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La unidad especial de buceadores de combate de la Armada

Revista Defensa nº10 febrero de 1979, Arturo Pérez Reverte

Pocos minutos antes del amanecer, media docena de sombras silenciosas se deslizan hacia el mar desde los costados de la embarcación, a dos millas de la costa. Van vestidos de caucho negro y transportan rollos de mecha y mochilas con explosivo de plástico. Orientándose por la brújula y con ayuda del profundo metro nadan bajo el agua, a cinco metros de la superficie. Sus equipos de respiración subacuática no dejan estela de burbujas; se trata de oxígeno en circuito cerrado, letal a más de ocho metros de profundidad, pero imprescindible para no dejar señales exteriores que alerten a un posible enemigo.

Tras franquear los rompientes, los hombres se arrastran sobre la arena de la playa, extendiendo un largo rectángulo de mecha rápida en la que intercalan los panes de explosivo. Después de conectar el conjunto de detonadores —protegidos de la humedad con preservativos— los buceadores proceden a la ignición del tramo de mecha lenta que, diez minutos más tarde, desencadenará la explosión del conjunto. Tras una nerviosa ojeada al reloj de esfera luminosa, muerden de nuevo la boquilla de oxígeno, se sumergen y nadan con rapidez, alejándose de la zona. Deben poner quinientos metros entre ellos y la playa para no sufrir los efectos de la explosión. 

Foto: Los “kayacs” se utilizan para infiltraciones y golpes de comando. El adiestramiento comprende recorridos de hasta 50 millas.


Mañana se lanzarán al mar en paracaídas, o nadarán sin poder distinguir las manos ante los ojos, en aguas negras como boca de lobo, para colocar minas simuladas en el eje propulsor de un destructor “enemigo”. Saldrán al mar por los angostos tubos lanzatorpederos de un submarino o remarán a bordo de kayacs, ennegrecidos el rostro y las manos, vivaqueando durante tres días ocultos en las proximidades de una base naval, reuniendo información antes de lanzar un ataque submarino contra las unidades ancladas en la dársena. 
Son 47 hombres, 26 de ellos profesionales. Su trabajo es, quizá, el más duro de las tres armas que integran las Fuerzas Armadas Españolas. Ellos constituyen la Unidad Especial de Buceadores de Combate. 
“Pero no crea que somos superhombres. La mitad de nuestro grupo está formada por tipos bajitos que no pesan más de 65 kilogramos.” 
La UEBC, con base en la ciudad mediterránea de Cartagena, está integrada orgánicamente en el Centro de Buceo de la Armada (CBA). Sus efectivos proceden del Cuerpo General, Infantería de Marina y Máquinas. Todos los voluntarios ingresan en la Unidad tras la agotadora “puesta a punto” que supone el paso previo por el Centro de Instrucción de Buceo (CIB). Sólo cuando los hombres saben moverse bajo el mar con la misma soltura que sobre la tierra, se les considera válidos para comenzar el duro camino que los convertirá en buceadores de combate. 

Foto: Ejercicio de abandono y recogida. Los hombres se arrojan al mar desde una LCP a toda máquina.

EL PEZ QUE SALE DEL AGUA... 
Con pantalón corto y camiseta, apagada su voz por el rumor de la resaca contra la playa, el capitán Chicharro explica a los hombres cómo dinamitar los obstáculos antes de un desembarco. Con el cigarrillo en los labios, el sargento Solivelles distribuye las mochilas cargadas con explosivo plástico. Los hombres, sin más equipo que un cuchillo y sus gafas submarinas, inhalan aire y se sumergen en el agua, colocando las cargas. 

Foto: Su doctrina táctica inicial se inspiró en los UDT y SEAL norteamericanos.

“En estos momentos, la Unidad está formada por 26 profesionales, entre oficiales y suboficiales, y 21 “bays” Los “bays” son los buzos ayudantes, la tropa, que procede del Tercio de Armada o de la Marina. Aquí todo el mundo es voluntario. Los oficiales y suboficiales, somos también paracaidistas: para cuando hay que lanzarse al mar desde el aire, y todo eso. En las misiones de combate sólo actúan los profesionales.” 
Las misiones para las que fue creada en 1967 la Unidad Experimental de Buceadores de combate, convertida en Unidad Especial en 1970, abarcan dos grandes grupos: 
operaciones anfibias y cooperación en guerra de minas. Para ello, la UEBC se articula en una Plana Mayor, un equipo de Contraminado, otro de Demoliciones Submarinas y un equipo de Apoyo. Entre las acciones de tipo anfibio se incluyen los ataques a buques e instalaciones portuarias, reconocimientos de playas, demoliciones... En el campo de la guerra de minas, la Unidad colabora en la defensa de instalaciones navales, limpieza de campos minados... También sus componentes están adiestrados para golpes de mano costeros, si bien no efectúan operaciones con cierta profundidad en tierra. 
“Somos como el pez que sale del agua, pega un zambombazo y se aleja nadando con toda rapidez. El agua no es un enemigo, sino nuestro medio de transporte y de protección, nuestro refugio.” 
En su despacho, desde cuya ventana se domina una amplia extensión de mar frente a la estación naval de La Algameca, el comandante Noreña señala el extenso gráfico de actividades de la Unidad que hay clavado en la pared. 
“El adiestramiento es duro, muy duro. Un buceador de combate en plenas condiciones debe ser capaz de nadar siete kilómetros en superficie, y cuatro utilizando equipo de oxígeno, en inmersión. Con equipos de mezcla deberá bajar hasta 40 metros, y a pulmón libre, como mínimo, bucear hasta 15 metros de profundidad. También utilizamos los “kayacs” en recorridos de 50 millas, a puro remo. Los hombres deben estar capacitados para llegar a una playa y levantar un plano de ella, manejar explosivos, utilizar armas de fuego... Y no todo es ejercicio simulado. Con frecuencia, cuando se descubre en el mar o en la costa algún artefacto procedente de la guerra o no desactivado tras unas maniobras, la UEBC es la que se encarga, por lo general, de hacerlo estallar o anularlo. La Unidad siempre está dispuesta para una intervención inmediata. En una mañana, todos podemos recoger el equipo e iniciar el traslado a donde sea necesario. Para ello contamos con el “Poseidón” como buque de apoyo y una especie de autobús acondicionado, con literas, para viajar por tierra.” 

