Durante la Segunda Guerra Mundial, el 40 por cien del total de las fuerzas aliadas destruidas lo fueron en núcleos urbanos. Pocos años antes, en la Guerra Civil española, ya se había puesto de manifiesto la importancia de ese tipo de combate.
En ambos casos, son numerosos los ejemplos de operaciones ofensivas detenidas durante mucho tiempo por la oposición de núcleos habitados de poca relevancia, y si esto es así, no digamos ya lo decisivas que fueron las batallas para la conquista o defensa de las grandes ciudades. Sirvan de ejemplo los nombres de Madrid, Stalingrado, Sebastopol, etc.
Posteriormente conflictos como los de El Salvador, Nicaragua, Afganistán, Líbano, Granada, Bosnia-Herzegovina y Chechenia confirman la creciente importancia de la lucha en poblaciones y avalando aún más esta tesis, cabe señalar que recientes estudios efectuados por los norteamericanos afirman que, a partir del año 2000, las confrontaciones militares van a decidirse más entre los muros y calles de las ciudades que en el campo abierto.
Este interés despertado por el asfalto se debe, en gran medida, al crecimiento de las urbes y, a la vez, al aumento del número de vehículos con cadenas y coraza. En efecto la expansión, por un lado, de las zonas edificadas por donde pasan, y que en ocasiones sirven de embudo, las principales vías de comunicación y la transformación, por otra parte, de la infantería ligera y a pie en grandes unidades acorazadas y mecanizadas, acompañadas de artillería autopropulsada, es decir, en fuerzas blindadas que tienen en común unos principios de empleo basados en la movilidad y avances rápidos y profundos, son los dos factores que más inciden en este vuelco introducido en la guerra moderna por el dominio de las ciudades. Estas, además de acoger en sus cinturones industriales a gran parte de las fábricas de material y equipo de interés militar, constituyen un auténtico cerrojo para la mayoría de las vías de penetración, obligando a los convoyes a detener su paso hasta superar estos obstáculos de hormigón tan eficaces, precisamente, para la lucha contracarro.
foto: El misil contracarro “Eryx”, al carecer de rebufo permite ser disparado desde lugares cerrados.
Raro es el boquete natural que no desemboque en una población y cada vez más difícil será encontrar unas playas de desembarco que no estén urbanizadas para el turismo de verano. Los puertos y aeropuertos más importantes, y en consecuencia puntos clave a conquistar, llevan el apellido de grandes ciudades, esto es, se supone la existencia en sus proximidades de una densidad alta de población. En definitiva, lo que hasta hace poco figuraba en los reglamentos tácticos como un caso particular de combate —la lucha urbana, al igual que la llevada a cabo en el desierto o alta montaña— ha pasado a un primerísimo plano militar adquiriendo un protagonismo, al menos similar, al de las batallas en terreno despejado. Pueblos y ciudades se convertirán en el futuro —de hecho ya lo son en muchos de los conflictos actuales— en objetivos tácticos, estratégicos o incluso políticos de primer orden. Ahí tenemos como ejemplos cercanos en el tiempo, los duros enfrentamientos para conquistar Grozni, la capital de Chechenia, o lo ocurrido en Sarajevo, capital de Bosnia, e incluso en el mismo Mostar donde serbios, croatas y musulmanes se pelearon durante varios años por dominar a la capital histórica de Herzegovina.
UNA LUCHA PECULIAR
La tradicional preparación para una guerra convencional está basada, según resulta de sobra conocido, en el dominio del terreno, aprendiendo para ello los combatientes a defender o asaltar —con o sin blindados— una posición atrincherada rodeada de campos de minas y alambradas; todo esto es un escenario con amplios campos de tiro para fusiles y ametralladoras, siendo lo normal el contar con un intenso fuego de apoyo de todo tipo de armas, calibres y alcances. Sin embargo, esta forma de combatir poco tiene que ver con la peculiar lucha en zonas urbanas donde, a excepción de los mayores espacios existentes en las grandes avenidas y plazas y, dada la proximidad física de los contrincantes, una vez empieza el avance por las calles de poca aplicación serán las armas de apoyo, especialmente las ametralladoras, morteros y artillería, al faltarles espacio físico para operar mientras que los fusiles de asalto y los francotiradores, por contra, adquieren una capital importancia. Los cañones y lanzagranadas contracarro son empleados sobre todo para abrir boquetes de penetración por las casas o batir puestos de tiro, contando con las limitaciones de su rebufo si son disparados desde el interior de una habitación, mientras que los morteros con su tiro curvo serán capaces de acertar sus fuegos en las zonas desenfiladas por los edificios, asentándose en una calle e impactando incluso en la contigua.
foto: Evidentemente aquí se posa para el fotógrafo ya que en una situación real estos hombres no vivirían lo suficiente para contarlo.
