A estas alturas del sangriento ataque de Hamás a Israel, el 7 de octubre de 2023, la mayor parte de la información de que se dispone señala que Irán tenía conocimiento del ataque, posiblemente ayudó a Hamás a organizarlo y prepararlo y, con absoluta seguridad, proporcionó a la milicia islámica gran cantidad de armamento y material durante largo tiempo.
El pasado viernes, 4 de octubre, el ayatolá y líder supremo de Irán, Alí Jamenei, en una insólita alocución ante una multitud en Teherán, junto con un fusil, consideró legítimos los recientes ataques con misiles lanzados por Irán contra Israel, y llamó a la unidad de los países musulmanes ante el enemigo común, desde Afganistán hasta Yemen y desde Irán hasta Gaza y Líbano.
En realidad, con esta declaración Jamenei daba carta de naturaleza a que la inicial guerra local de Hamás contra Israel haya alcanzado ya una escalada regional en la que están involucrados todos los países de Oriente Medio, con la posibilidad de que se convierta en un conflicto internacional en la que participen varias potencias ubicadas fuera de la zona, pero con importantes intereses en ella.
Israel e Irán llevan años enzarzados en una rivalidad geopolítica sangrienta, concretamente desde la llamada Revolución Islámica de los ayatolás, en 1979, cuya intensidad fluctúa en función del momento geopolítico. Antes de esa fecha, la relación entre ambos países eran cordiales. De hecho, aunque Irán se opuso al plan de partición de Palestina que desembocó en la creación del estado de Israel en 1948, fue el segundo país islámico en reconocerlo, solo después de Egipto.
Pero el nuevo régimen de los ayatolás rompió las relaciones con Israel, ya que quería proyectarse como una potencia panislámica, y reivindicó la causa palestina como propia. En Israel, las hostilidades hacia Irán no empezaron hasta la década de 1990, pues antes se percibía como una mayor amenaza regional al Irak de Sadam Hussein.
En la actual situación geopolítica en que nos encontramos, caracterizada por un desorden mundial en el que las grandes potencias y las potencias emergentes están librando una competición geoestratégica implacable, el gran dilema geopolítico de Oriente Medio exige una solución inmediata, en tanto que el otro gran dilema del Intermarium - el istmo entre el mar Báltico y el mar Negro -, donde se está desarrollando la guerra de Ucrania, constituye el verdadero talón de Aquiles de la arquitectura de la geopolítica internacional del siglo XXI.
Irán ha pasado de ser un pivote geopolítico, cuya importancia se deriva de su situación geográfica sensible y de su condición de potencial vulnerabilidad, a constituirse en un jugador geoestratégico con capacidad y voluntad nacional de ejercer poder e influencia más allá de sus fronteras, utilizando fundamentalmente la coalición del Eje de Resistencia Islámica (ERI), para alterar el estado actual de las cuestiones geopolíticas.
El Eje de la Resistencia Islámica conforma una coalición político-militar de gobiernos y milicias paramilitares respaldadas por Teherán que tienen como enemigo común a Estados Unidos y a Israel. Sus componentes son Irán, Siria, Hezboláh en Libano, Hamás en Gaza, la Yihad Islámica en Cisjordania, Organización Badr, Kataeb Hezbolah y Asab Ahl al Haq en Irak, y los huties en Yemen.
En la nueva concepción de Oriente Medio que hizo el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en la presentación que hizo en la ONU, el pasado 27 de septiembre, declaró que las únicas dos opciones de futuro que tiene Oriente Medio y por extensión el mundo, consisten en el eje del bien y el eje del mal, literalmente llamados el de la bendición y el de la maldición.
Netanyahu manifestó que Israel está trabajando con sus socios para construir la infraestructura de un puente terrestre, entre el Océano Indico y el Mar Mediterráneo, que conecte Asia y Europa. Es el eje de la bendición. Mientras que Irán ha creado e impuesto un arco maligno entre los mismos lugares, donde ha cerrado las vías navegables internacionales y ha cortado el comercio. Es el eje de la maldición.
La actual política exterior de Irán se integra en dos pilares. Por un lado, la capacidad nuclear militar latente que le proporciona la disuasión deseada en el próximo futuro y, por otro, el despliegue de los componentes de la red del ERI mencionada, considerados como proxis, que permiten desarrollar operaciones en el exterior dirigidas, principalmente, contra Israel.
En este teatro de operaciones, Israel ha adoptado la estrategia de líneas interiores, en tanto que Irán se ha definido por la estrategia de líneas exteriores, basada especialmente en sus próxis. Mientras que las FDI israelíes pueden acudir rápidamente a cualquier lugar del territorio sionista para defenderlo, Irán y sus aliados emplean largo tiempo en desplegar sus fuerzas de ataque.
En el momento de escribir estas líneas la guerra continúa no solo en Israel, Gaza y Líbano, sino también en los territorios de los componentes del ERI, incluido Irán. Después del ataque con misiles y drones de Irán a Israel, del pasado 1 de octubre, el estado sionista podría fijar como objetivos las bases militares, las instalaciones petroleras o, incluso, las instalaciones nucleares iraníes. En los dos últimos casos, la situación en Oriente Medio afectaría fuerte y gravemente a la seguridad y estabilidad mundial.
No cabe duda de que Israel puede continuar la guerra de alta intensidad que está llevando a cabo gracias al apoyo político, diplomático y, especialmente, militar de Estados Unidos. Por otro lado, Irán está apoyado política y diplomáticamente por China y por Rusia. A nivel internacional Estados Unidos está perdiendo influencia y prestigio, particularmente ante el llamado Sur Global, ya que el relato que se vende continuamente en las redes sociales está de parte de los palestinos, sin apenas nombrar a las milicias terroristas.
Al comienzo de la guerra en Gaza, los objetivos de las Fuerzas Armadas de Israel eran, fundamentalmente, tres: acabar con Hamás, liberar a los secuestrados y garantizar que Gaza deje de ser una amenaza. Un año después, y con independencia de que ahora tiene los nuevos objetivos de eliminar a Hezbolah y de neutralizar a Irán, lo único evidente ha sido el desmantelamiento de la mayor parte de la infraestructura militar de Hamás y la liberación de un centenar y medio de secuestrados.
La actual escalada del conflicto, es decir, la guerra entre Israel e Irán, que está implicando a todos los actores de Oriente Medio, no se ha podido evitar. Ha fallado la diplomacia, la ONU, las instituciones internacionales y los gobiernos regionales y globales con mayor influencia en la región como Estados Unidos, Egipto o Qatar, que han estado continuamente negociando la posibilidad de una tregua o alto el fuego. Otros actores con importantes intereses y ascendencia en el área, como China y Rusia, han estado ausentes.
Por último, la lógica de la guerra indica que la ecuación geopolítica de la seguridad en Oriente Medio, exige una mayor flexibilidad y generosidad entre los diferentes actores de la región que viven en un continuo enfrentamiento. Para ello, es imprescindible que participe en la solución a esta arriesgada escalada regional la gran diplomacia de las grandes potencias e instituciones internacionales, bajo el paraguas de Naciones Unidas, para impedir drásticamente una peligrosa escalada internacional. Es el único camino para alcanzar la paz en el área. (GD (R) Jesús Argumosa Pila, Asociación Española de Militares Escritores)