España ha incrementado en los últimos años su presupuesto de inversiones militares de una forma extraordinaria y se halla en una senda de alcanzar un porcentaje del 2 por ciento del PIB (Producto Interior Bruto) a finales de la década, para lo que faltan todavía unos 10.000 millones de euros adicionales. No me cabe duda de que estos plazos tan largos se ponen en la esperanza de que en algún momento del proceso se produzca una reversión de la amenaza existente.
¿Por qué necesitamos gastar mucho más en defensa y Europa también? La razón fundamental no es la amenaza rusa, ni siquiera la posible guerra en Oriente Medio, ni la amenaza migratoria al Sur de nuestra frontera, la razón es que vamos a estar solos y seremos débiles y, por tanto. susceptibles de ser atacados, incluso por actores que nos parecen altamente improbables.
La segunda razón es que las organizaciones internacionales nacidas para preservar la paz ya no son útiles, no sirven a sus propósitos. Por primera vez desde 1945, los países aceptan la guerra como un mecanismo de relación de problemas estratégicos, de afirmación de valores nacionales o de satisfacción de reclamaciones territoriales. Cualquier país que se vea en la tentación de atender a estos escenarios utilizará la guerra como mecanismo de resolución de conflictos, ante esta carencia de instrumentos o elementos intermedios de presión o amenaza.
La única manera de evitar que estos mecanismos bélicos nos afecten es siendo más fuertes, demostrando resolución y preparación. España debe incrementar su presupuesto, pero no lo hará ya en equipamiento, sino en preparación, sostenimiento y en personal. Estas serán las partes más sensibles de nuestra defensa, una vez que no haya personal suficiente para manejar tanto buque, avión o vehículo blindado de nueva generación. La pirámide de población con el envejecimiento será sin duda un enorme reto para mantener los efectivos requeridos por este nivel de gasto.
Es muy posible que nuestros vecinos al Sur tengan en pocos años las capacidades de misiles que hoy tiene Irán; es muy probable que el Frente Polisario, con el apoyo de Moscú, tenga capacidades similares a Hezbolá, y es factible que Libia se convierta en una nueva pesadilla para la Europa mediterránea, porque allí no pintan bien las cosas para Occidente.
Las preguntas que debemos hacernos antes de enfrascarnos en este escenario radican en si el país está preparado para defender nuestros intereses con una guerra o debemos optar por un pacifismo activo que renuncie a proteger sus valores e intereses por la vía militar. Debemos cuestionarnos si disponemos de una fuerza suficiente activa y movilizable para los conflictos en los que nos podemos ver envueltos y si la sociedad española es consciente de que esto es posible, o más bien debemos mantenerla en un mundo feliz, viviendo en la seguridad de que antes de que llegue la catástrofe alguien va a resolver los problemas y no pasará nada. Esto es lo que pensaban los franceses en 1939 y los ucranianos en 2022.
La razón fundamental de esta amenaza global es que, mientras Rusia y China mantengan una activa política de confrontación, la guerra estará más cerca, y podrá ser de una dimensión global o deconstruirse en numerosos conflictos regionales, esta es la única duda que tenemos sobre el futuro que nos espera. Como no parece probable que este escenario termine de forma súbita, deberemos estar alerta.
Mucha gente me pregunta que si tanto hablar de guerras no es por mi naturaleza belicista o por vivir de este sector. Los del gremio sabemos que no hay nada más horrible que la guerra. Incluso cuando los objetivos son muy loables, existe una crueldad e inhumanidad sin límites. Por esta razón los países demócratas no suelen comenzar las guerras, porque deben explicar ante la opinión pública porqué conducen a sus ciudadanos a algo tan terrible. En algunos casos es fácil, como cuando hay una agresión continuada, como es el caso de Israel; en otros es más fácil cuando existe un fuerte ejército profesional, o cuando existe una ilusión colectiva en una victoria que satisfaga el ego testicular de los militares y dirigentes de estados totalitarios.
Pero la única manera de evitar una guerra global sería con un régimen de libertades y de democracia en todo el mundo y, lamentablemente, nos alejamos cada vez más. Otra opción sería haciendo imperar la racionalidad en las acciones políticas, pero esto también se me antoja más lejano. Quizás la tecnología permita satisfacer todas las necesidades de todos los países sin necesidad de entrar en un conflicto militar, pero la insatisfacción de las naciones es creciente y marcha mucho más rápida que la tecnología.
Así que, en conclusión, nos encaminamos a un escenario de al menos cincuenta años de intensa inestabilidad global, que afectará mucho más a África, donde la demografía y la pobreza llevarán a estas naciones, que comienzan a estar colonizadas por Rusia y China, a situaciones de guerras por los más diferentes motivos. Las guerras en el Sahel y en el golfo de Guinea y en la zona de los lagos generarán un drama de refugiados y humanitario de magnitudes desconocidas, con un efecto directo de presión sobre nuestras fronteras.
En los próximos seis años la población de África crecerá en 250 millones de personas, más de la mitad de la población europea, que en 2030 ya habrá iniciado su descenso, y, sobre todo, su envejecimiento, con un 30 por ciento por encima de los 65 años, unos 120 millones de personas, mientras que en África habrá más de 500 millones de personas con menos de veinte años. Las circunstancias que se van a producir, unidas a la inestabilidad que promueven China y Rusia en la región, nos plantean la realidad de que África será el centro de la inseguridad global, un continente que está a 14 km. de nuestra península ibérica.
No prepararse para las amenazas es un error que no podemos cometer, pero no prepararnos mentalmente para defendernos es mucho más grave. No basta con tener los equipos más modernos del mundo. Sin disposición y decisión de usarlos cuando haga falta, con la fuerza que sea necesario, estaremos derrotados y este aspecto es mucho más relevante y todos deberemos trabajar más en esta dirección antes de que sea demasiado tarde y esto no se mide en término de PIB. sino de compromiso y resolución.
Por Enrique Navarro
Presidente MQGloNet