El aliado más potente de Pyongyang, China, estuvo presente en el acto a través del vicepresidente de China, Li Yuanchao. Entre los actos que han tenido lugar a lo largo de toda esta semana con motivo del aniversario de la firma del armisticio, el líder norcoreano visitó junto con Li Yuanchao las tumbas de los soldados que lucharon en la guerra. Otros representantes internacionales presentes fueron los vicepresidentes de las repúblicas africanas de Zambia y Uganda, según explicó en una nota informativa la agencia coreana de noticias, la KCNA.
El presidente de la Asamblea Popular de Corea del Norte se arrancó con un discurso preñado de las habituales referencias a
EEUU: "El imperialismo norteamericano provocó el 25 de junio de 1950 la guerra coreana con el objetivo de apoderarse de la hegemonía en Asia y en el resto del mundo tomando como trampolín la península coreana". El funcionario señaló que bajo el mandato del nuevo líder norcoreano, "el ejército y el pueblo de Corea del Norte han acogido la nueva era de la historia que permite continuar con brillantez nuestra invicta historia".
Serenidad en el Sur y recuerdo de una “victoria” en EEUU
Los vecinos de Corea del Sur no han optado por una celebración tan vistosa. Ha sido su presidenta, Park Geun-hye, la que ha explicado, en un discurso ante los veteranos de guerra que, aunque su deseo es inaugurar una nueva etapa "de esperanza y paz", Seúl no tolerará ningún tipo de acción que "amenace la vida o las propiedades" de los surcoreanos.
Por su parte, Barack Obama, presidente de EEUU, ha recordado que fue su país el que consiguió acabar con el conflicto coreano con la “victoria” de sus tropas junto con las de Corea del Sur, en un solemne discurso pronunciado en Washington ante veteranos de guerra. “Cuando 50 millones de surcoreanos viven libres, en una vibrante democracia y en una de las economías más dinámicas, hay un violento contraste con la represión y la pobreza que padecen los habitantes del norte de la península”, concluyó el presidente estadounidense, en el que fue el primer discurso de un máximo dirigente de EEUU en los días en los que se celebra el final de la Guerra de Corea. (Javier Martínez)