El 3 de julio de 2013 se cumplen setenta y tres años de uno de los más luctuosos hechos de la historia naval: el combate de Mers-el-Kebir entre la "Fuerza H" británica, al mando del almirante Sommerville, y la “Force de Raid” francesa, que se encontraba amarrada en ese puerto argelino. La lucha fratricida entre antiguos aliados fue una discutida decisión política del primer ministro británico, Winston Churchill, para evitar que los buques franceses cayesen en manos alemanas, algo realmente improbable y que provocó, además de 1.300 muertos, una anglofobia generalizada en la Marina gala durante décadas.
En los primeros meses de la II Guerra Mundial (SGM), el Ejército y la Fuerza Aérea franceses habían sido literalmente barridos por el incontenible avance del Ejército del III Reich. La ofensiva de los blindados alemanes sorprendió a la neutralidad belga y, al atravesar Flandes, encerraron a las distintas divisiones francesas y al Cuerpo Expedicionario Británico en la bolsa de Dunkerque, en el Norte de Francia, mientras las Panzerdivisionen rodaban hacia París. La Luftwaffe dominaba el cielo, sin la oposición de la RAF británica, más preocupada en defender las islas británicas que el territorio galo. Las distintas unidades supervivientes de los Aliados no constituían sino pequeños focos de resistencia, que no inquietaban a la poderosa Werhmacht. Tan sólo la Flota francesa permanecía intacta, amarrada en sus bases, dentro de ese escenario apocalíptico.
El 10 de junio de 1940, el Gobierno francés abandonaba París y un día más tarde, en el castillo de Muguet, cuartel general del general Weygand, comandante en jefe de los ejércitos aliados, se reunían los dos primeros ministros del Reino Unido y Francia, Winston Churchill y Paul Reynaud, donde la gravísima situación general les fue expuesta con escuetas palabras: la batalla del Norte estaba perdida y el Ejército francés destrozado. Si había que defender toda Francia, ¿de qué forma se podía proseguir la guerra? Únicamente la firma de un armisticio honorable podría evitar la total ocupación del suelo galo y ahorrar más destrucciones y sufrimientos a la población civil. Churchill, aunque no quería ni oír hablar de armisticio, sabía que la ayuda británica masiva que pedían los franceses era irrealizable y que la batalla en el Continente europeo estaba irremisiblemente perdida.
En esta situación de impasse, un hombre habría de salvar de la ocupación alemana lo que quedaba de Francia. El héroe de la batalla de Verdún, el mariscal Petain, de 84 años de edad y de una probidad absoluta, acababa de regresar de Madrid, donde había sido el embajador de Francia hasta 1940 y ocupaba en ese momento el cargo de vicepresidente del consejo de ministros. Su posición era la de no abandonar totalmente el suelo francés a las tropas alemanas y evitarles a sus conciudadanos las penas y miserias de la ocupación a las que se verían sometidos. El 14 de junio, el Ejército germano ocupaba París y el Gobierno, con el general De Gaulle al frente, dejaba Burdeos y huía a Londres.
Foto: Acorazado HMS “Valiant” y crucero de batalla HMS “Hood” en plena acción.
El almirante François-Xavier Darlan, jefe de la Marina gala, propuso sin éxito dirigir sus buques a puertos ingleses y luchar bajo pabellón británico, si bien la Flota se encontraba diseminada entre las bases de Brest, Lorient, Cherburgo y Tolón, en la metrópolis, y Mers-el-Kebir, Alejandría, Bizerta, Casablanca y Dakar, en las colonias del Norte de África. El 16 de junio, el primer ministro, Paul Reynaud, dimitió, sucediéndole en el cargo el mariscal Petain, que nombró ministro de Defensa al general Weygand y de Marina al almirante Darlan. El 24 de junio, Petain solicitaba el armisticio a los alemanes. La guerra había acabado para Francia.
Después del armisticio
Hasta ese momento, la Marina francesa había realizado pequeñas acciones ofensivas, como el hundimiento de un submarino alemán, el U-54, por el destructor Simoun; la incursión en Trondheim y Namsos en Noruega, con seis cruceros; la evacuación de Dunkerque, con 48.000 combatientes transportados al Reino Unido a costa de la pérdida de siete destructores; un bombardeo del puerto italiano de Génova con cuatro cruceros basados en Tolón; y pasado por ojo a un submarino italiano en el Mediterráneo cerca del Cabo de Palos.
