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El verdadero papel de Gibraltar como Base Naval y sus perspectivas de futuro

Ayer noticia

(Revista Defensa nº 197, septiembre 1994) Por más que, para desviar la atención, repitan que el problema de Gibraltar lo es por los «deseos» de sus actuales habitantes, nadie ignora que el único motivo de la presencia colonial en la provincia de Cádiz, radica en el valor que esa colonia tiene como base naval para la Marina Real británica. Tan es así que, en marzo de 1989, según informó el jefe de la base, el entonces comandante en jefe de la «Royal Navy» le dijo: «Si Gibraltar no existiese, tendríamos que inventario», o lo que es lo mismo: «Si no lo hubiésemos usurpado en 1713, tendríamos que hacerlo ahora». En estas líneas trataré de analizar, muy brevemente, lo que ha sido y es la colonia de Gibraltar como base naval británica.

SE DESPIERTA EL APETITO INGLÉS

A partir de 1511 los comerciantes ingleses comenzaron a entrar en el Mediterráneo de forma continua. Por aquellas fechas, Londres vio la necesidad de contar en él con bases e instalaciones de apoyo en las que establecer depósitos de mercancías y, también, basar los barcos de guerra que habrían de proteger a los mercantes en este mar. Desde entonces, sus visitas a los puertos españoles tenían una doble finalidad: la declarada en relación con el comercio y la no confesada de estudiar las ventajas, inconvenientes y debilidades de los lugares visitados. Pronto comprendieron que el puerto más indicado era el de Cádiz, en el acceso occidental al Mediterráneo. Le seguían los de Tánger, Orán y Gibraltar.
En 1596 y en 1625 se produjeron los ataques a Cádiz, pero sin resultado. Los invasores, borrachos después de asaltar las bodegas de la bahía, tuvieron que retirarse en cuanto vinieron tropas españolas a combatirles. En 1662, ocuparon Tánger, hasta entonces en manos portuguesas, pero no fueron capaces de retener más de 18 años lo que los lusitanos habían ocupado durante 200. Así, en 1680, lo abandonaron bajo los continuos ataques de las tropas del sultán marroquí.
El 28 de abril de 1656, Oliver Cromwell, vicealmirante antiespañol, pidió que se ocupase Gibraltar pues permitiría, sin necesidad de mantener una gran flota en esa costa —con sólo seis fragatas ligeras— hacer más daño a los españoles que con una flota. Cromwell intuyó las ventajas de clavar un puñal en la columna vertebral de la unión de la España peninsular con la España americana pues, por su proximidad a Sevilla, puerto de arribada de los galeones procedentes del Nuevo Mundo, podría asestar sus zarpazos siempre que
quisiese. Con esta ocupación se aseguraría mantener a España inmovilizada a perpetuidad sin capacidad de intervenir en el concierto internacional, continuamente sometida a los chantajes británicos e incapaz de ofrecer al mundo el aprovechamiento de la situación geográfica tan favorable que la naturaleza le ha dado. Como Isabel la Católica, Cromwell comprendió que para España, entonces como ahora, la importancia del Peñón radica precisamente en que no esté en otras manos que las españolas.
Con sus primeras incursiones a lo largo del siglo XVII vieron los ingleses lo difícil que sería conquistar Gibraltar frente a españoles dispuestos a combatir. Los monarcas de la casa de Austria no habían olvidado los sabios consejos de la Reina Isabel y se preocuparon por sus defensas. Pero eso sí, entre las incursiones y las visitas comerciales, observando y estudiando detenidamente la geografía de la zona, pudieron elaborar un plan de operaciones para cuando la ocasión fuese propicia.

LA USURPACIÓN

Ese momento llegaría el 4 de agosto de 1704 —¡acaban de cumplirse 280 años!— durante la Guerra de Sucesión española, cuando una fuerza constituida por tropas españolas, holandesas e inglesas, al mando del archiduque de Austria, atacó el Peñón. Su gobernador, D. Diego Salinas, se rindió al representante del Rey Carlos III de España. Como es sabido, el Tratado de Lisboa de 16 de mayo de 1703, había establecido que Carlos III tomaría posesión de toda España tal y como había pertenecido a Carlos II.
La felonía cometida por el jefe de la Flota, almirante Rooke, subordinado al archiduque de Austria, imponiéndose a la fuerza sobre la voluntad de éste, arriando la bandera española e izando la inglesa, no fue más que el arranque de un larga serie de engaños por parte británica. Desde entonces, sus diplomáticos se han esforzado por generar en España un sentimiento tan antibritánico como el que Cromwell tenía contra los españoles. El resto lo hizo el artículo X del Tratado de Utrecht, negociado entre Francia y el Reino Unido e impuesto a España por la fuerza.
Los intentos de recuperar el Peñón fracasaron por la superioridad de la Marina británica. En las repetidas ocasiones en las que estuvo a punto de sucumbir, los auxilios desde Tánger o los refuerzos llegados, varias veces desde Lisboa, permitieron que los ocupantes sobreviviesen. Los arreglos diplomáticos entre París y Londres hicieron imposible la restitución. Y lo que debió empezar como un simple depósito comercial, propiedad de la Corona británica, pronto se fue transformando en una base naval permanente, una de las claves de su poder naval.
Recordemos, antes de seguir adelante, que se define como base naval permanente, aquellos lugares estratégicos de la costa donde se asienta un conjunto organizado y protegido de instalaciones fijas de apoyo logístico y operativo directo, capaz de sostener con amplitud y permanencia a una fuerza naval. Recordemos, también, que son cuatro los factores que definen el valor de una base naval: el estratégico, el orgánico, el táctico y el logístico. Pero veámoslo con un cierto detalle.