Junto a esta restricción de los campos de tiro, la observación también se verá dificultada por las construcciones y, del mismo modo, lo estará el movimiento a pie por las calles, normalmente muy batidas por el fuego, teniendo que recurrirse a marchar por los alcantarillados, azoteas, e interiores. Por tanto, la ciudad se disputa en tres estratos diferentes, pues además de andar por el suelo, también se saltará por los tejados y se utilizarán las alcantarillas y garajes subterráneos, abriendo orificios en los tabiques que separan a las casas con el fin de avanzar. En suma, se trata de una forma de combatir a corta distancia y con profusión del tiro instintivo en reducidos habitáculos, llegando en ocasiones a la lucha cuerpo a cuerpo.
Respecto a los blindados, conviene resaltar que las barricadas, escombros y minas contracarro, debidamente situadas en puntos estratégicos, pueden llegar a impedir su progresión moviéndose todos los vehículos, en cualquier caso, siempre protegidos de cerca por los fusileros a pie al objeto de sustraerse a posibles emboscadas y ataques de armas contracarro realizadas desde asentamientos muy próximos. Y ello, sobre todo, teniendo en cuenta la dificultad de localizar los orígenes de los tiros, normalmente efectuados desde el interior de los edificios sin asomar las bocachas de las armas para evitar que las descubran los fogonazos, uniéndose a ello el eco producido que también despista a la hora de captar, con el oído, el lugar de donde provienen los disparos.
Los amplios despliegues de un batallón en campo abierto, fáciles de coordinar y dirigir desde un buen observatorio al marchar las unidades más o menos simultáneamente y con apoyos mutuos, se transforman en las ciudades en múltiples acciones casi independientes y compartimentadas. En ellas la sección, bajo las órdenes de un teniente o de un alférez, actuará aislada, normalmente en una manzana o sector, teniendo a menudo que descentralizarse el mando hasta el más bajo nivel, la escuadra de cuatro o cinco hombres, al frente de un cabo, o incluso desplazarse por binomios que posiblemente, no sólo no verán a sus jefes al avanzar de habitación en habitación, sino que además sus transmisiones orgánicas de VHF (alta frecuencia de 30 a 300 megaherzios), quizás no les permitan comunicarse debido a que los edificios interfieren el enlace por rayo directo, obligándoles a recurrir al uso de señales luminosas y mensajeros para mantener el control. La utilización de cortinas de humo en las que ocultarse, la provocación de incendios para el desalojo de los defensores de las casas y la proliferación de trampas explosivas serán otras de las características diferenciales de los enfrentamientos en localidades. Finalmente, el posible empleo de la población civil como escudo humano —como de hecho ha ocurrido en la guerra de Bosnia-Herzegovina— vendrá a complicar aún más esta especial forma de lucha.
ARMAMENTOS Y MUNICIONES
Normalmente, cuando las unidades tengan que defender o conquistar una zona urbanizada dispondrán de su armamento orgánico que no siempre será el más adecuado para el combate próximo característico de los núcleos poblados. De entre todas las armas y artefactos, es la granada de mano GM la que ocupa un lugar preferente, pues su lanzamiento por puertas, ventanas y boquetes, constituye el mejor seguro de vida antes de penetrar en una habitación, tanto por los efectos destructivos de su metralla como, en cualquier caso, por ensordecer y paralizar durante unos instantes a los adversarios, tiempo éste que precisamente será aprovechado por el asaltante para introducirse en el lugar de la explosión mientras, a la vez, dispara con su arma automática. Tal es la importancia de la GM, que su dotación por soldado como mínimo se duplicará antes de iniciar el asalto a una ciudad, siendo su suministro, junto con el de cartuchería, que lógicamente también registrará un mayor consumo, una de las principales tareas de los escalones logísticos.
foto: El combate en ciudad exige descentralizar el mando y actuar en pequeños grupos.
En segundo lugar cabe destacar a los subfusiles y fusiles automáticos, sobre todo los de culata plegable, no estando de más el llevar una pistola como complemento o segunda arma, muy útil para determinadas ocasiones. Por supuesto que las escopetas de cañones recortados, de dotación en algunas unidades especiales, son muy idóneas para este tipo de combate, al expandir sus gruesos perdigones en un considerable radio de acción a poca distancia. En este sentido, el amplio uso de las armas cortas está plenamente justificado pues no conviene olvidar que el avance será de habitación en habitación —en el interior de un mismo domicilio— y de casa en casa —a lo largo de una misma manzana— abriendo para ello agujeros en los muros con disparos o cargas de demolición, según veremos.
