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Lunes, 16 de septiembre de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Los estertores de la guerra de Ucrania

Volodímir Zelenski en la cumbre de Washington (OTAN)
Volodímir Zelenski en la cumbre de Washington (OTAN)

Estamos asistiendo a lo que parece será el final de la guerra en Ucrania. La agonía no se extenderá por mucho tiempo más y los contendientes se afanan rápidamente por ocupar las mejores posiciones en el tablero de juego para estar en las mejores condiciones de negociación frente al adversario.

Cualquier acción militar (y de cualquier otro ámbito) que provenga principalmente de Ucrania y sus aliados hay que analizarla desde esta óptica y sólo desde esta óptica. El uso de armas occidentales contra territorio ruso por primera vez en esta contienda, el envío de aviones caza F-16 a Ucrania, la utilización del tan mentado caza F-35 en las misiones de policía aérea en el Báltico o, por último, la invasión de territorio ruso por parte de tropas ucranianas, lejos de alargar la contienda o hacerla más cruenta o intensa, busca precisamente lo contrario.

Occidente quiere posicionar a Ucrania en el mejor escenario posible para unas negociaciones (duras) que no tardaran en llegar con Rusia y que hacen buenas las palabras del ex Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), el almirante general Fernando García Sánchez de que "no hay solución militar sin diplomacia, ni diplomacia sin poder militar detrás".

Esta guerra fue el resultado del análisis (certero a medias) de un Occidente decadente que no iba a ser capaz de poner freno a las injerencias rusas de expansión y cuyo objetivo era, pese a todos los pretextos que se han utilizado, conseguir la irrelevancia permanente de la Unión Europea como potencia mundial, consolidar el cambio de un nuevo orden mundial (hacia un orden multipolar) y la degradación de Estados Unidos como primera potencia mundial en favor de China.

Vladimir Putin vio en la gestión occidental de los asuntos internacionales los síntomas de un occidente agónico: la Primavera árabe (UE principalmente), la guerra de Siria, en la que Rusia consolidó la base militar de Tartus, el bochorno de la operación Unified Protector en Libia donde ningún actor occidental quiso liderarla; la anexión de Crimea tras el Euromaidan o el derribo del avión comercial de Malasya Air Lines MH17 sin consecuencias más allá del deeply concerned de turno.

Las maniobras Zapad del 2017 vulnerando el documento de Viena, los desplantes rusos a la Unión Europea, especialmente el protagonizado por Serguei Lavrov, ministro de asuntos exteriores ruso, tras la reunión con el alto representante de Asuntos Exteriores y política de Seguridad de la Unión Europea, Josep Borrell, a propósito del caso Navalni, son un punto y seguido a la conclusión rusa de un Occidente insignificante.

La errática política exterior de Estados Unidos desde la era Obama hasta la actualidad, con el foco permanente en el Indo-Pacífico, alejándose Estados Unidos del escenario europeo, el bochornoso asalto al capitolio en el 2021 y el anuncio público previo de la retirada de las tropas aliadas de Afganistán, fomentaron la idea (seguramente cierta) de que Estados Unidos había renunciado a liderar la política internacional. Renunció a la prerrogativa que lo sustentaba como primera potencia y con esa renuncia, era China la llamada a ocupar ese puesto.

Bien, pues con todos estos antecedentes, Rusia decidió atacar Ucrania, sabedora de la impunidad de sus actos, pero como diría el general prusiano Helmuth von Moltke, "ningún plan sobrevive al primer contacto con el enemigo" y Rusia no iba a ser menos.

F-35 Lightning II de la Fuerza Aérea noruega (OTAN)

Rusia tenía todo a favor para el éxito de su operación

A finales de 2021, Rusia hacía maniobras conjuntas con Bielorrusia cerca la frontera con Polonia, multiplicó sus campañas de ciberataques y desinformación. En un periodo muy corto de tiempo aumentó rápidamente la tensión bélica con el fin de poner nerviosos a la comunidad internacional, a la Unión Europea y a Polonia en particular, creyendo que cometerían el error que les daría la justificación que buscaban para iniciar hostilidades.

