Este domingo se produjo la que puede clasificarse como la primera operación militar estadounidense con Donald Trump como presidente: un ataque contra objetivos de Al Qaeda en Yemen, que se habría cobrado la vida de un SEAL estadounidense, otros tres SEALs heridos y la pérdida de un valioso convertiplano MV-22 Osprey de la infantería de marina.
La operación habría implicado el ataque a una base de Al Qaeda en la provincia central de Bayda en Yemen en el que se habrían realizado ataques de precisión con vehículos aéreos no tripulados y helicópteros artillados Apache. Posteriormente intervino una unidad de operaciones especiales de la Marina estadounidense (SEa Air Land o SEAL, posiblemente el SEAL Team Six, el mismo que participó en la operación contra Osama Bin Laden) a la que pertenecería el soldado fallecido.
Otros tres soldados fueron heridos, lo que requirió el despliegue de un MV-22 Osprey, probablemente con base en Camp Lemonnier, Yibouti para una misión de evacuación médica. Sin embargo se ha informado de que el Osprey realizó un “aterrizaje duro” de tal calibre que impidió su posterior despegue y justificó su destrucción con medios aéreos propios.
El resultado de esta operación contraterrorista arroja unos datos preocupantes puesto que para acabar con la vida de catorce miembros de Al Qaeda se perdió un operador especializado y una aeronave valorada en cientos de millones de dólares. La participación de unidades en tierra como los SEAL se justificaría por la importancia de los objetivos o la información que se pretendía obtener, en lugar de haber recurrido a un ataque aéreo de precisión como se ha hecho en otras ocasiones. En esos términos se expresó el US Central Command al afirmar que los soldados “capturaron información que permitirá conocer planes de futuros atentados terroristas”.
Mientras que la propia operación, los catorce objetivos muertos, la pérdida del soldado y los otros tres heridos ha sido confirmada por general Joseph Vothel del Mando Central estadounidense (US Central Command o CENTCOM), del resultado sobre el terreno de la operación poco se sabe. Algunas agencias de prensa internacionales como EFE o AFP se habrían hecho eco de valoraciones de la población local en la que se afirma que hasta 16 civiles habrían muerto durante la operación. No confirmadas aún, las bajas de Al Qaeda en la Península de Arabia (AQAP) estarían encabezadas por Abdul-Raouf al-Dhahab y su hermano Sultan al Dhahab. Recordemos que la semana pasada la Casa Blanca anunció que está preparando una directiva presidencial que permita planificar las acciones contra grupos terroristas como el Daesh y que pasaría por el refuerzo de las operaciones o el empleo de artillería en Siria o el empleo de helicópteros artillados.
El siempre polémico Osprey
Surgen otras dudas relativas a la operación, por ejemplo: ¿por qué se empleó un convertiplano MV-22 de los marines, si existen variantes de operaciones especiales, como el CV-22 de la Fuerza Aérea, o por qué los SEAL emplearon precisamente este aparato cuando para sus operaciones discretas y peligrosas suelen hacer uso del 160th Special Operations Aviation Regiment (Airbone), los conocidos como Nigh Stalkers, especializados en infiltración y exfiltración de este tipo de unidades?.
Conocida es la dificultad del Osprey para realizar la maniobra de autorotación, que permite a los helicópteros tradicionales descender a tierra en caso de que un fallo mecánico deje fuera de servicio el motor o la transmisión. Aunque compleja, esta maniobra permite a un piloto aterrizar y salvar a la tripulación (que no al aparato) evitando el impacto incontrolado contra el suelo.
La particular configuración del Osprey, a medio camino de un avión y un helicóptero (que pretende combinar lo mejor de ambos) implica que esta maniobra es altamente compleja. De hecho se suele afirmar que para realizar esta maniobra, el éxito depende en la mayoría de los casos de la habilidad del piloto más que de las prestaciones del aparato.
La baja inercia de los dos rotores del Osprey dificultaría realizar la autorotación, prefiriéndose impactar en tierra con los motores en modo avión. En cualquier caso, la valoración oficial habla de un “aterrizaje duro” que impidió el posterior despegue, una elegante forma de llamar a un accidente o colisión. Resulta llamativo que en el último accidente de un Osprey del que se tenían noticias fue el que sucedió el pasado 13 de diciembre en Japón. En ese caso otro de los convertiplanos de los marines sufrió un “aterrizaje de emergencia” que lo dejó fuera de combate. (José Mª Navarro García)
Fotografía: Un MV-22 Osprey (NAVAIR)