Los minadores galos habían sembrado de minas el Canal de la Mancha y el viejo acorazado Courbet bombardeó a las tropas alemanas para retrasar su avance sobre la península de Contentin, permitiendo así la salida a la mar de los buques franceses basados en Cherburgo. En la base principal de Brest, donde 150 buques de guerra se encontraban amarrados, el almirante Laborde, con tan sólo 10 horas de anticipación, ordenaba a las dotaciones que encendiesen las calderas de sus navíos y se hiciesen a la mar con destino a los puertos ingleses del Canal de la Mancha. Esta orden pudo ser cumplimentada por sólo 70 buques de guerra. En Lorient, base de buques menores, los que no pudieron escapar se auto sabotearon en puerto y en los astilleros de Saint-Nazaire, donde se encontraba el acorazado Jean-Bart, gemelo del Richelieu, ultimando su armamento, consiguió huir a Casablanca propulsado por tan sólo una caldera.
El mariscal Petain, al contrario que De Gaulle, que había escapado a Londres, permaneció en suelo francés y movió la sede del Gobierno de Burdeos a Vichy, ordenando al almirante Darlan que los buques de guerra franceses de la base naval principal de Tolón y las bases coloniales africanas permaneciesen en puerto, como una baza importante para negociar con Alemania los términos del acuerdo. Así, por el Artículo 8 del Armisticio firmado en Compiègne con los alemanes y el 12 del Convenio con los italianos, el Eje se comprometía a no utilizar los buques de guerra franceses, que deberían permanecer inmovilizados con dotaciones reducidas en sus bases de tiempo de paz, desembarcando las municiones y combustible, retirando el cierre de sus cañones, con la sola excepción de los navíos necesarios para servir de enlace con las colonias. Con anterioridad a este acuerdo, el propio almirante Darlan había asegurado al primer Lord del Mar, almirante Dudley Pound, y al premier británico Churchill que ningún buque de guerra francés caería jamás en manos alemanas. El compromiso del almirante galo era firme: No hay ninguna duda posible, ello sería contrario a nuestra tradición marítima y a nuestro honor.
Foto: Castillo del acorazado “Dunkerque” con los féretros de los fallecidos.
Al firmarse el Armisticio, la Marina francesa era la segunda en importancia en Europa, tras la británica, ya que al comienzo de la SGM contaba con 150.000 efectivos embarcados en 1 portaviones, 9 acorazados, 19 cruceros, 70 destructores, 35 corbetas, 80 submarinos y un centenar largo de dragaminas y patrulleros. Todas estas unidades se encontraban amarradas el 24 de junio, tanto en bases navales británicas como francesas. Así, los puertos ingleses de Plymouth y Portsmouth acogían a los acorazados Courbet y Paris, junto a diez destructores y seis submarinos, entre ellos el gigante Surcouf, el mayor sumergible de la época. En Alejandría (Egipto), fondeados con la flota británica, el acorazado Lorraine, con cuatro cruceros, tres destructores y tres submarinos.
En Tolón había solamente cuatro cruceros, trece destructores y varios submarinos, pues el grueso de la Flota se encontraba en Mers-el-Kebir, al Oeste de Orán. En esta base naval se hallaban los grandes acorazados Dunkerque y Strasbourg, de 27.500 ton., con los Bretagne y Provence, de 22.000 ton., algo más antiguos, junto con once destructores y el portahidros Comandant-Teste. En el puerto de Argel había seis cruceros, tres destructores y algunos submarinos. El poderoso acorazado Richelieu estaba en el puerto senegalés de Dakar y el Jean-Bart, todavía sin su artillería principal, en Casablanca. Al único portaviones francés operativo, el Béarn, le sorprendió el armisticio en Martinica. Al mantener a sus buques principales fuera de la metrópoli, el Gobierno de Vichy pensaba que estarían lejos del alcance de los alemanes y a salvo de cualquier peligro que les acechase por parte del Eje.
