Turquía posee la segunda fuerza militar por tamaño en el seno de la OTAN y se encuentra desde hace más de una década inmersa en diferentes conflictos, primero con las fuerzas separatistas kurdas y en fechas más recientes en misiones de combate en el exterior en el norte de Irak, en la próxima Siria pero también en Libia, aparte los contingentes desplegados en el marco de misiones internacionales.
Las Fuerzas Armadas Turcas se enfrentan desde antes de estas operaciones a un problema poco conocido fuera de sus fronteras como es el del elevado número de suicidios entre sus soldados, sobre todo en los reclutas, más que entre las tropas profesionales. Desde hace más de diez años las cifras divulgadas en el país resultan impresionantes en comparación con cualquier otro país, revelando una serie de problemas de difícil cuantificación por la poca permeabilidad de la organización.
En primer lugar siempre se ha achacado a los mandos militares turcos una excesiva dureza con sus soldados, con numerosas denuncias de maltrato físico y psicológico, sobre todo sobre las minorías étnicas o religiosas, incluyendo tortura y hasta acusaciones de asesinato. En los diez años discurridos entre 2003 y 2013 se suicidaron entre las filas de los militares turcos 965 soldados, más que los perdidos con los enfrentamientos con los separatistas kurdos en ese período (601). Si nos desplazamos otra década más hacia atrás en el tiempo, la cifra de soldados que se suicidaron en el seno de las Fuerzas Armadas turcas alcanza los 2.200 soldados, lo que arroja una media de un suicidio cada tres días aproximadamente. En el período comprendido entre 2005 y 2015 la cifra de soldados que se suicidaron llegó a las 934, de nuevo superior a los 818 caídos en combate
Ante este problema, los mandos militares alegaban que el porcentaje de suicidios entre la franja de edad de los civiles, entre 20 y 25 años aproximadamente, era similar a la de los reclutas. Sin embargo estas respuestas no convencen a nadie y han motivado la aparición de plataformas de defensa de los soldados como Platform for Soldier Rights que denunciaron con más intensidad esta situación, llevándola a la OTAN en 2013.
Esta plaga continua en la actualidad, hasta el punto que el Ejército Turco decidió en 2015 introducir una modificación en los fusiles de asalto G3 que utilizan sus fuerzas, sobre todo los reclutas y no tanto los soldados profesionales desplegados en primera línea, que operan con el más moderno MPT-76. Se trata de una cobertura metálica de chapa estampada en forma de V que rodea el guardamonte del gatillo e impide supuestamente que el soldado pueda sujetar el arma de otra manera para dispararse con él. Lejos de resultar efectiva, la medida parece un lavado de cara del Ministerio de Defensa, puesto que además de resultar molesta para el usuario del fusil de asalto, no impide al suicida emplear contra él el arma si está decidido a hacerlo.
Sin embargo en fechas recientes, este problema ha dado un giro inesperado puesto que muchas familias de militares turcos que supuestamente se habrían suicidado afirman que sus hijos o maridos realmente han caído en combate y que el Ministerio de Defensa maquilla las cifras catalogándolos como suicidios sin que se hayan realizado investigaciones al respecto. Medios turcos siguen informando con asiduidad del número de suicidios, acusando al Gobierno turco de no hacer nada por evitarlos, estudiando sus causas e intentando eliminarlas. (José Mª Navarro García)
Fotografía: La cubierta protectora sobre el gatillo del fusil de asalto (captura video Pamukkale TV)
(Pamukkale TV)