 EL FACTOR ESTRATÉGICO

Este factor está en función de la situación geográfica y guarda relación con los intereses navales nacionales, las líneas de comunicación marítimas, la zona marítima circundante, los enemigos en potencia, etc. Ya hemos visto cuál fue el interés inicial en ocupar este punto geográfico. La Marina del vapor, el canal de Suez y la expansión del Imperio británico hasta la India aumentarían la importancia de Gibraltar convirtiéndolo en un eslabón indispensable de la cadena de bases que unían la Metrópoli con las colonias. Como dijo lord Fisher, primer lord del Almirantazgo británico entre l904 y 1910: Gran Bretaña posee las cinco llaves que encierran el mundo: Dover, Gibraltar, Alejandría, Cabo de Buena Esperanza y Singapur. Luego, durante la Segunda Guerra Mundial se basó en el Peñón la Fuerza H (acorazados, cruceros y destructores) que resultaría decisiva para la protección de los convoyes a Malta y el ataque a los barcos alemanes en el Atlántico.

foto: Ejercicio naval entre fuerzas del IBERLANT y del NATO Gibraltar Command. Uno de los vergonzosos embustes para auspiciar el «sí» a la OTAN de quienes habían llegado al poder defendiendo el «no», fue que de esta manera se arreglaría el contencioso gibraltareño.

No por haber desaparecido el Imperio, ha dejado de ser el Estrecho un punto de importancia mundial en relación con el tráfico marítimo. Hoy día circulan por sus aguas unos doscientos barcos diarios. Se calcula que anualmente navega por el Estrecho la cuarta parte del tráfico marítimo mundial, todo el cual pasa dentro del alcance de las armas y sensores instalados en la Roca. Como han repetido autoridades británicas, su ventaja actual, desaparecida la amenaza del bloque soviético, radica en que constituye una primera barrera defensiva frente a los focos actuales de riesgo (en el Mediterráneo), situada a mil millas de la Metrópoli. En cuanto a los enemigos en potencia, ¿qué podemos decir? Después de los fracasos del siglo XVIII vinieron a las tierras españolas las guerras napoleónicas, aprovechadas por ingleses y franceses para arrasar España cuya capacidad de acción quedó neutralizada. Con este panorama poco podía hacerse sino esperar tiempos mejores.
Llama la atención que ya en 1760, una de las principales preocupaciones del gobernador de la colonia era establecer las mejores relaciones personales con las españolas del Campo de Gibraltar. De hecho, entonces como ahora, nada agradaba más a los oficiales británicos, que ser recibidos con gran cortesía y hospitalidad en las ciudades y casas señoriales del Campo. Además de buscar ventajas para la colonia, posiblemente su mala conciencia de ocupantes coloniales, queda amortiguada malinterpretando la proverbial hospitalidad española.

EL FACTOR ORGÁNICO

En este punto es preciso considerar la forma en que pueden asignarse funciones, mandos y responsabilidades a los distintos elementos, logísticos y operativos que integran la base. En el Peñón, además del gobernador, figura propia de su carácter colonial, existe el jefe de la base. Es significativo que éste ha sido siempre un contralmirante con autoridad sobre las fuerzas de Tierra, Mar y Aire, desplegadas en la colonia. Para facilitarle el ejercicio del mando, en 1989 se instaló un moderno sistema de mando y control, a base de ordenadores y equipo de comunicaciones por satélite, que costó seis millones de libras esterlinas.

