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Constantin Cantacuzino, el mítico piloto de caza rumano de la Segunda Guerra Mundial enterrado en Madrid

Constantin Cantacuzino (a la izquierda) con el jefe de Escuadrón Mircea T. Bădulescu; y Traian Burduloiu, jefe del 1º Cuerpo Aérea de Rumania al final de la SGM (foto Capitan Aviator Mircea T. Badulescu)
Constantin Cantacuzino (a la izquierda) con el jefe de Escuadrón Mircea T. Bădulescu; y Traian Burduloiu, jefe del 1º Cuerpo Aérea de Rumania al final de la SGM (foto Capitan Aviator Mircea T. Badulescu)

En el cementerio civil de Madrid se encuentra, desde 1958, la discreta tumba de un piloto rumano llamado Constantin Cantacuzino, casi un desconocido hoy, fue uno de los más importantes y exitosos pilotos de caza de la Segunda Guerra Mundial.

Durante la SGM (Segunda Guerra Mundial) uno de los países que más esfuerzo bélico realizó, tanto durante la primera fase con las potencias del Eje como posteriormente en las filas de los Aliados, fue Rumanía. La Real Fuerza Aérea rumana o AAR (Aeronautica Regală Română) tuvo una destacada participación en el Frente Oriental, luchando contra los soviéticos, además de defender el país contra los bombarderos de los Estados Unidos, como luego contra los alemanes, lo que permitió a varios de sus pilotos derribar aviones de esas 3 nacionalidades. Entre éstos destacó notablemente el oficial Constantin Cantacuzino, quien llegó a acumular 56 victorias aéreas más otras 13 no confirmadas, lo que le convirtió en el máximo as militar de Rumanía durante el conflicto.

Constantin Cantacuzino nació un 11 de noviembre de 1905 en la capital del país, Bucarest, en el seno de una familia de la alta aristocracia rumana, siendo toda su vida un gran partidario de la monarquía, a cuyo último rey, Mihai I, derrocaron los soviéticos en 1947.

Desde joven se distinguió en el deporte, estudió ingeniería aeronáutica, convirtiéndose además en aviador profesional, primero como piloto personal del príncipe Valentin Bibescu, para posteriormente pasar a ser el jefe de vuelo de la entonces aerolínea estatal LARES (Liniile Aeriene Române Exploatate de Stat).

En junio de 1941, Rumanía entró en la Segunda Guerra Mundial con la intención primaria de recuperar su antigua región de Besarabia, arrebatada el año anterior por su vecina URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). En ese momento Cantacuzino se incorporó a la Real Fuerza Aérea rumana, en concreto a su 53º Escuadrón de Caza, poniéndose a los mandos de un caza de fabricación británica Hawker Hurricane Mark I, con el que derribó sobre Crimea a cuatro aparatos soviéticos (tres bombarderos Ilyushin DB-3 y un caza Polikarpov I-16), en una primera etapa en el frente. Volvió a la acción en mayo de 1943, en el seno del 7º Escuadrón, aunque en esta nueva etapa pilotando un Messerschmitt Bf-109G, de diseño y fabricación alemana.

El 29 de junio, el hábil piloto, al que compañeros de unidad apodaban Bâzu, volvió a demostrar su capacidad mientras escoltaba a un grupo de bombarderos Junkers Ju-88 rumanos que fueron atacados inesperadamente por seis cazas soviéticos, de los que derribó dos del modelo Supermarine Spitfire, de los entregados por Reino Unido a la URSS. En aquel combate su Bf 109G fue alcanzado, lo que le obligó a realizar un aterrizaje de emergencia del que salió ileso.

Poco a poco las victorias de Cantacuzino fueron aumentando en su historial. Así, el 27 de julio de 1943 derribó al «as» soviético Nikolay Khimushin; mientras que entre el 2 y 5 de agosto acabó con 9 aviones enemigos, entre éstos cinco de ataque al suelo Ilushyn Il-2 y cuatro cazas Yak-9. Otra de sus proezas fue el ataque en solitario a una formación de 40 aviones de la URSS, de los cuales abatió tres, concretamente dos Il-2 y un caza Yak-9.

Tal actividad no es ignorada por sus aliados alemanes, que deciden condecorarlo con la Cruz de Hierro de 1ª Clase, aunque por una inesperada enfermedad el piloto permaneció fuera del servicio activo durante medio año.

De amigos a enemigos: contra la Luftwaffe

El 14 de febrero de 1944, Cantacuzino se incorporó al 7º Grupo de Caza para tomar parte en la campaña de Moldavia. Sería durante esta fase de la contienda cuando Estados Unidos protagonizó los primeros bombardeos aéreos contra Rumanía, por lo que Cantacuzino y sus compañeros, defendieron el suelo patrio, derribando a seis bombarderos norteamericanos B-24 Liberator, dos cazas P-51 Mustang y tres interceptores bimotores P-38 Lightning.

Cuando Rumanía se cambió al bando de los Aliados, con el golpe de Estado perpetrado por el Rey Mihai I el 23 de agosto de 1944, Cantacuzino, que acababa de ser nombrado jefe del 9º Grupo de Caza, asumió con disciplina marcial tener que combatir contra sus antiguos amigos alemanes. Fue así como, durante los ataques de la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) a la capital de Bucarest, Bâzu derribó a tres bombarderos germanos Heinkel He 111.

La última de sus 608 misiones de combate tuvo lugar el 25 de febrero de 1945, cuando en compañía de otro as rumano, Traian Dârjan, se enfrentó a una formación de la Luftwaffe compuesta por los entonces muy modernos cazas Focke Wulf Fw 190F. Aunque, consigue derribar uno de éstos, los aviones germanos abaten a ambos pilotos rumanos, resultando muerto Dârjan.

Terminada la Guerra, Rumanía pasa a ser controlada progresivamente por la URSS, siendo el noble expropiado de todos sus bienes y los de su familia (que ya habían sido parcialmente confiscados en 1921).

La tumba de Constantin Cantacuzino enclavada en el cementerio Civil de Madrid. (Foto Julio Maíz Gutierrez)

Exilio en España

Así, Bâzu, arruinado y abandonado por su segunda esposa y ante el temor de ser detenido por los comunistas, se exilia en 1947, inicialmente en Italia. En 1950 llegó a España, donde se asentó y consiguió inicialmente trabajo como piloto de fumigación. Gracias a familiares y amigos residentes en Madrid y a las ayudas que por aquel entonces facilitaba el Estado español a refugiados que huían del comunismo, consiguió el dinero suficiente para adquirir su propia avioneta, con la que comenzó a desarrollar su gran pasión, la acrobacia aérea, práctica que desarrolló, además de en España, en otros países europeos, convirtiéndose en uno de los mejores pilotos acrobáticos de la época en Europa.

Su especialidad era una peligrosa maniobra, el vuelo invertido a menos de cinco metros del suelo, antes de parar el motor, enderezar su biplano alemán Bücker Jungmeister Bü-131 por su inercia y tomar tierra.

En España también fue un verdadero icono de la sociedad madrileña, con una intensa actividad como representante oficioso del destronado y exiliado en Suiza Rey Mihai I, para quien desarrolló una importante actividad diplomática. Constantin Bâzu Cantacuzino murió en un hospital de Madrid el 26 de mayo de 1958, con sólo 53 años de edad, tras agravarse sus problemas de estómago y, dado que no era católico, se le enterró en dicho cementerio Civil, donde reposa desde hace 67 años. (Julio Maíz)


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