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Viernes, 22 de noviembre de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

¿Vamos a ir a la guerra mundial por unos islotes en el Pacífico?

El presidente de Estados Unidos, así como su secretario de Estado, iniciaron su mandato abriendo la caja de los truenos contra China. En primer lugar, afirmando que no se permitiría el acceso a los islotes artificiales ha venido construyendo en estos años en el mar del Sur de China, invadiendo la zona económica exclusiva de todos sus vecinos; y afirmando, en segundo lugar, que la política de una sola China sobre la que se basó el acercamiento con Beijing norteamericano en los años setenta es negociable.

Lo que la nueva Administración ha venido a reconocer es algo que era a todas luces evidente. Por una parte, la invasión de la rica plataforma continental del Mar de China supone una flagrante violación de la legalidad internacional y, sobre todo, una amenaza a la seguridad de toda la región. La construcción de bases militares en una extensión de agua que se aleja más de mil millas de sus aguas territoriales sólo tiene un objetivo, la expansión militar de la segunda potencia militar y económica para dominar el acceso que el gigante necesita para mantener una economía que requiere de fuentes adicionales de energía y materias primas.

La política de una China es un contrasentido desde el momento en que Estados Unidos ha venido suministrando armas a Taiwan durante décadas para defenderse precisamente de la China continental. La República de Taiwan nunca ha buscado ser un Estado independiente, sino que anhela la unificación, pero en un Estado democrático, en el que se respeten los derechos individuales. Después de más de sesenta años de existencia de Taiwan, ha llegado el momento de dotar a este dinámico país de un cierto reconocimiento internacional. El Gobierno de Taipei no es una amenaza militar para el gigante, pero sí lo es a su sistema político comunista de partido único y, por ello, es un enemigo mucho más peligroso.

En los últimos veinte años, China ha venido modernizando su arsenal militar con cuantiosas inversiones y en este periodo casi ha triplicado su Armada y duplicado su fuerza aérea con equipos mucho más modernos. A su vez, continúa con la carrera del espacio y dispone de un importante arsenal nuclear. Pero sin duda el elemento más grave de esta amenaza es la existencia de un partido único que es incapaz de instaurar un régimen de libertades. Por todo este cúmulo de circunstancias, las continuas pretensiones y amenazas chinas requieren de una respuesta internacional más contundente que en el pasado.

Hoy las circunstancias económicas son muy diferentes que a comienzos de este siglo. La dependencia financiera de Estados Unidos con China ya no es tan significativa; la economía de la nación asiática no ha conseguido modernizarse, pero sí ha incrementado sus costes, de manera que su futuro papel como gran fabricante mundial de bienes de menor valor añadido está en cuestión. El régimen de Beijing ha venido atenazando la capacidad de crecimiento y el dinamismo del país y sin duda esto le pasará factura en la guerra comercial que Trump pretende iniciar contra el gigante.

Si Estados Unidos consigue parar los pies a China en un conflicto menor, pero muy significativo, como la ocupación ilegal del Mar de China, se habrá ganado la confianza de la región más dinámica del mundo. Estados Unidos mira al Oriente y su papel de liderazgo dependerá de que cómo se convierta en protector. Washington será en las próximas décadas para sus aliados en Extremo Oriente lo que fuera desde el final de la Guerra Fría para Europa. Este es el hecho estratégico más significativo del futuro a corto plazo, el ninguneo estratégico de Europa y Rusia por parte de Estados Unidos.

Para Estados Unidos, Rusia debe ser su aliado contra la amenaza china y del terrorismo internacional. Lo demás importa menos. Para Trump, la Unión Europea sigue siendo un gigante económico tan grande como Estados Unidos y no hay razón para que no pueda defenderse sola de Rusia. Dispone de armamento nuclear y de una capacidad enorme para incrementar su presupuesto de defensa. Washington es incapaz de mantener dos escenarios estratégicos en conflicto simultáneamente y para ello necesita focalizarse en donde realmente está su interés, Asia.

Así que los europeos pasaremos a segundo plano en una situación que parece confusa dados los tremendos interrogantes que presenta la política exterior y de seguridad del nuevo Gobierno. Su secretario de Defensa continúa viendo a Rusia como un enemigo y una amenaza, mientras que el de Estado aprecia una oportunidad para mejorar las relaciones con Moscú. Lo que piensa el presidente es mucho más ambiguo, ya que deberá remar contra un partido republicano que está convencido que Rusia representa el eje de todos los males y el verdadero enemigo.

Estados Unidos ya ha comenzado a reforzar sus posiciones en Asia con el envío de los F-35 y de buques y misiles. Es de esperar que los buques de la Armada norteamericana desplegados en el Pacífico mantengan posiciones en el Mar de China y que la situación se pueda complicar y mucho. Cuando sistemas tan complejos y con armamento devastador entran en una situación de conflicto, cualquier error puede desembocar a una gran tragedia. Lo que si debe ser evidente ante los ojos de todos es que no es posible un conflicto bélico convencional entre las grandes potencias.

Por mucho armamento que despliegue Estados Unidos, al final las armas nucleares terminarán actuando cuando los medios convencionales resulten insuficientes para una de las grandes potencias. Durante décadas el arte del palo nuclear y la zanahoria mantuvo al mundo en paz, pero en un contexto mucho más cambiante y multipolar puede haber una opción para una victoria para cualquier contendiente y este hecho dramático es la vía más expedita para que podamos asistir, como ya han señalado autoridades chinas, a un conflicto devastador. Una vez más, necesitamos políticos firmes en convicciones pero prudentes en el uso de la fuerza; no hay nada como evaluar los daños de una posible guerra para incentivar vías de diálogo que resuelvan los conflictos, sino queremos terminar en la tercera y última guerra mundial. (Enrique Navarro)

Fotografía: Barcos chinos en aguas del arrecife Mischief, en las disputadas islas Spratly, en el mar del Sur de China, en una imagen extraída de un vídeo grabado por un avión espía de EEUU, el 21 de mayo del 2015.


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