Operación “Catapult”
La Marina francesa no sólo era una baza importante del Armisticio, sino también la preocupación principal del Almirantazgo británico, del Gabinete de Guerra y, especialmente, de su primer ministro Winston Churchill. A pesar de las seguridades dadas por Darlan, el premier británico no creía en la determinación gala para cumplir su promesa y públicamente había hecho la siguiente observación: Si los franceses nos envían a su Flota, nosotros no lo olvidaremos, pero si la entregan sin consultarnos, no se lo perdonaremos jamás y maldeciremos su nombre durante mil años. Al conocerse la noticia de que Francia iba a firmar un armisticio con el Eje, el Gobierno británico liberó a su vecino de su compromiso de defensa mutua con el Reino Unido firmado el 28 de marzo de 1940, a condición de que los buques franceses se dirigieran inmediatamente a puertos británicos, algo irrealizable después de la firma del Armisticio.
Para terminar de empeorar la situación e incrementar las tensiones entre Londres y el Gobierno de Vichy, el general De Gaulle, cómodamente refugiado en Inglaterra, en una alocución realizada el 2 de julio por radio al pueblo galo hizo hincapié en que ni Duquesne, Tourville, Courbet o Guëpratte habrían consentido jamás poner a disposición del enemigo una flota francesa intacta… Ejemplo no muy afortunado, pues estos marinos franceses se distinguieron siempre por combatir sin descanso a los ingleses.
En esta situación, Churchill decidió arreglar de una vez por todas el problema que le planteaba la insegura situación de la Marina francesa. Para el primer ministro británico, el Gobierno francés de Vichy había roto todos sus compromisos con el británico y se encontraba bajo la influencia alemana. Por ello, ordenó al Gabinete de Guerra organizar una operación contra el grueso de la Flota gala o Force de Raid, fondeada en Mers-el-Kebir, pese a las reticencias del primer Lord del Mar Dudley Pound, que confiaba en la promesa hecha por el almirante Darlan de que los buques nunca caerían en manos alemanas. Pero el 24 de junio, Churchill tomaba una terrible decisión: la suerte de la Flota francesa sería decidida por la fuerza.
Los riesgos de esta determinación eran inconmensurables: ruptura total con Francia, la masacre de numerosos marinos franceses, el descrédito internacional por este golpe bajo a un antiguo aliado etc., pero nada de eso pareció importarle al viejo político. Ese mismo día, un submarino francés, el Narval, para descartar las infundadas sospechas de Churchill, rompía la disciplina del Armisticio al huir del puerto tunecino de Bizerta para internarse en la base naval británica de Malta, llevando a bordo los códigos secretos de su país.
Foto: El almirante Gensoul despide al capitán de navío Holland tras las fallidas negociaciones.
El primer Lord del Mar, Dudley Pound, escogió y confió el mando de la Fuerza H al almirante Somerville, que estaría a las órdenes directas del Almirantazgo y sin ninguna dependencia de Cunningham, contrario a la denominada Operation Catapult (Operación Catapulta), que tendría dos fases de aplicación: en la primera, apoderarse de los buques franceses atracados en las bases británicas de Gran Bretaña y Alejandría; y la segunda sería la neutralización de la Force de Raid, fondeada en Mers-el-Kebir y que contaba con cuatro potentes acorazados.
Churchill justificaba la Fase I, ya que desconfiaba de los numerosos buques de guerra y mercantes que habían encontrado refugio en puertos británicos, huyendo de la ocupación alemana y que, por diversas razones, no pudieron llegar a las bases coloniales francesas en el Norte de África. Así, en Portsmouth se encontraba el veterano acorazado Courbet, seis destructores, dos submarinos y trece buques menores. En Plymouth se había refugiado el también venerable acorazado París, cuatro destructores, cuatro corbetas y tres submarinos, entre ellos el imponente Surcouf, el mayor submarino de su época, además de cuatro patrulleros y varios buques menores. En Falmouth habían entrado cuatro corbetas, dos buques escuela y uno blanco. En Southampton estaban amarrados 70 dragaminas y navíos menores y, por último, el muy efectivo submarino minador Rubis había recalado en un puerto escocés.
Los temores del Almirantazgo
El Almirantazgo temía que estos buques se negasen a combatir bajo el pabellón de San Jorge y se auto hundiesen en puerto, embotellando los accesos de las base navales, temor totalmente injustificado, pero que no evitó que a las 4:00 horas del 3 de julio fuesen asaltados los navíos franceses por marines británicos armados hasta los dientes, expulsando por la fuerza a las dotaciones de sus buques, brutalidad que tuvo su más trágica muestra en el submarino Surcouf, donde fue asesinado a tiros el oficial de guardia francés y heridos varios miembros de su dotación. En Portsmouth, no menos de 500 Royal Marines asaltaron el acorazado Courbet, donde izaba su insignia el contralmirante De Villaine. Esta absurda acción carecía del más mínimo contenido lógico y militar, convirtiendo automáticamente a unas dotaciones que habían buscado refugio en puertos aliados, para seguramente luchar con los británicos, en marinos resentidos de por vida, al verse tratados como si fuesen enemigos.