EL FACTOR TÁCTICO

Se basa en la seguridad defensiva de la base, es decir, en su protección, y en la capacidad de las instalaciones operativas, especialmente las de mando y control con que cuenta.
Los tiempos han cambiado desde 1704. Hoy día se reconoce que Gibraltar, en caso de guerra, no tiene ningún valor si no cuenta con la aquiesciencia de España. De ahí la preocupación del general Eisenhower por asegurarse la neutralidad española cuando dirigió la operación Torch desde el Peñón usurpado, como él mismo lo calificó. Ahora, lo más sobresaliente allí es el conjunto de medios con los que cuenta para ejercer el Mando y Control en el área del Estrecho y sus accesos. Sus instalaciones electrónicas están concebidas como si de un gigantesco portaaviones se tratase. En la proa del buque, en Punta Europa, hay una estación de control del tráfico marítimo dotada de varios radares de navegación. En la misma caseta de control existe un palo con antenas de contramedidas electrónicas del modelo instalado en la mayor parte de los buques de la Royal Navy. Esto les permite interceptar las emisiones de los radares de los barcos que se aproximan e identificarlos mucho antes de que entren dentro de su alcance radar o visual.
El campo de la guerra electrónica no lo limitan las frecuencias de radar. Pertenece a la Historia el papel decisivo que tuvo en la SGM la estación de interceptación radiogoniométrica de HF sita en el Peñón pues permitió triangular el imprudente mensaje del almirante Lütjens, que llevaría al hundimiento del Bismarck. En cuanto al imprescindible radar de exploración aérea se encuentra en lo más alto del Peñón, cubierto por un gran radomo blanco. Debe tratarse de un moderno modelo de la casa Plessey pues ese es el fabricante inglés más significado en cuanto al equipamiento de radares de esta función para barcos de guerra y aeropuertos.
Aunque disponga de radares y equipos de guerra electrónica, poco puede mandar si no cuenta con comunicaciones. El uso de los satélites tuvo que suponer una ventaja extraordinaria para la colonia pues, como es natural, sus enlaces con el exterior no podrían circular a través del territorio español. Mediante el satélite se comunican con buques en la mar, con la Metrópoli o con cualquier otro centro de Mando sin preocupación alguna. Un gran radomo situado cerca de Punta Europa debe cubrir la antena para los enlaces vía satélite.
¿Y qué decir de las armas para defenderlo? En la ladera Norte, un conjunto de cañones que apuntan a territorio español simboliza la hostilidad hacia sus vecinos. Ahora su defensa militar no se basaría sólo en cañones sino también en los misiles Exocet antibuque y en los Rapier antiaéreos. Pueden trasladarlos con rapidez al Peñón a bordo de aviones C-130 Hercules. Para desplegarlos sólo necesitan unos puntos preestablecidos, preparados para recibir datos de los distintos sensores. Pese a lo dicho, es notorio que hoy día Gibraltar no tendría defensa posible frente a un ataque de España.

EL FACTOR LOGÍSTICO

Este depende de la capacidad de las instalaciones y de su eficacia para que el apoyo sea lo más rápido y extenso posible. Comprende el aprovisionamiento y el transporte, el mantenimiento y la reparación de buques y, su capacidad para atraque y fondeo. Sobre territorio del istmo español, cuya propiedad no se cedió en Utrecht, construyeron el aeropuerto, vital para el transporte. La longitud actual de su pista, 1.829 metros, no permite el despegue con plena carga de determinados tipos de aviones.
Debe señalarse que la consumación del segundo Gibraltar (el istmo) adquirió carta de naturaleza a finales del siglo pasado a raíz de una iniciativa británica de construir un hipódromo en la zona neutral, sobre la que habían ido avanzando como una mancha de aceite. Una vez construido, organizaron carreras a las que, por la afición existente, pronto acudieron caballistas de toda la región. Gracias a los equinos se establecieron, por primera vez en la Historia, estrechas relaciones entre el parásito y la población de cuya sangre se alimentaba. Así, con amistades e intereses bien arraigados en la zona, cuando los ingleses construyeron la verja, las protestas oficiales españolas no podían ser muy eficaces. Para pasar del hipódromo al aeropuerto no había más que esperar la mejor ocasión y ésta se presentó ¡cómo no!, en 1938, durante la Guerra Civil.

foto: El «general governor and fortress comander», un título que recuerda rancias páginas del peor imperialismo británico, revista a un piquete de Infantería, en Gibraltar.

Un tercer Gibraltar, importantísimo por su relación con la capacidad del fondeadero, fue felizmente superado cuando a partir de los años 1960, España ejerció con firmeza sus derechos y desalojó a los británicos del denominado puerto Canning que englobaba las aguas de La Línea y costa española hasta Punta Mala. Esto no debe olvidarse pues ahora, quizás siguiendo la misma técnica del hipódromo, se organizan regatas anuales Cádiz-Gibraltar, entre el Real Club Náutico gaditano y el Royal Yacht Club gibraltareño. En ellas no puede pasarse por alto que ni el Tratado de Utrecht ni la Convención del Mar de Montego Bay, conceden mar territorial alguno a Gibraltar. Cabe pensar si existe alguna intención más que la meramente náutico-deportiva.
Fundamental por sus propia naturaleza es la capacidad del puerto. Sus líneas de atraque suman 4.240 m. Como referencia sirva decir que el puerto de Cádiz tiene 4.270 m. Para reparaciones cuenta con unos astilleros que actualmente constituyen un buen quebradero de cabeza para las autoridades locales. En el puerto se incluyen tres grandes diques secos de 260, 169 y 139 m. de longitud cada uno.
Podemos estar seguros que la capacidad de sus talleres y almacenes es muy importante. No hay duda de que debe disponer de buenos polvorines para municiones, incluso bombas atómicas. Tendrá grandes depósitos para el combustible que le suministra la empresa española CEPSA cuya refinería Gibraltar está situada en la misma bahía. También de procedencia española es el agua potable, indispensable para la vida del Peñón.