Rusia ya había ganado. La mayoría de los analistas mediáticos de occidente afirmaban por activa y por pasiva que lo que estaba sucediendo no era en absoluto la antesala de ningún conflicto. La Unión Europea dividida, la comunidad internacional estaba dispuesta a que Rusia, una vez más, se anexionase territorio ucraniano. Inicialmente Estados Unidos no intervendría y Ucrania no formaría parte ni de la Unión Europea ni de la OTAN. ¿Qué podría salir mal? Fue precisamente la parte más convencional del conflicto lo que Rusia descuidó y como consecuencia de ello la deriva de la guerra fue la que fue y está siendo la que es.

Rusia dejó pasar demasiado tiempo entre las primeras acciones híbridas y la ejecución de la invasión. Tal vez se demoró en exceso esperando el error justificativo de Occidente, o tal vez las negociaciones con China no estaban del todo maduras. Lo cierto es que ese tiempo fue lo suficiente para que la Unión Europea y la Alianza Atlántica llegasen a un consenso para apoyar a Ucrania. La unidad consolidada de Occidente alrededor de Ucrania era algo que no estaba previsto en los planes iniciales de Putin.

Un tercer error hay que añadir a la lista de Putin: la subestimación de la entereza del gobierno ucraniano que siguió al frente y el de su sociedad.

Honoré de Balzac, en sus Máximas y pensamientos de Napoleón, recogió la siguiente afirmación del emperador francés: "la primera cualidad de un soldado tiene que ser la constancia para soportar la fatiga, el valor solo la segunda". Con más pompa y circunstancia, Churchill, diría el 13 de mayo de 1940 en un discurso radiofónico a propósito de la Segunda Guerra Mundial "no tengo nada que ofrecer, salvo sangre, sudor y lágrimas" y fue todo esto lo que Rusia encontró en Ucrania.

No deja de ser cierto lo que Keegan decía sobre la cultura de una sociedad, que es una "fuerza tan poderosa como la política en la elección de los medios bélicos, y en muchas ocasiones más predominante que la lógica política o militar". Pues bien, no quedaba otra que embarcarse en una guerra convencional, una guerra convencional al más puro estilo siglo XX salpicada de operaciones híbridas con acciones permanentes en el ámbito cognitivo. Un imprevisto que le costaría caro a Putin, con errores tácticos de bulto, fruto de la improvisación y la evidencia de una logística y estado del material bélico lamentable.

Según un informe de la CIA, Ucrania aguantaría diez días de combate sin el apoyo aliado, concretamente sin el apoyo estadounidense. Sin este apoyo, Rusia hubiera conquistado Ucrania sin mayor problema y una vez conquistada Ucrania -sigue el informe- Putin buscaría restablecer las fronteras zaristas del antiguo imperio, esto es: Polonia, Finlandia, Ucrania, Azerbaiyán, Armenia, Estonia, Letonia y Lituania.

Algo poco recordado relativo a la guerra que nos atañe, es el memorandum sobre Garantías de Seguridad en relación con la adhesión de Ucrania al Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares, más conocido como memorándum de Budapest. En el contexto del final de Guerra Fría y el desmantelamiento de la Unión Soviética, este memorándum fue el encargado de que Ucrania funcionase como la frontera entre occidente y Rusia.

Firmado en 1994 por Ucrania, Reino Unido, Estados Unidos y Rusia, los países firmantes se comprometían a respetar la independencia, soberanía y fronteras de Ucrania, no solo eso, sino que reafirmaban su obligación de abstenerse de usar la fuerza o la amenaza contra la integridad territorial o la independencia política de Ucrania. Algo así como un "pacto entre caballeros". El precio a pagar fue la cesión del arsenal nuclear que la Unión Soviética tenía en Ucrania a Rusia.

¿Qué quiere decir esto? Que el chantaje nuclear siempre ha formado parte de un todo, un todo en el que Estados Unidos y Reino Unido se posicionan como garantes de la Seguridad Internacional y Rusia como un aliado poco fiable y enemigo peligroso. Si no fuera por las armas nucleares, este conflicto hubiera tenido muy poco recorrido.

El fin de las hostilidades (no así el de la guerra) se prevé inminente, apresurándose todos los actores involucrados en tener a su disposición la mejor mano para llevarse la baza. Todos están buscando su mejor posición en el tablero.

Este año 2024, la OTAN reveló quién sería el sucesor de Stoltenberg, que tras varias prórrogas a consecuencia de la Guerra en Ucrania cesará el próximo 1 de octubre de la Secretaría General de la Alianza Atlántica sustituyéndole el ex primer ministro neerlandés Mark Rutte. Lo que en apariencia no dice nada nuevo, sí revela la voluntad de la OTAN de avanzar y de no supeditar por mucho más tiempo, su agenda a los intereses de la defensa de Ucrania. Stoltenberg dijo en sus redes sociales sobre Rutte: es "... un líder fuerte creador de consensos..."