Cuando por parte de las autoridades navales británicas se les ofreció la posibilidad de luchar en la Royal Navy o ser repatriados, masivamente rehusaron alistarse con los británicos, siendo conducidos 12.000 marinos franceses a campos de internamiento ubicados en la región de Liverpool y la Isla de Man y tratados como prisioneros de guerra en condiciones infrahumanas.
De esta forma, dos acorazados, diez destructores, siete submarinos y un centenar de unidades menores fueron confiscados. Algunos arbolaron inmediatamente pabellón inglés y otros, más tarde, pasarían a formar parte de las Fuerzas Navales Francesas Libres (FNFL). Por si esto fuese poco, cuando los británicos decidieron repatriar en el transporte Meknés a parte de los marinos franceses encerrados en campos de internamiento la noche del 24 de julio, al salir de Southampton el transatlántico transportando a 1.100 de ellos del campo de Aintree fue hundido por los torpedos de una lancha rápida alemana, causándole 400 muertos.
En Alejandría, la gran base naval británica en Egipto, se encontraba fondeada la Fuerza X, al mando del vicealmirante francés Godfroy, que operaba en el Mediterráneo Oriental a las órdenes del almirante en jefe de la Mediterranean Fleet, Andrew B. Cunningham. La Flota francesa comprendía al acorazado Lorraine, cuatro cruceros, tres destructores y un submarino. A su vez, la británica contaba con cuatro acorazados, 1 portaviones, 7 cruceros, 18 destructores y 4 submarinos.
Foto: El infierno del fondeadero de los acorazados franceses.
El 25 de junio, Godfroy recibió la orden del Almirantazgo británico, a través de Cunningham, de no salir de puerto. El 29 de junio le llegó a Cunningham un mensaje secreto en el que se le comunicaba que debía apoderarse de los buques franceses el mismo día que se ejecutase el ataque a Mers-el-Kebir: el 3 de julio. Perfecto conocedor de la situación y de las relaciones con los franceses se opuso a esta dura medida, dado que la colaboración de los buques galos en las operaciones contra el Eje había sido ejemplar. Además, sus relaciones personales con Godfroy eran excelentes y sabía que cualquier acción de fuerza contra los marinos galos tendría efectos muy negativos en Oriente Medio, Siria, Líbano, Canal de Suez y Djibouti, donde la colaboración de Francia era más que necesaria.
Nada de esto tuvo efecto en la mente rígida de Churchill, que, además, profesaba una animosidad personal manifiesta hacia Petain y Darlan, por lo que el 3 de julio el almirante Cunningham remitía directamente al almirante Godfroy el ultimátum recibido de Londres, en el que le daban a elegir entre tres opciones: poner los buques a disposición de la Royal Navy, inutilizarlos de forma que no pudiesen navegar o hundirlos en alta mar. Diplomáticamente, Cunningham negoció con Godfroy los términos del segundo punto, de forma que pudiesen llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes, pese a que desde Mers-el-Kebir llegaron órdenes del mando francés de salir a la mar por la fuerza si fuese necesario.
El acuerdo entre ambos almirantes especificaba que los buques permanecerían en sus fondeaderos, las dotaciones serían reducidas en un tercio y los cierres de los cañones depositados en tierra. Así, el 15 de agosto, el transporte Athos saldría para Tolón con 730 marinos (15 oficiales, 235 suboficiales y 480 cabos y marineros). De esta forma y al desmantelarla, por un error político de falta de lealtad hacia un antiguo aliado, se perdía absurdamente el poder combativo de la Fuerza X.
“Catapult”, Fase II: Mers-el-Kebir
La fase más trágica de la Operación Catapulta tuvo lugar en esta base naval de la Marine Nationale en Argelia. De hecho, ya el 16 de junio el Almirantazgo británico enviaba el siguiente mensaje a los almirantes Andrew B. Cunningham, comandante en jefe del Mediterráneo, y Dudley North, comandante de la Estación del Atlántico Norte en Gibraltar: En la eventualidad de que Francia sea obligada a firmar una paz por separado, deberá enviar la Force de Raid que se encuentra en Mers el-Kebir a Gibraltar.