LA BASE DE GIBRALTAR Y SU RELACIÓN CON LA OTAN

Desde Gibraltar, el Reino Unido proyecta su poder naval en esta zona, aunque no sea un país ribereño del Mediterráneo. Desde aquí proporciona apoyo logístico a sus buques y también, como se ha visto, mantiene operativo un Cuartel General.
Esta es una base nacional británica en la que existen ciertas instalaciones que, en determinadas circunstancias pueden ponerse al servicio de la OTAN, pero en modo alguno es una base de la OTAN. Lo que sí es OTAN es un Mando existente en el Peñón, el llamado COMGIBMED que tiene responsabilidad sobre el área que va del meridiano de Cabo Espartel hasta el de Gata. Su autoridad la ejerce el jefe de la base. Su sola existencia ya es razón suficiente para mantener a España fuera de la estructura militar de la OTAN pues de lo contrario, fuerzas españolas podrían estar bajo el mando de la autoridad colonial que ocupa una parte del territorio nacional.
Al fundarse la OTAN, Gibraltar era muy importante porque le permitía tener un pie de 5,86 km. cuadrados en la orilla Norte del Estrecho. A cambio de las facilidades, la OTAN ha venido financiando en parte los costes que el otrora poderoso Imperio británico ya es incapaz de afrontar para mantener al día la capacidad militar del Peñón y sufragar los gastos de conservación. Pero desde 1982 la OTAN cuenta con un aliado que le permite utilizar no el Peñón sino toda la Península con un abanico de puertos, aeropuertos, astilleros, refinerías, etc., que, sólo entre cabo de Gata y el de Santa María, es muy superior y más barato que el de la Roca.

EL EJEMPLO NORTEAMERICANO

Entre el Reino Unido y los EE.UU. existen multitud de afinidades, no en vano estos últimos fueron una colonia británica. Pero en su política exterior existe al menos una diferencia muy significativa. Washington basó su presencia exterior, la mayor parte de las ocasiones, en compromisos políticos y militares con los Estados en cuyo territorio quería encontrarse presente. Esto le permitió permanecer en condiciones de amistad con el país anfitrión, lo que a su vez ha redundado en una mayor relación militar, política, económica, cultural, etc.

Es una presencia basada en un profundo sentido democrático y en el respecto a los derechos de los pueblos. Por el contrario, los compromisos de esta índole por parte del Reino Unido fueron deliberadamente muy pocos. Su presencia siempre se basó, lisa y llanamente, en la imposición de la fuerza.
Las diferencias entre uno y otro trato las tenemos bien claras en la provincia de Cádiz con la base española de Rota, de utilización conjunta por las Fuerzas Armadas de España y de los EE.UU. y, con la base británica en la colonia de Gibraltar, fuente de conflictos continuos.

UNA APUESTA POR EL FUTURO
Es indudable que, por el peso de la geografía, el valor de Gibraltar para la OTAN irá disminuyendo hasta llegar a ser nulo conforme crezca la aportación española a la Alianza. Incluso puede que aumente la aprensión de algunos países de la OTAN hacia la explotación de una colonia en el territorio de uno de sus aliados. Para la Marina británica seguirá siendo una importante base naval por la misma razón por la que la usurparon. Mantenerla tiene un coste y éste no podrá sufragarse sólo con el contrabando y el blanqueo de dinero negro.

Quizás no esté lejano el día en el que la Royal Navy comprenda que les resultaría mucho más rentable cambiar el tipo de relación con España, aliado en la OTAN y socio en la Unión Europea, con respecto a la base de Gibraltar. Cuando la Marina británica se convenza de que no sólo no perdería sino que ganaría contando con plena confianza y colaboración españolas, seguramente entonces, la diplomacia londinense cumplirá las resoluciones de las Naciones Unidas sobre la descolonización de la Roca. Entonces les dirá a los habitantes de la colonia que las ofertas españolas relacionadas con su futuro son bastante mejores que lo que se ha concedido a los de la isla de Diego García o lo que les espera a los de Hong-Kong.

Revista Defensa nº 197, septiembre 1994, A. L. F.


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