Desde el origen de los tiempos, el ser humano ha combatido con las armas y en los entornos en los que la tecnología disponible en cada momento se lo ha permitido. De esta forma, el ciberespacio ha pasado a convertirse en un entorno más, en el que hay que defender las fuerzas e intereses propios de la acción enemiga y en el que también pueden atacarse los del adversario. El objetivo, de las fuerzas especializadas en el combate en el ciberespacio persiguen el mismo objetivo que en el resto de los ámbitos: garantizar la libertad de acción de las fuerzas propias y negárselo al adversario. De esta forma, podemos entender la ciberguerra como el conflicto armado que se desarrolla fundamentalmente en o a través del ciberespacio.
A partir de aquí, es importante conocer las peculiaridades tanto del entorno como de las maneras de combatir en él, que hacen que la ciberguerra en nada se parezca a la guerra terrestre, naval o aérea.
En primer lugar, a diferencia del resto de ámbitos de actuación de las Fuerzas Armadas, en el ciberespacio hay una enorme actividad maliciosa y hostil sea cual sea la situación, tanto en tiempo de paz, como en las distintas fases que llegan hasta el conflicto armado. En ello tiene mucho que ver la cantidad de vulnerabilidades que sobre el objetivo pueden ser explotadas por los atacantes, así como la heterogeneidad y volumen de la amenaza, tras la cual hay infinidad de motivaciones y que abarca desde individuos aislados hasta actores estatales con enorme capacidad. Amenaza que, además, se multiplica día tras día, incrementando también la complejidad y sofisticación de las técnicas de ataque.
foto: ·El autor durante su intervención (defensa.com)
El ciberespacio es transversal al resto de ámbitos operacionales, por lo que todo lo que en él ocurre tiene enorme repercusión en el resto. Otra singularidad del ciberespacio es su opacidad. A diferencia del resto de ámbitos, en el ciberespacio se desconocen las capacidades del adversario y no hay indicadores claros que permitan anticipar sus intenciones. No hay movimientos de tropas, ni actividad logística o forma de apreciar una variación en el alistamiento. Todo ello imposibilita un adecuado conocimiento de la situación y la necesaria alerta temprana. A ello se suma la complejidad de suponer el dibujo operacional ciber al del resto de ámbitos, que se sustentan sobre parámetros completamente diferentes.
La independencia de la ubicación a la hora del ataque, el relativo bajo coste y elevada eficiencia de los ataques, la asimetría, las peculiaridades del armamento utilizado en este medio (las ciberarmas), la difícil gestión de las crisis o la ineficacia de la disuasión son algunas otras de las muchas singularidades.
La accesibilidad, ubicuidad, facilidades para el anonimato, entre otras características, convierte al ciberespacio en el entorno ideal para el desarrollo de acciones en apoyo a la guerra híbrida, como son la desinformación, la propaganda o los ciberataques.
Pero, probablemente, lo más determinante de todo es que el ciberespacio coloca al corazón de una nación, a sus infraestructuras críticas y servicios esenciales, en primera línea de combate. El atacante puede acceder a ellas sin tener que superar antes múltiples barreras, desplegar fuerzas u ocupar el territorio, como ocurre en el resto de ámbitos.
El ciberespacio, en suma, nos hace más vulnerables. Por todo ello, hoy en día, disponer de unas sólidas capacidades de Ciberseguridad y Ciberdefensa resulta esencial para la supervivencia de una nación.
(Intervención del Jefe del Estado Mayor del Mando Conjunto de Ciberdefensa, Capitán de Navío Enrique Cubeiro durante el encuentro “Ciberguerra: Amenazas de un entorno altamente conectado”).
Fotografía: En el ciberespacio es complicado determinar la procedencia y autoría de los ataques.
·Diferentes niveles de conflicto en el ciberespacio
·Las amenazas son de carácter heterogéneo