Si esta proposición no es aceptada, deberá estar listo para destruir los acorazados “Dunkerque” y “Strasbourg” al cañón o con torpedos. Para hacer factible esta operación, el Almirantazgo envió refuerzos a Gibraltar. Así, el día 18 llegaron a la colonia el portaviones Ark Royal, que sería posteriormente torpedeado y hundido en el Mediterráneo por el U-81; el crucero de batalla Hood, que sería hundido en el Atlántico Norte diez meses más tarde por el acorazado Bismark; y una flotilla de 9 destructores. Esta agrupación naval recibiría el nombre de Force H y sería puesta bajo el mando del vicealmirante Somerville, que tendría también bajo su mando a los acorazados Valiant, que sería hundido un año más tarde por buceadores italianos en Alejandría, y Resolution, los cruceros Arethusa y Enterprise, además de otros dos destructores y un submarino.
Foto: ·La impresionante vista de popa del acorazado alemán “Bismarck”.
El 2 de julio, Somerville recibía el texto de la carta que debía entregar al vicealmirante Gensoul, que mandaba la Force de Raid. El texto comenzaba diciendo que el Gobierno francés había afirmado el 18 de junio que la Flota francesa se dirigiría hacia Gran Bretaña o se auto hundiría. Por otra parte, no se fiaban de las garantías dadas por Alemania o Italia y que figuraban en el Armisticio. Por ello, el Almirantazgo británico le daba a Gensoul tres alternativas: unir sus buques a la Flota británica para combatir al Eje, enviar sus navíos con dotaciones reducidas a puertos en Gran Bretaña con la firme promesa de repatriar a sus hombres o, finalmente, salir a la mar con rumbo a la Martinica con dotaciones reducidas bajo vigilancia de la Fuerza H, para, una vez allí, desarmarlos y confiarlos a los Estados Unidos. Si estas condiciones no eran aceptadas, Gensoul debería auto hundir todos sus buques en las próximas seis horas o serían destruidos por la fuerza.
El almirante británico quedó consternado al recibir el texto con estas tajantes órdenes, pero Londres le confirmó que debería cumplirlo hasta sus últimas consecuencias. Así el 3 de julio, a las 7:15 de la mañana, el capitán de navío Holland, comandante del Ark Royal y que había sido el agregado naval británico en París, llegaba al puerto de Mers-el-Kebir a bordo del destructor Foxhound para entregar la carta a Gensoul e intentar negociar una solución aceptable para ambas partes, pero el almirante francés, al ver la concentración de buques de guerra en las proximidades del puerto, mandó reavivar fuegos y largar amarras en cuanto las calderas levantasen presión.
Asimismo, rehusó recibir a Holland y envió a su ayudante de campo, teniente de navío Dufay, a parlamentar con él a las 8:30. Evidentemente, los términos de la carta eran inaceptables para cualquier jefe militar que se preciase, pero si se hubiese negociado una propuesta de desarme in situ o la salida a la mar hacia las Antillas sin ningún tipo de vigilancia hubiese podido salvar la situación.
Consultado el Gobierno de Vichy, confirmaron que la aceptación de uno cualquiera de los tres puntos sería considerada por el Eje como una violación del Armisticio, con resultados muy negativos para Francia. Por otra parte, Somerville sabía que no podía permanecer indefinidamente frente a las costas argelinas, por el riesgo evidente de ser atacado por la aviación francesa basada en tierra y por los submarinos galos.
Por ello, al recibir la negativa de parte francesa de cumplir alguna de sus condiciones, Somerville comunicó que la Fuerza H abriría fuego a las 16:30, rompiendo así un período de paz de 125 años, pues desde la batalla de Waterloo, en 1815, británicos y franceses no se habían enfrentado en combate.
Foto: Almirante Darlan, ministro de Marina de Vichy.
Gensoul ordenó, tanto a las baterías de costa como a la aviación naval, alistarse para el combate. Los destructores cambiaron de fondeadero y los acorazados y cruceros se preparan para salir a la mar. Asimismo, los aviones de la aviación terrestre y naval se alistaron a partir de las 13:15 horas. La situación en los buques no era la mejor para el combate a los ocho días de que se hubiese firmado el Armisticio. Los reservistas procedentes de África del Norte, y que hasta el momento habían completado las dotaciones, habían sido licenciados. Parte de sus dotaciones habían bajado a tierra a las seis de la mañana para realizar una excursión en la zona, la artillería principal se encontraba orientada hacia tierra y las baterías de costa estaban parcialmente desmontadas.