Para el tiro instintivo sin encarar y sobre todo a efectos de evitar rebotes en las paredes, las armas y municiones de menor potencia, como las de 9 mm. y 5,56 mm., son las más adecuadas. Por el contrario, para disparar a través de puertas y tabiques resultan más recomendables, lógicamente, mayores calibres como el 7,62 mm. y 12,70 mm. Del mismo modo, para progresar por las calles —caso poco habitual pues lo normal será que estén muy bien batidas— son necesarios fusiles con mayor precisión, incluso con alzas telescópicas o visores para acertar desde lejos a los francotiradores ocultos tras las ventanas.
Esta mayor precisión en el tiro efectuado desde las aceras y el exterior de los edificios hacia los portales, ventanas y tejados de las fachadas de enfrente ocupadas por el adversario, también viene impuesta ante la dificultad que existe en las ciudades, conforme a lo ya dicho, para que los sentidos del oído y de la vista localicen con claridad los orígenes de fuego en razón, tanto de la resonancia que se produce con los disparos, como a la precaución que adoptará un contrincante bien instruido en apuntar desde la sombra u oscuridad del interior de una habitación, sin asomar el fusil por la ventana para que no se detecte el fogonazo.
La munición trazadora juega, en este aspecto de la identificación, un papel muy importante para, una vez descubierto el origen de los disparos, señalizar su ubicación al resto de la patrulla. Y aquí aparece una nueva arma muy útil en la lucha callejera, el lanzagranadas ligero, capaz de acertar a meter por una ventana o puerta abierta uno de sus mortíferos proyectiles, en ocasiones única forma de lograr eliminar a esos francotiradores ocultos antes mencionados. Tal es así que algunos fabricantes han adosado un lanzagranadas de 40 mm. a sus fusiles. Por otra parte, no conviene olvidar la gran utilidad de los tubos lanzadores de granadas contracarro como abreboquetes en los tabiques, si bien, la munición de carga hueca contracarro será sustituida en gran parte por proyectiles rompedores, mucho más efectivos para el combate en población.
Las ametralladoras, dado su mayor alcance eficaz, verán reducido su campo de acción a las calles largas y grandes avenidas, colocándose si es posible en plantas bajas para efectuar fuego rasante e impedir la libre circulación por las mismas, teniendo el problema de su fácil localización por lo que deberán cambiar a menudo de asentamiento evitando así su destrucción. Mucho más útiles serán los lanzallamas, cuyo fuego prenderá el material inflamable existente en las casas provocando incendios que obliguen a desalojar a sus habitantes. Desde este punto de vista pirotécnico también son útiles los cócteles molotov de fabricación casera, fáciles de lanzar por las ventanas, dándoles así otro uso distinto a su habitual empleo contra los carros de combate y vehículos militares.
foto: Los Ejércitos del Pacto de Varsovia, como el húngaro (en la foto), habían sido especialmente preparados para el combate urbano.
Artillería y morteros son muy efectivos para ablandar al enemigo antes del asalto y los carros para abrir orificios y destruir casas especialmente fortificadas, sin olvidar el gran peligro que corre cualquier vehículo durante su movimiento por la ciudad al estar muy expuestos a las emboscadas y a las certeras armas contracarro disparadas por sorpresa desde cortas distancias. Los morteros presentan, como ventaja respecto a la Artillería, sus posibilidades de mayor ángulo de tiro, de forma que son capaces de hacer caer sus proyectiles casi en vertical explosionando en medio de las calles, aspecto éste que pudieron comprobar los cascos azules españoles en la ciudad de Mostar, mientras que la trayectoria menos curva de la Artillería hará que sus grandes deflagraciones destruyan los tejados y últimos pisos o caigan, a lo sumo, en amplias plazas y avenidas. En cualquier caso, estas armas de apoyo una vez iniciada la lucha callejera, caracterizada según hemos visto por el combate próximo entre los contrincantes de ambos bandos, verán muy restringidos sus fuegos al objeto de evitar bajas propias.