No solo este nombramiento, la nueva directora de política de Seguridad de la OTAN en la División de Asuntos Políticos y Política de Seguridad, Carmen Romero (española, por cierto), ocupa este cargo tras casi ocho años al frente de la diplomacia de la OTAN y se estrena con una misión muy concreta, la de liderar la asistencia, seguridad y entrenamiento para Ucrania. "Liderar la previsible coordinación de asistencia de seguridad para Ucrania".

Por último, pero también significativo, ha sido el nombramiento del también español Javier Colomina como representante para la Vecindad Sur de la OTAN. El nombramiento se enmarca en dar carta de naturaleza a lo acordado en la Cumbre de Washington (una de las más importantes de la Alianza) y no dar más la espalda a nuestra amenaza más inminente, el Flanco Sur.

En definitiva, la recuperación de la agenda de la Alianza con un nuevo secretario general de la OTAN "generador de consensos" y una nueva directora de Política de Seguridad con ocho años de experiencia en diplomacia pública para liderar la "previsible coordinación de asistencia de Seguridad para Ucrania", son probablemente claros indicativos de unas negociaciones inminentes.

La ayuda militar a Ucrania por parte de Occidente, está dejando sin stock los arsenales de los aliados y la lista de espera para hacerse con nuevos sistemas de armas, munición y misiles empieza a ser preocupante. La industria no es capaz de producir lo que los países demandan, priorizando además los pedidos para Ucrania antes que los propios nacionales para aumentar las reservas.

Todo el esfuerzo económico puesto encima de la mesa hasta ahora no tiene sentido sin un Plan Marshall para Ucrania más pronto que tarde. El último diálogo explícito sobre esto tuvo lugar en Davos durante el Foro Económico Mundial del 2023, apuntando a un desembolso de más de 540.000 millones de dólares. De ahí que no sea extraño que los nuevos paquetes de medidas y ayudas estén contempladas al medio y largo plazo.

Pero a nadie se le escapa que el acelerador de todo esto son las próximas elecciones estadounidenses y el bochornoso espectáculo dado por el presidente Biden tras quedar noqueado en el debate con Donald Trump y su insistente negativa a abandonar la carrera presidencial. Pase lo que pase en noviembre, las elecciones en Estados Unidos afectarán al devenir de la guerra en Ucrania y por eso se quiere llegar cuanto antes a un acuerdo de paz.

La falta de respuesta nuclear por parte de Rusia a la invasión de Ucrania de la región del Kursk y el uso de armas ofensivas occidentales contra Rusia, han diseminado ya cualquier temor aliado a un ataque nuclear ruso, por lo que la negativa de implicar tropas aliadas sobre el terreno no tendría ya sentido, salvo por una cuestión: una posible negociación entre las partes y la reconfiguración del papel que puede jugar China en esas negociaciones.

Por último, una frivolidad. Biden no iba a abandonar y la coral de acólitos (o de interesados) que le rodeaban se encargaban de recordarlo una y otra vez, y cuanto más intenso fue el mensaje de su permanencia por la carrera presidencial, abandonó (En España tenemos varios ejemplos). Hoy, el mensaje de los aliados a Ucrania es que no les abandonarán y desde hace unos días ese mensaje se ha intensificado.

En la web de la Unión Europea se puede leer "La UE respalda firmemente a Ucrania y su población y seguirá ofreciéndole apoyo político, financiero, económico, humanitario y diplomático tanto tiempo como sea necesario y con la intensidad que se precise". En política si te dicen que todo está bajo control, preocúpate y si te dicen que te van a apoyar hasta el final... es que el final está cerca.

¿Qué está en juego? Está en juego un nuevo orden mundial, porque así se planteó la guerra de Ucrania desde sus inicios (aunque algunos lo nieguen) y de eso se hablará en las negociaciones futuras. Ucrania ingresará en la Unión Europea y la OTAN, no será inmediato, pero así será, a cambio de un mundo menos occidental y más multipolar y un intercambio de territorios entre Ucrania y Rusia que harán que la gestión de la derrota de Rusia sea una victoria y que la victoria de Occidente aparezca como derrota. (Carlos Delgado Fernández, Analista y asesor de Defensa)

 

 

 


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