Ese conflicto surgido entre el Perú y la República del Ecuador, a propósito de una cierta franja de terreno entre las montañas y la selva amazónica, es algo que sobrecoge pues se suponía que en Hispanoamérica ya se había superado el tiempo de las guerras, y que las tensiones subsistentes eran más o menos durables.
Conflictos internos, como en Nicaragua, en Guatemala, en el Perú del llamado Sendero Luminoso, o en tiempos en el Uruguay de los tupamaros, fue cuando el conflicto interno llegó a su cenit. Mas concluido, o así se suponía, el tiempo de las dictaduras, parecía que Ia calma iba a reinar en Suramérica. ¿O ha sido esto tan sólo una apariencia?
UNA GUERRA ENTRE HERMANOS
El conflicto bélico que ha estallado en Hispanoamérica, entre dos naciones hermanas, sorprendió a la comunidad internacional centrada en los focos de litigio de la antigua Europa Oriental (ex URSS y exYugoslavia); subproductos de la «guerra fría», en los conflictos que se produjeron en los comienzos de la década.
En América, los conflictos residuales dejaron guerrillas, sobre todo en Centroamérica y en el Caribe, quedando como un reducto de loque fue el proyecto soviético americano, el régimen castrista. El resto de los países hispanoamericanos se fueron adaptando a los modos democráticos. Así, lograron estabilidad y progreso económico que les están llevando a un crecimiento económico de sus PIB de proporciones notables.
foto: Militares chilenos poco antes de partir hacia uno de los frentes de la Guerra del Pacifico, que les enfrentó a los peruanos.
De pronto, una chispa nacionalista encendió la hoguera de las pasiones bélicas. Un viejo litigio fronterizo de hace 40 años fue reavivado por dos líderes que utilizan el nacionalismo para aglutinar fervores patrióticos en beneficio de sus políticas domésticas. Cuando las corrientes modernas de la historia, de lo que Elvin Toffler denomina la tercera ola, resulta que todavía hay líderes políticos que se empeñan en arreglar litigios fronterizos por la fuerza de las armas.
Un análisis estratégico de este conflicto nos lleva a considerar la enorme desproporción que existe entre los dos países, en su poder económico y militar, a favor del Perú, como de dos a uno. Perú tiene un Ejército de 115.000 soldados en activo (66.000 de un servicio militar de dos años) y 119.000 reservistas, que si son llamados a filas suman unos efectivos superiores a 300.000. Por contra, Ecuador cuenta con 56.000 en activo y 100.000 reservistas.
En el aire, sus Ejércitos son de características comunes, con un centenar de aviones de combate de procedencia francesa (Mirage F-1 y 2000). En la mar, Perú se ha preocupado de ser una potencia naval en la zona, en razón a sus 2.200 kilómetros de costa, con una industria pesquera importante y la mercante bastante desarrollada en el tráfico de cabotaje de América del Sur. Así, mientras que Ecuador no tiene más que 2 submarinos y 2 fragatas, Perú despliega en su flota, 2 cruceros, 5 destructores, 4 fragatas y 6 submarinos; la Infantería de Marina encuadra I batallón, mientras que Perú dispone de una brigada anfibia, con experiencia en la lucha en la selva.
Todo lo que ocurra en esta crisis fronteriza será perjudicial para ambos países, pues está demostrado que las fronteras trazadas sin acuerdo constituyen un motivo permanente de conflicto que nunca se cierra y deja abiertas las razones inconformistas del nacionalismo.
LUCHAR POR EL CAOS
Porque las tensiones siguen reinando bajo lo que un pedante llamaría la realidad subyacente, que es Ia que viene existiendo desde el tiempo de Bolívar, cuando los grandes virreinatos que fueron españoles se dividieron como una tortilla de patatas en una fiesta.
Cuatro grandes Virreinatos españoles y portugueses componían el mapa de 1800, que eran el después enorme Brasil; el de Río de la Plata —con Bolivia, Uruguay y Paraguay incluidos—, el del Perú y el de México, más las Gobernaciones o Capitanías Generales de Nueva Granada (Colombia), Guatemala y Venezuela. De hecho dependiendo de los Virreinatos en tiempos de crisis, o de guerra extranjera.
foto: El presidente de Bolivia, teniente coronel Villarroel, ahorcado de una farola. Desde 1825 el país tuvo más de 200 gobiernos y muchos acabaron sangrientamente.
Cuando Boiívar fallece y se da por concluida su obra, en 1831, toda la antigua arquitectura está deshecha, e Hispanoamérica se ha convertido en casi dos docenas de naciones, en guerras unas contra otras, y especialmente contra sí mismas a la largo de dictaduras sin cuento. Una somera estadística arroja desde 1810 cuatro o cinco centenares de guerras, golpes de Estado, sublevaciones y conflictos civiles. De ahí que cuando el hispanista norteamericano Waldo Frank relata el encuentro entre Bolívar y San Martín, en el diálogo entre ambos Libertadores el segundo pregunta al primero:
— ¿Entonces usted ha luchado por el caos?
— Sí —le replica Bolívar—. Por el caos si usted quiere.
