El pasado sábado regresó en avión a las instalaciones de Lockheed Martin en Orlando, Florida, el misil Hellfire que desde España había terminado en Cuba después de una rocambolesca historia que todavía está investigando el Departamento de Estado estadounidense. El misil llevaba más de un año en Cuba, después de que saliera en camión de la base aeronaval española de Rota, a la que había sido enviado por el fabricante, Lockheed Martin, para un ejercicio multinacional. Aunque la entrega se ha demorado más de lo que Estados Unidos hubiera deseado, el proceso de normalización de relaciones diplomáticas en el que se encuentran ambos países ha facilitado el desenlace, del que dieron cuenta sendos comunicados en Estados Unidos y Cuba.
En enero dimos cobertura a este suceso después de que el diario The Wall Street Journal publicara la historia, poniéndonos en contacto con la Armada para confirmar que no había ningún tipo de responsabilidad por parte Española. La Armada nos contestó que “no tenía conocimiento directo de los hechos ya que se trata de una incidencia de una empresa logística civil durante el transporte de una maqueta inerte incompleta de un misil Hellfire en el trayecto Frankfurt-Orlando (Florida, Estados Unidos)”.
El portavoz del Departamento de Estado estadounidense Mark Toner publicó un comunicado en el que confirmaba que el misil había regresado a Estados Unidos fruto de la cooperación del Gobierno cubano, destacando la seriedad y transparencia con la que había actuado el gobierno caribeño. Sin embargo Toner no informó de más detalles sobre el fallo en el transporte, amparándose en leyes federales. El gobierno cubano también publicó un comunicado en el que confirmaba la devolución del misil, en el que informaba que los inspectores de fronteras lo habían encontrado durante la inspección de la carga de un avión que procedía de París, en cuyo manifiesto no figuraba mención alguna al arma.
Tanto Estados Unidos como el fabricante Lockheed Martin habían enviado a Cuba un equipo de expertos que inspeccionó el misil antes de traerlo de vuelta a Estados Unidos. Se trataba no de un misil completo sino de una versión “inerte” o “captiva” para entrenamiento, denominada Captive Air Training Missile (CATM-114). Aunque no contenga la cabeza de combate, sí que mantiene la electrónica de sensores y de navegación. De ahí que el Gobierno estadounidense estuviera preocupado por si Cuba decide vender este misil a países que podrían estar interesados en su tecnología como Rusia, China o incluso Corea del Norte, donde la ingeniería inversa permitirá desarrollar contramedidas contra el arma o copiarlo en forma de un desarrollo local.
Un complejo recorrido
El misil fue enviado por el fabricante a Rota el verano de 2014, sin embargo aunque las circunstancias que han permitido que llegue a Cuba no están aún claras, parece tratarse de un problema con el transporte y los diferentes recorridos que este debería haber tomado. Para volver a Orlando el misil partió en el camión de una empresa de transporte desde Rota hasta Frankfurt en Alemania, de donde debería haber volado hasta Estados Unidos. Sin embargo, por algún motivo, el contenedor donde estaba fue enviado en camión hasta París y de ahí hasta La Habana en un avión de Air France.
Queda claro que el error fue de la empresa de transporte y una vez que Lockheed Martin se percató del error se puso en contacto con el gobierno estadounidense, al que había solicitado la licencia de exportación. El Acta de Control de Exportación de Armas determina que las empresas son las responsables de documentar la logística del envío en la licencia de exportación e informar de cualquier desviación en la ruta al Departamento de Defensa. (José Mª Navarro García)
Fotografía:
·Hellfire (US Army)