EL PUNTO DE VISTA NORTEAMERICANO
“Todo soldado de Infantería debería ser adiestrado en las operaciones militares en zonas urbanizadas (OMZU)”, escribió en “Infantry”, no hace mucho, el capitán John S. Zachau, del Ejército de los Estados Unidos. Se basaba para pedir esto en lo que el teniente coronel Bataller destaca en su trabajo, esto es, el aumento sin cesar de las áreas urbanizadas que al US Army le representaron un verdadero quebradero de cabeza en varios de los teatros de operaciones en los que ha actuado últimamente. Si todavía no es probable que el entrenamiento en OMZU alcance a la generalidad de las tropas, ya es una realidad su inclusión en los programas de las diversas Fuerzas Especiales así como en los planes futuros del Pentágono que le ha dado luz verde a un proyecto denominado “Military Operation in Built-up Areas (MOBA)” al que se le han asignado, de entrada, veinticuatro millones de dólares. De acuerdo con lo dicho por un portavoz de los Marines, que junto con el US Army serán los primeros en experimentar el MOBA, un soldado equipado con una radio de altas prestaciones, un designador de blancos y un sistema de navegación GPS, podrá mejorar la flexibilidad de la maniobra, dirigir certeramente el tiro de las armas de apoyo y evitar el temido “fuego amigo”, alcanzando tiempos de reacción de menos de dos minutos lo que representará una innovación tan importante como la que supuso, en su día, la introducción de la ametralladora en el campo de batalla.
ARTEFACTOS Y EQUIPOS
Entre los artefactos necesarios en este tipo de lucha figuran las granadas fumígenas y las candelas de humo para ocultar el avance por las calles, así como los botes lacrimógenos que pueden sustituir a las granadas de mano si se pretende evitar bajas en el adversario o se sospecha que éste retiene a personal civil, siendo muy útil para estos casos que el asaltante lleve la máscara antigás, otra de las prendas aconsejables en el combate en población. Los detectores de minas para descubrir tanto a éstas como, en su caso, a determinadas trampas explosivas, también formarán parte del correspondiente equipo que, sin embargo, estará desprovisto de cualquier complemento voluminoso —sirvan de ejemplo la mochila grande y herramientas de zapadores— que dificulten o resten movilidad a los combatientes en su avance por los boquetes, ventanas y alcantarillas. Sí que serán empleados, por contra, otro tipo de útiles como palanquetas y machos de herrero para forzar puertas o incluso explosivos o cargas de demolición ya preparadas para adosar a las paredes y abrir agujeros.
foto: Tabriz, diciembre de 1979. La primera Guerra del Golfo, entre irán e Iraq, conoció numerosos episodios de guerra urbana.
Destacar también otra parte del equipo muy importante para facilitar el movimiento por los edificios, como lo son las cuerdas, escaleras flexibles o de aluminio, arpeos, palos largos, así como prismáticos y aparatos de visión nocturna con los que aumentar la escasa luz disponible y observar los orígenes de fuego, sin olvidarse de las linternas pues obviamente muchas habitaciones estarán a oscuras al no existir normalmente corriente eléctrica en las ciudades asediadas. Las gafas de plástico (para evitar heridas de cristales rotos) protegerán los ojos de polvo y pequeñas partículas y, por supuesto, el chaleco antifragmentos será más que aconsejable, imprescindible. La ausencia de un servicio regular de asistencia sanitaria, con los camilleros pisando los talones como ocurre en los despliegues abiertos propios de un terreno despejado, aconseja llevar un botiquín individual bien dotado de apósitos y morfina pues los heridos tendrán que esperar más tiempo del habitual para su evacuación.
Por último, en el capítulo referente al equipo de las Fuerzas Especiales, no debemos olvidar al braguero, compuesto por un anillo y un mosquetón, junto con algún calzado de tipo pies de gato y garfios muy útiles para trepar y bajar en rappel por las paredes o, lo que es más importante, para descender a las azoteas desde helicópteros, medios éstos muy empleados por las Unidades de Operaciones Especiales (UOE) para el combate en poblaciones pues permiten acciones relámpago situando al personal en las partes altas de los edificios. Del mismo modo, resultan también muy valiosos los pequeños aparatos de radio con auriculares para dejar las manos libres y conseguir un enlace simultáneo entre todos los hombres de una misma patrulla así como los sistemas láser de iluminación adosados en las armas de los boinas verdes para asegurar los disparos y evitar confusiones en operaciones de rescates de prisioneros, rehenes o cuando, según dije, el enemigo utilice al personal civil como escudos humanos.
En estas circunstancias las UOE’s pueden disponer de un tipo esencial de granadas que al explosionar ciegan y atontan momentáneamente pero sin dañar físicamente a los allí presentes, momentos de estupor que los asaltantes —provistos de caretas para evitar estos mismos efectos en quienes los provocan— aprovecharán para eliminar a los adversarios una vez identificados los rehenes o paisanos, método éste habitual empleado también por muchos Cuerpos de Seguridad y concretamente, en el caso de España, por la Unidad Especial de Intervención (UEI) de la Guardia Civil y por el Grupo Especial de Operaciones (GEO) de la Policía Nacional cuando asaltan un piso franco o penetran en un avión secuestrado.
Revista Defensa nº 219-220, julio-agosto 1996, General Vicente Bataller Alventosa