UN VIEJO CONTENCIOSO
Los ecuatorianos recuerdan con rabia el año 1941. Los soldados peruanos habían ocupado un inmenso trozo de la selva amazónica que hasta entonces pertenecía a Ecuador: la provincia de El Oro. La escuadra peruana amenazaba el Golfo de Guayaquil con la orden de «cortar las comunicaciones del Puerto Bolívar con Guayaquil, interceptando el canal Jambelí».
Después de muchas reuniones, en 1942 Ecuador aceptó las conquistas territoriales peruanas, gesto que será recordado históricamente como uno de los más ridículos actos de servilismo diplomático porque perdió un tercio de sus dominios sin decir ni pío. Aquel acuerdo fue llamado el Protocolo de Río, y estaba avalado por cuatro países civilizados: EE.UU., Argentina, Chile y Brasil.
Quien haya viajado a la selva amazónica sabe que aquello es una masa de árboles inaccesible. Si un equipo de topógrafos pretende demarcar la frontera debe hacerlo con ayuda de fotos aéreas. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Ecuador y Perú contrataron a expertos norteamericanos en fotogrametría para señalar los 1.600 kilómetros invisibles que les separaban. Según los ecuatorianos, cuando revelaron las fotos, se encontraron con una sorpresa: allí abajo había un río desconocido.
La cuestión era vital porque el Protocolo de Río dibujaba los últimos 78 kilómetros de frontera en base a dos ríos paralelos. Pero al aparecer un tercer río, ¿por dónde diablos debía trazarse la línea?, ¿por la derecha o por la izquierda del nuevo río, llamado Cenepa?
foto: Próceres de la independencia americana. Las divisiones y guerras intestinas vendrían luego.
Allí se ha desarrollado el juego del gato y el ratón en los últimos 50 años entre Perú y Ecuador, y demuestra que los mortales siguen matándose por cualquier cacho de tierra.
Frente a Perú, Ecuador siempre ha tenido las de perder. Perú fue un Virreinato, mientras que Ecuador sólo llegó a ser una Audiencia, una especie de provincia de Indias.
Como provincia, también formó parte del Virreinato de Nueva Granada. Tras la guerra de Independencia de los países americanos,
Ecuador entró en la Gran Colombia, ese diseño político que integraba a Venezuela, Colombia y Panamá. Pero Ecuador sólo fue considerado como el departamento Sur.
Algunos historiadores consideran que el gran error de América Latina ha sido su falta de visión global y de integración. Ecuador es el mejor ejemplo porque sin grandes motivos proclamó su independencia de la Gran Colombia y desde entonces sólo ha perdido riqueza, territorios y dignidad.
UNA HISTORIA TUMULTUOSA
Sembrar el caos es fácil, y crear el orden lleva siglos de buen gobierno. Nuestra España no sirve precisamente para ejemplo, pero los conflictos en Hispanoamérica han sido como la peste. Al amparo del desorden ajeno Brasil creció hasta llegar a los ocho millones de kilómetros cuadrados; Argentina se quedó sin Bolivia, sin Paraguay y sin Uruguay; Bolívar dio su nombre a una Bolivia independiente, con más de 200 gobiernos desde 1825 hasta hoy; Chile y Perú cerraron a Bolivia la salida al mar, encerrándola en el altiplano, y si a costa de Perú el Brasil no llegó hasta el Pacífico, fue casi un milagro de la suerte. El Ecuador, prácticamente inventado en 1831, al mediar el siglo XIX medía varios millones de kilómetros, desde el sofocante Guayaquil y el precioso Quito hasta el valle del Amazonas, pero hoy se ha quedado en 283.000. Sólo en eso.
¿MANIOBRAS DE DIVERSION?
Mas los países que le rodean, Brasil, Perú y Colombia, aún no se han saciado, y ahora Perú disputa a Ecuador apenas unos 78 kilómetros de selva amazónica, al parecer rica en oro y acaso en petróleo. Perú tiene enormes problemas internos, bajo la dictadura civil de Fujimori, pero una guerrita pueda hacer olvidar las querellas de casa, para fijar la atención del pueblo en lo que sucede en las fronteras.
Los conflictos entre Perú y Ecuador comenzaron con la independencia, y el último acabó en 1942. ¿De verdad le importan al Perú, que aún conserva un millón y cuarto de kilómetros, esos 78 que le está disputando al Ecuador actualmente? Cuando se tiene un inmenso latifundio, disputar por el gallinero del vecino no parece cosa seria. El caso límite fue el de México, que en 1846 perdió casi cuatro millones de kilómetros en su guerra con Norteamérica.
Pero así estamos desde que se dividió a los Virreinatos en dos docenas de pueblos, y esto no parece tener remedio. Chilenos y argentinos no se quieren; Brasil mira por encima del hombro a los uruguayos; los venezolanos nunca se han llevado bien con los colombianos, y Perú ha disputado con todos, incesantemente.
Caso extremo fue el de Paraguay, que en el tiempo del Dr. Franco medía millón y medio de kilómetros. Hoy tiene 400.000. Ha perdido el 75 por cien.
Pero consolémonos, pues estas guerritas siempre acaban. Aunque además de injustas, algunas sean tan superfluas como necias.
Revista Defensa nº 205, mayo de 1995, José Ramón Alonso