EL ADIESTRAMIENTO 
El entrenamiento de los buceadores de combate es intenso, tanto en el aspecto teórico como en el práctico. Manejan el armamento individual de uso común en las Fuerzas Armadas españolas: pistola, subfusil, fusil de asalto y granadas. Los conocimientos de topografía, imprescindibles para “operaciones alambradas” —en playas— son objeto de especial interés. Para el combate convencional en tierra, los buceadores reciben adiestramiento en condiciones diurnas y nocturnas. Cada hombre lleva su propio botiquín y posee preparación adecuada para aplicarse a sí mismo o a los compañeros socorros de urgencia. 

Foto: La Unidad Especial de Buceadores de Combate está integrada en su totalidad por voluntarios. De ellos, más de la mitad son profesionales.

“El manejo de explosivos en una Unidad como la nuestra, es fundamental. Aquí se utilizan de todo tipo, desde los más sofisticados hasta los que son “chapuzas de artesanía” Posiblemente la UEBC sea la Unidad que más explosivos utiliza de entre todas las Fuerzas Armadas españolas. Pero no siempre ha sido así: Antes, cuando andábamos escasos de medios, había que apañárselas a base de ingenio, alambre y esparadrapo. Esa experiencia nos ayuda ahora mucho, porque nunca se sabe cuándo puede presentarse un fallo en el material moderno, en tales casos, los “viejos zorros” de la Unidad —alguno lleva aquí más de diez años— desempolvan los viejos trucos artesanales y todo termina marchando bien.” 
Sobre la LCP que se balancea sobre el mar, el capitán Chicharro organiza el lanzamiento al agua de un equipo de demolición. Parten primero los “hombres-mecha “, encargados de tender las conexiones en las que los “hombres-petardo’ que les siguen, colocarán las cargas que transportan en pesadas mochilas verdes. En la última fase, los “hombres-encendido” iniciarán la cuenta atrás hasta la explosión. En este día gris, con los rayos de sol que pugan por romper a intervalos las nubes que gravitan sobre el mar encrespado, un grupo de buceadores de la Armada norteamericana acompaña a los españoles. Pertenecen a un equipo UDT (Underwater Demolition Team) que durante dos semanas opera junto a la UEBC para intercambio de experiencias. 
“Nuestra doctrina táctica inicial se inspiró en los UDT y SEAL norteramericanos, así como en maniobras e intercambios junto a los franceses del “Commando Hubert” y los buceadores de combate británicos. Todavía hoy, con frecuencia, trabajamos con ellos. Siempre se aprende algo nuevo en este oficio. Ultimamente, entre quienes efectúan aquí cursos de adiestramiento se cuentan bastantes alumnos de países latinoamericanos.” 
LOS “VIEJOS ZORROS” 

En líneas generales, la UEBC es una Unidad especial, capaz de cumplir con éxito cualquier misión que le encomiende el Estado Mayor de la Armada. Pero sobre lo que todos sus miembros coinciden, desde el comandante hasta el último “bay”, es en que el eje básico sobre el que radica esta Unidad es el suboficial. Auténticos veteranos de la UEBC, en su mayor parte “viejos zorros” del mar, los suboficiales son buceadores que hacen exactamente lo mismo que la tropa, como los oficiales, con la diferencia de que están peor pagados que éstos y tienen muchas más responsabilidades y riesgos que aquellos. 

Foto: La UEBC se encuentra altamente familiarizada con el manejo de explosivos. He aquí el efecto de 60 kg. de plástico en una playa. 

“Aquí el suboficial prácticamente no manda casi nada, pues hay muchos. Su utilidad reside en que son los más preparados: se pasan cinco días de cada semana en el agua, y a veces una o dos noches. Realmente son el alma de la Unidad; difícilmente podríamos ser eficaces sin ellos. Además, a la hora de manejar la “caja mágica” —donde están todos los elementos necesarios para efectuar una demolición— son verdaderos artistas.” 
En el bar de oficiales del Tercio de Levante, un oficial que ahora se encuentra destinado en otro lugar habla con nostalgia de sus tiempos en la Unidad Especial de Buceador es de combate: 
“Fuimos en “kayacs”, en dos grupos, y nos infiltramos de noche en una base naval “enemiga”. Había patrullas en el mar y en la tierra que nos buscaban, así que permanecimos camuflados durante tres días en la costa, durmiendo de día y efectuando reconocimientos durante la noche. Doblamos las misiones, por si uno de los dos equipos era capturado, que el otro cubriese la totalidad de los objetivos... Minamos absolutamente todas las unidad es fondeadas en aquella dársena. Cuando nos retirábamos de allí, por el mar, el “enemigo” atrapó a un equipo, pero la misión ya estaba cumplida. En teoría, ocho hombres con “kayacs “habíamos puesto fuera de combate a casi la mitad de la Flota.”. 

Foto: El mar no es un enemigo, sino un medio de transporte y un refugio.

 

Fotos del autor (Arturo Pérez Reverte)


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