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Lunes, 9 de septiembre de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

La batalla de las percepciones: El paradigma de La Legión y Mena

En el siglo II A.C. se estableció  que la duración máxima de un legionario en activo fuese de dieciséis campañas, su equipamiento básico eran unas sandalias y un morral, que sujetaba a su espalda con unas bandas que de los hombros pasaban a su cintura. Sus armas solían ser una espada, un par de jabalinas, casco, armadura y escudo.

Su mayor fortaleza, era la disciplina y el constante entrenamiento, frente a sus enemigos debían ser altamente precisos. Además de las buenas capacidades en la batalla, debían estar preparados para las tareas de construcción, que iban desde la puesta a punto de sus  campamentos, hasta las más complejas obras de ingeniería como los acueductos, puentes y caminos.

Así pues, podemos constatar que desde hace más de dos mil años, ya desde su origen, los legionarios y por ende los militares, han servido a la sociedad civil, no solo en la defensa de los intereses de la nación contra los ataques enemigos,  sino también con la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos. Es de gran importancia poner en valor el origen militar de todas estas infraestructuras, cuyo legado permanece bien visible hasta nuestros días.

De la época romana, sus murallas, fortalezas y acueductos vamos a dar un salto en el tiempo a otra forma de arte; el religioso. Este año en agosto, se cumplen 395 años del nacimiento, en 1628, de Pedro de Mena y Medrano, oriundo de Granada que murió en Málaga en octubre de 1688.

Este genio andaluz fue un famoso escultor del barroco español, tenía un taller en la ciudad malagueña donde permaneció por una treintena de años hasta su muerte. Es el responsable entre otras maravillas de la sillería del coro de la Catedral de Málaga,  una obra digna de ver y admirar.

Destacó, en imaginería religiosa por el realismo de sus rostros, en torno al 1660, hizo una de sus obras más singulares; la  talla de un Cristo crucificado para la Iglesia de Santo Domingo de Málaga. Esta joya artística quedó destruida en 1931 en la desafortunada quema de iglesias y conventos de mayo de ese mismo año. Del original solo se conservan parte de una pierna y un pie, que custodia la Congregación del Cristo de Mena en Málaga.

En 1941, inspirado en la obra original, el escultor Francisco Palma  Burgos, realiza la talla que hoy se encuentra en la Iglesia de Santo Domingo, la misma que se procesiona cada jueves Santo, con la tradicional  llegada al puerto de Málaga de La Legión y su posterior y mítico traslado, horas antes del desfile, por las calles de la ciudad a ritmo de trompeta y tambor.

Esta pieza, tan acertadamente recuperada y reubicada en el lugar del que nunca debió salir, está vinculada oficialmente a La Legión desde 1928, por un Decreto en el que se nombró al Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas, el Protector oficial de La Legión Española. Hay un dato histórico-militar de especial relevancia, que posiblemente ayude a entender este  fuerte vínculo. Aconteció en la primera mitad del siglo XX, durante las sangrientas beligerancias del Norte de África.

Los hospitales de campaña de Málaga acogían, desbordados,  a los heridos de esta unidad de primera línea de batalla. Los caballeros legionarios eran las tropas que estaban siempre listas para afrontar la muerte: La Legión pedirá siempre siempre, combatir, sin turno, sin contar los días, ni los meses, ni los años y con este Credo Legionario tatuado en el ánimo, partían desde el puerto de Málaga hacia la guerra y a este mismo puerto regresaban muchos de ellos destrozados por los demoledores efectos de la cruenta batalla del Rif. El enemigo eran los hombres de las tribus de las montañas rocosas del norte de Marruecos.

Los legionarios no tenían miedo a morir, ellos eran los novios de la muerte, para ellos morir en el combate era el mayor honor porque no se muere más que una vez. Este cuerpo de élite, debía  reducir las incesantes bajas de los regulares,  habían sido tan numerosas, que llegaron a provocar revueltas en toda la península. Todo este drama bélico, se hizo visible y tangible entre lo cotidiano de la sociedad malagueña, se habían convertido en testigos de excepción de ese ir y venir de caballeros legionarios que siempre siempre, sin contar, ni los días ni los años, se mecían en los brazos de la muerte.

La relación de Málaga con sus ejércitos y sus creencias religiosas, no es reciente, hay  registros documentados de los desfiles de las unidades militares en esta ciudad, desde el siglo XVII. En cuanto a La Legión, me consta que desembarca por primera vez en el puerto de Málaga, para desfilar el Jueves Santo de 1930, lo hace  desde la mítica calle Larios, hasta Capuchinos, donde se ubicaba su cuartel.

Málaga es un referente de posibilidades poco probables, es el paradigma del cambio. Esta inusual liturgia de la Semana Santa, recibe cada año a cientos de miles de visitantes y es el resultado de una combinación de factores que golpean el corazón del ciudadano local y del visitante.

La pasión de sus protagonistas ha logrado que se extienda más allá de las calles de la ciudad, a pocos deja indiferente y a muchos con ganas de regresar. El Jueves Santo es una tradición heredada y transmitida de generación en generación, que ha logrado no solo mantenerse, sino aumentar de forma exponencial su  clamor popular.

La importancia de esta especial relación de La Legión en la sociedad malagueña debería ser motivo de estudio por esa simbiosis perfecta en la adaptación de tres factores;  Defensa – Religión – Sociedad Civil. Es una victoria con un historial de incansables batallas que van más allá de lo militar, es la victoria de la batalla de la supervivencia, de la batalla de las tradiciones, de la batalla de las creencias religiosas y de la batalla de las percepciones que contra todo pronóstico ha desbordado los márgenes de lo que era previsible pasando a la realidad de lo impensable.