El 2 de julio, a las 17:00 horas la Fuerza H salía de Gibraltar, con la excepción del portaviones Ark Royal, que lo haría bien entrada la noche para no ser descubierto. El 3 por la mañana, Somerville tenía a sus buques en formación de combate y protegidos tras la colina del Santón, listos para bombardear a los buques franceses en sus fondeaderos, conservando sobre la rada en permanencia un avión de observación. En estas condiciones de inferioridad táctica el combate iba a ser desigual y el resultado una carnicería para los marinos franceses.
Foto: El acorazado “Bretagne”, alcanzado en la popa, se hunde.
El combate
La batalla, si es que merece este nombre, fue breve y comenzó a las 17:56 horas. Gensoul había ordenado zafarrancho de combate y largar amarras a todos sus buques de línea a las 17:25 para salir de puerto en línea de fila tras el acorazado Strasbourg, mientras que los destructores saldrían separadamente. Los británicos ajustaron bien el tiro de sus cañones de 381 mm. desde el principio, gracias a la observación aérea, ahorquillando al acorazado Bretagne que fue inmediatamente alcanzado por cuatro impactos e incendiándose a las 17:59.
Uno a uno, sus pañoles de municiones fueron explotando, provocando a las 18:09 el hundimiento del navío que zozobró dando su quilla al sol, con la pérdida de 1.012 de los 1.320 miembros de su dotación. El acorazado Dunkerque, al comenzar a navegar desde su fondeadero hacia la bocana del puerto, recibió cuatro impactos del 381 mm. y 854 kg. que le ocasionaron 130 muertos y paralizaron su propulsión, por lo que se dirigió con la arrancada hacia la playa próxima al pueblo de Saint-André, al abrigo del monte de Santon, para varar en 10 m. de agua a las 18:13 y evitar así su hundimiento.
El acorazado Provence pudo disparar 23 obuses de 330 mm. y evitar algunas salvas cortas británicas antes de que dos torres de su artillería principal fuesen alcanzadas por un proyectil de 381 mm., iniciándose un terrible incendio que le obligó a inundar sus pañoles de municiones para evitar saltar por los aires, varando en un fondo de 10 m.
El gran destructor Mogador, que se encontraba a la salida del puerto navegando a 24 nudos, enzarzado en combate con el contratorpedero británico Wrestler, fue alcanzado por un proyectil de 381 mm., que estalló entre las cargas de profundidad del buque francés, convirtiendo su cubierta en un infierno de fuego y explosiones, por lo que fue abandonado a las 18:04. Finalmente, el acorazado Strasbourg, a 28 nudos con tres destructores capaces de dar 40 nudos, consiguió salir de puerto a las 18:09, en busca de sus adversarios, pero los buques británicos se protegieron con una cortina de humo para evitar que los cañones del acorazado francés pudiesen centrar su tiro en la Fuerza H. Libre de los buques de superficie británicos y neutralizando los ataques de los aviones Swordfish del Ark Royal con su artillería antiaérea, el acorazado francés y su escolta consiguieron llegar indemnes a la base naval de Tolón el 4 de julio a las 20:10 horas donde atracaron en olor de multitudes.
El ataque de los submarinos franceses sobre la Fuerza H no tuvo ningún éxito, al no poder alcanzar la posición de lanzamiento de sus torpedos, sin embargo, el tiro de las baterías costeras se hizo cada vez más preciso, obligando a Somerville a ganar una posición fuera de su alcance, al haber sido tocado el crucero de batalla Hood, que tuvo dos heridos. Sin embargo, la Aviación Terrestre francesa tenía órdenes de atacar sólo en caso de hostilidad, por lo que se limitó a defenderse de los ataques aéreos de los Skua del Ark Royal. El resto de los destructores franceses consiguió alcanzar el cercano puerto de Argel, con sólo la pérdida de un buque, el Rigault de Genouilly, torpedeado por un submarino británico. No contentos con este resultado, tres días más tarde el portaviones Ark Royal lanzó tres oleadas de sus aviones contra el acorazado Dunkerque.
Foto: Escuadrilla de aviones torpederos “Swordfish” del portaviones HMS “Ark Royal”.
