para ampliar la capacidad productiva o contratar personal adicional. Se trata de créditos que se reintegrarán con relativa rapidez una vez se hayan podido entregar los productos o servicios contratados y por los que los bancos recibirán su correspondiente interés.
En este momento crítico, debemos preguntarnos: ¿seguiremos permitiendo que lo "políticamente correcto" nos limite? Si no cambiamos la perspectiva y actuamos con rapidez, lo que podría haber sido una oportunidad de fortalecimiento para Europa se convertirá en un fracaso. La clave está en fomentar la innovación, apoyar a las empresas emergentes del sector y facilitar su acceso a la financiación necesaria para cumplir con los objetivos de defensa. De lo contrario, la falta de acción nos llevará a la derrota. (Ismael Pizarro)
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