Es un referente de éxito en una travesía larga y con un arduo camino por recorrer. Es cierto que hemos avanzado en la percepción ciudadana de nuestros ejércitos, pero a un ritmo insuficiente. Como seguramente ya saben la valoración de nuestras Fuerzas Armadas es muy alta, esta institución está sistemáticamente entre las más apreciadas por los españoles y  en 2022 se volvió a confirmar esa tendencia.

Con estos datos continuados de valoración excepcional de los hombres y  mujeres que las componen, es difícil de entender que históricamente  los presupuestos más castigados,  sean los de nuestros militares.

Es difícil de entender que en España nuestros soldados no puedan ir de uniforme por la calle. Es difícil de entender que aún se cuestione la utilidad de su labor, una labor incesante e incondicional de DEFENSA con mayúsculas puesta a disposición de  todos los españoles. La fuerza de los valores,  el liderazgo, el trabajo en equipo, el honor, la valentía, la lealtad y sobre todo, un amor incondicional a España, son atributos  comunes de los hombres y mujeres que conforman nuestras tropas por tierra, mar y aire.

Yo represento a la gran mayoría, los que  conscientes o no, nos beneficiamos en el día a día de sus acciones. Muchas veces, reflexiono ante la evidente realidad, detrás de cada hombre y de cada mujer soldado hay una familia que vive el contexto de la guerra de una forma muy diferente a la mía. Ellos comparten el sacrifico de su labor, que es más que un trabajo, es una vocación, un espíritu de servicio. Sus acciones y su misión están marcadas por el constante objetivo del mantenimiento de la paz.

Para que la importancia de la defensa sea entendida y aceptada por la sociedad, es preciso mantener un flujo constante de información. Los hechos son irrefutables y desafortunadamente, la capacidad defensiva de un país es imperativa para poder mantener el conflicto bélico lejos de sus fronteras.

Hay muchos asuntos “militares” de los que no se habla con la suficiente asiduidad y habría que normalizarlos, un ejemplo destacable es el de los retornos de la inversión en Defensa y su impacto en nuestras vidas. Nos venimos beneficiando de sus progresos tecnológicos desde hace mucho tiempo:  los GPS, el microondas, las cámaras digitales, las ambulancias, los jeeps,  la cinta adhesiva, la comida enlatada, los drones, los ordenadores, el internet, el super–pegamento, los relojes de pulsera, la penicilina…

Hay que informar más, hay que conocer mejor y hay que actuar. La inacción es una forma de derrota de la que deberíamos haber aprendido ya algunas lecciones. La inacción es la responsable de la guerra más longeva de la historia de nuestro país; la guerra del papel, que empezó en el siglo XVI con la maliciosa propaganda de nuestros enemigos, en la mejor campaña de marketing de la historia de la humanidad.

El objetivo: difamar, ensombrecer y denigrar al Imperio español, generando una distorsión de la realidad, que inexplicablemente, no solo sigue viva sino que además hemos asumido como propia por demasiados siglos.

La Leyenda Negra es una batalla  que se mantiene aún en activo. En el siglo XXI esto es inconcebible, los medios para desactivarla están a tan solo un clic.  En España, históricamente, hemos aceptado sin pestañear,  lo que otros países de nuestro entorno han decidido que valían nuestras acciones, convirtiendo con ello nuestras victorias en invisibles y nuestras derrotas en una hipérbole difícil de eliminar de los libros de texto.

Hace falta más cultura de defensa, sin complejos.

Hace falta normalizar la integración de las Fuerzas Armadas en la sociedad civil, más allá de encuestas con una alta valoración, estos resultados deberían ir acompañados de acciones que creen sinergias y den resultados tangibles.

Hace falta proteger nuestro patrimonio cultural, nuestra historia y tradiciones y esto incluye las aportaciones históricas de nuestros militares.

La Universidad de Málaga, el pasado mes de julio, celebró el curso de verano “Ejercito y Sociedad”, una excelente iniciativa que  confío sirva de referente para que haya muchas más como esta.  En las conclusiones del curso se planteó solicitar, que se declare el Jueves Santo de  Málaga, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad; para tener la certeza que sea protegido  como herencia del pasado y legado  para el futuro , por su transcendencia  social y como fiel reflejo del sentimiento y la forma de ser de un pueblo.

El patrimonio cultural, no se limita a monumentos y colecciones de objetos, sino que comprende también tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes y cito textualmente:  “Pese a su fragilidad, el patrimonio cultural inmaterial es un importante factor del mantenimiento de la diversidad cultural frente a la creciente globalización. La comprensión del patrimonio cultural inmaterial de diferentes comunidades contribuye al diálogo entre culturas y promueve el respeto hacia otros modos de vida. La importancia del patrimonio cultural inmaterial no estriba en la manifestación cultural en sí, sino en el acervo de conocimientos y técnicas que se transmiten de generación en generación.

El valor social y económico de esta transmisión de conocimientos es pertinente para los grupos sociales tanto minoritarios como mayoritarios de un Estado y reviste la misma importancia para los países en desarrollo que para los países desarrollado”. (Fuente: UNESCO)

Es importante conocer nuestra historia, es fundamental valorar y defender lo nuestro y para ello es imprescindible actuar. Insto a las autoridades e instituciones pertinentes, a que se empeñen en esta ardua tarea, que de seguro nos traerá grandes recompensas. Para saber hacia dónde vamos…debemos saber de dónde venimos (Eva García. Presidenta y Fundadora de The Legacy. Artículo reconocido con el Premio Nacional de Periodismo ‘José Ortega Munilla’)

 

 

 


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