Abarloado a éste se encontraba el patrullero Terre-Neuve, que transportaba cargas antisubmarinas. Alcanzado por un torpedo británico, el patrullero explotó a las 7:00 horas, haciendo un gran agujero de 18 m. en la amura de estribor del acorazado, aumentando el número de muertos en un centenar. Tal fue el resultado de la batalla de Mers-el-Kebir. Asimismo, en otro puerto lejano, las aeronaves del portaviones Hermes alcanzaban con un torpedo al acorazado Richelieu, mientras que todos los destructores basados en Argel se hacían a la mar para alcanzar el puerto seguro de Tolón sin ser avistados.
Conclusiones
El balance final de víctimas fue de 1.299 muertos y 351 heridos, producidos por los 210 obuses de 381 mm. disparados por los acorazados británicos, de los que tan sólo 10 dieron en el blanco, lo cual no dice mucho de su puntería, dado que los acorazados franceses se encontraban prácticamente inmóviles en sus atraques. Los aviones del Ark Royal no demostraron una particular eficacia en el ataque a Mers el-Kebir y la posterior persecución del Strasbourg, ya que los daños sufridos por los buques franceses fueron causados por la artillería. A su vez, en el ataque aéreo del 5 de julio contra el Dunkerque, de los diez torpedos lanzados por los aviones Swordfish del Ark Royal, tan sólo uno dio en el blanco, aunque, eso sí, causando daños muy superiores a los esperados. La decisión de Somerville de ordenar un alto el fuego apenas 15 minutos después de haber comenzado a disparar fue muy criticada en el Reino Unido, aunque evitó un mayor número de víctimas entre los marinos franceses. Lo cierto es que el almirante británico deseaba alejarse de la costa argelina lo antes posible, para evitar pérdidas producidas por la aviación, artillería de costa y submarinos franceses, no alcanzando por ello la posición táctica necesaria para perseguir al Strasbourg, que entró en Tolón indemne.
Foto: El destructor “Mogador” con la popa destruida por un impacto
La mayoría de los historiadores actuales condenan la decisión de Churchill y sólo unos pocos defienden la posibilidad de que los buques franceses hubiesen podido caer en manos de los alemanes y, para corroborar a los primeros, el 27 de noviembre de 1942, es decir 14 meses después de la masacre de Mers-el-Kebir y cuando los Panzer alemanes amenazaban los suburbios de Tolón, el grueso de la Flota francesa, amarrada en la gran base naval, recibió la orden de hundir sus buques para evitar que cayesen en manos del enemigo, orden dolorosa que fue cumplida a rajatabla de acuerdo con las promesas dadas por el Gobierno de Vichy a los británicos. Después del ataque, el almirante Cunningham declaró públicamente que la operación Catapult había sido un tremendo error. Somerville, a su vez, escribiría años más tarde en sus memorias: Mers-el-Kebir fue el mayor error político de la edad moderna. El almirante North, al conocer el resultado de la operación, dimitió, declarando desde Gibraltar: Winston se ha vuelto loco, yo se la finalidad que él quería, pero esta ha sido una solución criminal.
Los mismos buenos modos utilizados en Alejandría por el almirante Cunnigham con Godfroy pudieron ser utilizados por Somerville con Gensoul en Mers-el-Kebir, pero el envío de un parlamentario de inferior rango al almirante, como el capitán de navío Holland, que posteriormente pediría la baja, fue un tremendo error y era una llamada al fracaso de las negociaciones. Las consecuencias de este ataque modificarían totalmente la situación de la Marina francesa, concentrando a la mayoría de sus unidades en la metrópoli, en la base naval de Tolón, suspendiendo su desarme para hacer frente a cualquier otra agresión británica, con la misión de defender el Imperio galo de la Pérfida Albión. Los marinos franceses, tradicionalmente anglófobos, después de Mers-el-Kebir guardaron hasta el resto de sus días en el fondo de su corazón un rencor profundo contra los asesinos de sus 1.300 camaradas.
Prueba de ello fue que en las Fuerzas Navales Francesas Libres de De Gaulle, formadas más adelante tan sólo se apuntaron 22 oficiales de los 10.000 que componían el escalafoncillo de la Marine Nationale y, de ellos, únicamente dos de los 600 que se encontraban en Mers-el-Kebir aquel fatídico 3 de julio de 1940.
Foto: Crucero de batalla HMS “Hood”, buque insignia de Somerville.