Ante un nuevo aniversario de la creación de la primer Escuela de Aviación Militar, la Fuerza Aérea Uruguaya se enfrenta nuevamente a enormes dificultades materiales y operativas.
En efecto, si la pandemia tuvo como contrapartida facilitar la llegada de aviones de transporte Hércules KC-130H provenientes del Ejército del Aire español, ante lo costoso que hubiera sido seguir manteniendo activos a los dos anteriores, del modelo B, y estos aviones han encarado un sinnúmero de misiones, antárticas, sanitarias o de transporte, el resto de la Fuerza Aérea Uruguaya continúa sometida a durísimas estrecheces económicas y, hace pocas semanas, junto a las otras Fuerzas, fue objeto de un nuevo recorte financiero de más de medio millón de dólares, lo cual afecta fundamentalmente a combustible e inclusive alimentación.
Así, la aviación de combate se encuentra hoy bajo mínimos (con sólo tres Pilatus PC-7U, de perfiles bélicos más que secundarios, activos, y uno o dos A-37B en orden de vuelo, prácticamente superando el final de su vida útil). Igual trance pasa la de helicópteros, con prácticamente sólo un ejemplar de cada modelo a la orden, e inclusive la de transporte, en la que vuelan en este momento un Aviocar, el único con equipo sanitario adecuado para traslados complejos, un Bandeirante, un Brasilia con dificultades de aviónica y un viejo Beechcraft Queen Air de 1969, que en 18 meses quedaría desprogramado.
También estarían inactivas más de la mitad de las aeronaves de enlace y buena parte de las de instrucción, tras las últimas apreturas económicas.
En este contexto, y cuando el actual gobierno estadounidense hace saber que en ese ítem muy poco desea aportar (por ser contrario a las leyes de derribo) vale preguntar que sucederá al respecto de los nuevos y prometidos cazas, si es que se adquieren, o se toma alguna "donación" de otros orígenes como una suerte de premio consuelo.
Y más aún, qué sucedería con la operatividad de los futuros cazas a medida que fuesen siendo necesarios ciclos de mantenimiento. Un gravísimo cuadro, que incentiva retiros hacia otras actividades o hacia el exterior, dado que Uruguay tampoco tiene una línea aérea regular de pasajeros que capte pilotos o mecánicos, y cuestionamientos varios, desde hace casi 20 años, con aviones de medio siglo o más aún volando sin haber sido modernizados, marco en el cual la Fuerza Aérea hace más de lo posible por cumplir con su deber, a pesar de la indiferencia de casi todo el sistema político. (Javier Bonilla)