En el año 2025, España ha vuelto a prorrogar sus Presupuestos Generales del Estado ya, que el Gobierno ha antepuesto otros intereses a consensuarlos. Por mucho que nos digan, aprobar presupuestos anuales debería ser obligatorio y, si no, deberíamos actuar como en Estados Unidos y cerrar el gobierno el 1 de enero, pero si no hay coste, ¿para qué renunciar a seguir en el Gobierno prorrogando presupuestos, aunque medio país se paralice?
Sin embargo, la economía continuará con una senda de crecimiento sostenida en 2025, de manera que el Producto Interior Bruto español para el año que ya estamos ascenderá a unos 1.650.000 millones de euros. Para una economía en crecimiento, la ausencia de presupuestos es un hándicap mucho mayor.
Esto significa que, con el actual presupuesto del Ministerio de Defensa de 14.074 millones de euros, estaremos en 2025 en gasto por debajo del 1 por ciento del PIB (0,86). Si queremos maquillar las cuentas para poder asistir a las reuniones internacionales con cierta dignidad, podríamos sumar a esta cantidad los préstamos del Ministerio de Industria para nuevos programas especiales, como si nunca se fueran a devolver, el presupuesto de la Guardia Civil y las pensiones de los jubilados militares.
Con todo, esta cantidad, que se acercaría al concepto OTAN de gasto, estaríamos en torno a los 20.000 millones, es decir, el 1,21 por ciento del PIB. Esto significa que para alcanzar el 2 en Defensa en el año 2030, en el que el PIB bruto se estima que estará cerca a los 2 billones de euros, deberemos tener un presupuesto de 40.000 millones de euros, es decir, el doble del actual.
Para que España pueda alcanzar esta contribución del 2 por ciento debe plantearse inicialmente para qué necesita y quiere gastarlo. La razón más evidente es la amenaza internacional y la participación de España en las organizaciones occidentales de defensa. Formar parte de un club exige asumir la cuota correspondiente y, por tanto, con independencia de a qué se dedique, está claro que España debe contribuir a la seguridad occidental con esta cantidad de recursos.
Pero de poco serviría hacer esta inversión si no se hiciera de forma eficiente. Para ello es necesario determinar cuáles son las necesidades de nuestra Defensa, que están basadas en cuáles son nuestras ambiciones y cuál es el plan para gestionar un presupuesto de Defensa que será infinitamente mayor del que hemos tenido en toda nuestra historia.
Esto implica que las maneras de gestionar, de planificar, de decidir las prioridades los programas deben evolucionar drásticamente. Las propias prioridades en sí deberán cambiar sustancialmente para justificar este incremento del gasto, lo que implicará una detracción en otros gastos del propio Gobierno.
No se trata de sacar dinero de una chistera sino de priorizar necesidades y, si vamos a duplicar el gasto en Defensa, es necesario tener claro hacia dónde queremos ir con un incremento del gasto que detraerá recursos de otras prioridades también importantes, que deberán ser descritas a los ciudadanos. En primer lugar, debería permitir un incremento de los efectivos militares. No tiene sentido gastar 40.000 millones de euros en Defensa para tener unas Fuerzas Armadas de 120.000, efectivos, con lo cual un primer requerimiento sería incrementar el pie de fuerza a los 150.000.
Para conseguir esto y, además, una mejor preparación de nuestras Fuerzas Armadas, necesitaríamos dedicar una parte sustancial de estos recursos adicionales a los incrementos de sueldos y a los nuevos efectivos. Si tomamos estos 20.000 millones de subida, al menos unos 3.000 millones deberían ir a aumentos de salarios y otros 1.500 millones al incremento del pie de fuerza. Esto nos dejaría 15.500 millones de euros para aplicar a otros conceptos de gasto. No cabe duda que una fuerza mejor preparada necesita de más entrenamiento.
Por tanto, los recursos que deberían destinarse a preparación, maniobras, entrenamiento y formación y así como a gastos corrientes asociados a una mayor actividad deberían sufrir un alza muy notable, que podría agotar otros 3.000 millones de euros anuales. Esto nos deja alrededor de 12.500 millones al año para inversiones.
Cómo distribuir esta cantidad de recursos de inversiones para satisfacer las necesidades de nuestra Defensa es un tema complejo. Deberíamos definir en primer lugar si la industria española tiene capacidad para absorber esta cantidad y qué necesitaría de formación e inversiones para poder satisfacer en un alto grado estos requerimientos.
Esto implicaría una inversión sustancial en la industria de defensa a través de programas de investigación, desarrollo e innovación. No se trata sólo de asignar recursos, sino de determinar prioridades y capacidades tecnológicas de futuro que deberían estar en poder de nuestra industria de defensa. Asimismo, en caso de adquisiciones en el exterior, hay que determinar cuáles deben satisfacerse con programas multilaterales o adquirirlos a otros países y qué retorno industrial vamos a exigir. Al menos 2.000 millones anuales deberían dedicarse a este objetivo.
Un segundo aspecto añadido al anterior sería la adquisición de nuevo material que debe incrementar significativamente la capacidad de combate de nuestras fuerzas para una mayor protección de nuestro territorio contra amenazas externas y que debe permitir una mayor proyección en escenarios lejanos con rapidez y eficacia. Esto exigiría un presupuesto anual adicional al actual de 8.000 millones.
A estos dos objetivos fundamentales debe añadirse un aspecto fundamental, que es el sostenimiento de los equipos. No basta con adquirir material, es necesario que esté a unos niveles de operatividad altos y esto exige dedicar cuantiosas inversiones al mantenimiento de buques aeronaves y vehículos, que debe ser realizado de forma profesional y basado en disponibilidad, en el cual las empresas puedan abordar las inversiones necesarias para ofrecer a las Fuerzas Armadas una alta disponibilidad y una gran capacidad de reparación en tiempos muy cortos. Esto demandaría un presupuesto de 2.000 millones. Por último, la defensa mira el futuro.
Esto significa que no se diseña para atender las necesidades de seguridad de hoy, sino las que podrían surgir en los peores escenarios y esto nos obliga a tener una capacidad industrial residente no productiva, especialmente en campos como munición, explosivos y ciertos repuestos de una alta rotación. Es necesario, por tanto, que los recursos del Ministerio de Defensa permitan satisfacer y mantener esta capacidad durmiente para ser activada en caso de necesidad, lo que implicaría unos 500 millones anuales.
Ha llegado la hora de que España haga un plan, que el Gobierno presente un extenso y completo documento de incremento del gasto militar anualizado que establezca cuáles son sus prioridades y los objetivos y cómo va a poder medirse la eficacia en su consecución, sin depender de negociaciones presupuestaras anuales.
Si no tenemos claro para qué queremos la Defensa, si no tenemos claro que vamos a tener nuevas ambiciones y que para ello son los enormes incrementos, nos podemos ahorrar todo el aumento militar, nos salimos de las organizaciones internacionales y quedamos al pairo de lo que decidan nuestros enemigos sobre qué hacer con España y con nuestra seguridad. (Enrique Navarro. Presidente MQGloNet)
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