Se ha cumplido el primer aniversario del inicio oficial de la guerra de Ucrania. Tras un año de cruentos episodios, hemos hecho nuestro particular balance. Nos apoyaremos en un anterior trabajo titulado “El conflicto de Ucrania: Guerra Mundial o Guerra Fría” que, publicado hace algunos años, en abril de 2015, nos servirá de punto de partida y arrimo. Antes de seguir adelante, recomendamos la lectura (o relectura) de este artículo.
Nos hemos centrado en hacer un resumen de la guerra (causas, operaciones y prospectiva) y plantear algunas cuestiones sobre la guerra y la paz en clave de abierta reflexión, recordando las causas del conflicto (profundas e inmediatas), la evolución de las operaciones (acciones y reacciones en el campo de batalla) y una visión prospectiva (posibles cursos de acción que, a corto plazo, podrían desarrollarse teniendo en cuenta las actuales circunstancias).
Obús autopropulsado 2S7 “Pion”, fabricado en la antigua URSS: Al inicio de la guerra la artillería ucraniana era básicamente de herencia soviética.
Causas del conflicto
La guerra de Ucrania no tiene justificación, porque es una invasión de un país soberano con toda su tragedia, pero sí tiene causas, decía Lanxing Xiang, director del Institute of Security Policy de Shanghai, días después del comienzo de la invasión. Creemos pertinente recordar las causas del conflicto (profundas e inmediatas) pues, para comprender el devenir de los acontecimientos, resulta esencial tenerlas en mente, pero, sobre todo, porque será imposible avanzar hacia una solución sin tener en cuenta las circunstancias que llevaron al enfrentamiento armado.
Analizar las causas profundas de este conflicto daría para una o varias tesis doctorales, por lo que nos limitaremos a realizar un sucinto recordatorio de los factores más relevantes:
Pugna geoestratégica: El antecedente y referencia más directa es la Guerra Fría, sobre la que no abundaremos, por ser suficiente conocida. Tras la disolución de la URSS en 1990, se abrió un decenio de relativa tranquilidad, que podría explicarse por la debilidad de la Federación Rusa que, en aquella época, se enfrentaba a graves problemas internos de carácter estructural. Estados Unidos disfrutó de un incontestable liderazgo global consolidando –junto a sus aliados– la hegemonía de Occidente; paradigma unipolar que se viene conceptualizando en torno a la expresión The West and the rest [Occidente y el resto]
Sin embargo, en el año 2000, con la llegada de Vladimir Putin al poder, la situación cambió radicalmente. Tras alcanzar una cierta estabilidad política y notable crecimiento económico, Rusia comenzó a reivindicar una más alta consideración a nivel internacional, reclamando el papel de actor principal que había perdido en la coyuntura post-soviética. Ahora, Moscú aspira, equivocadamente o no, a provocar una catarsis que conduzca a un nuevo orden mundial.
En este contexto, Putin, explotando los resentimientos de ciertas naciones contra sus antiguas potencias coloniales, ambicionaría convertirse en uno de los líderes de ese resto del mundo que recela de lo occidental. A mayor abundamiento la expansión de la Alianza Atlántica hacia las fronteras rusas ha sido percibida por Moscú como prepotente actitud y amenaza existencial y, más en concreto, en lo que se refiere a Ucrania, el Kremlim ha proclamado en numerosas ocasiones que su posible incorporación a la OTAN sería considerada casus belli.
La idiosincrasia de Ucrania: Se trata de un joven país que apenas tiene un siglo de existencia. Fue en 1922 cuando, al constituirse la URSS, se establecieron las actuales fronteras ucranianas (excluida Crimea, que se incorporó en 1954 por decreto de Nikita Khrushcev).
En los territorios que ocupa Ucrania confluyen una enmarañada serie de circunstancias históricas, demográficas y políticas, que confieren al país una especial complejidad y conflictividad. En lo que concierte a la historia, la zona siempre ha sido territorio de frontera, lugar de paso y escenario de un sinfín de enfrentamientos.
En lo relativo a la demografía, existen dos comunidades principales distribuidas en una zona occidental, históricamente vinculada a las potencias centrales europeas, y otra oriental, que desde el siglo XVIII hasta el XX formó parte del imperio ruso y que sigue manteniendo unos fuertes lazos identitarios con la madre Rusia. Por último, en lo que respecta a la situación política, no es sino la consecuencia de la historia y la demografía. Ucrania es un país dividido -por no decir fracturado- en dos facciones antagónicas que, intensa y sinceramente, se rechazan y aborrecen.
HMMWV “Humvee” con misil anticarro BGM-71 TOW y ametrallora Browning de 12,7 mm. en servicio con las Fuerzas Armadas ucranianas.
Guerra civil
Estas circunstancias convertían a Ucrania en el escenario perfecto para que, como así sucedió, prendiera la chispa del conflicto. En febrero 2014, el derrocamiento del presidente Viktor Yanukovitch y la subida al poder en junio de Petro Poroshenko dio paso a una serie de disturbios y posterior escalada de incidentes armados, principalmente en el Dombás, entre las fuerzas gubernamentales y las milicias prorrusas de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk (DPR) y Lugansk (LPR). Tal era la situación que, el 24 de julio, el Comité Internacional de la Cruz Roja declaró que Ucrania podía considerarse en estado de guerra civil.
En aquel violento verano de 2014, el Ejército ucraniano consiguió importantes avances en el Dombás, recuperando una buena parte del territorio rebelde, incluyendo importantes poblaciones, como Mariupol, Sloviansk, Kramatorsk, Krasni Lyman, Sievierodonetsk, Lysychansk, Bahmut…Incluso las dos capitales, Donetsk y Lugansk, estuvieron a punto de caer, y si no lo hicieron fue solo por la intervención de tropas rusas. A partir de ahí el conflicto se empantanó, los combates –aunque no de gran intensidad- provocaron un silente pero incesante reguero de bajas.
El 27 de enero de 2022 se hizo público un informe de la Oficina de Naciones Unidas de Derechos Humanos que, para el periodo 2014-21, ofrecía las siguientes estimaciones: 14.200-14.400 muertos (al menos 3404 civiles) y 37.000-39.000 heridos (entre 7.000 y 9.000 civiles Sin embargo, a pesar de la sangría, durante estos ocho años, a nivel militar, no se produjeron grandes novedades.
Ambos bandos se habían atrincherado y el frente permaneció relativamente estático hasta que el 24 de febrero de 2022, cuando Putin lanzó su eufemísticamente llamada Operación Militar Especial ¿Por qué entonces y no antes? ¿Cuáles fueron las causas inmediatas de la invasión de Ucrania?
En nuestra opinión y sin pretensión de ser taxativos, pudieron ser las siguientes:
La situación militar de Donetsk: Aunque el frente no registraba grandes movimientos, ocho años de guerra habían producido un terrible desgaste. La capital de la DPR había sido una de las zonas más castigadas, pues las Fuerzas Armadas ucranianas ocupaban posiciones fortificadas a las puertas de una ciudad que permanecía al alcance de su artillería y que paulatinamente estaba quedando cercada y aislada.
La ciudad se estaba quedando cada vez más vacía pues sus pobladores –al menos los que podían– optaban por marcharse. En estas circunstancias las milicias de la DPR –con muy mermadas capacidades y una moral en declive– se veían cada vez más incapaces de defender Donetsk. La caída de la ciudad habría supuesto un desastre militar y psicológico, que probablemente habría provocado colapso al resto del Donbás.
El agua de Crimea: La península tiene una dependencia total y vital del agua del Dnieper. Por ello, en la década de los cincuenta del siglo pasado se construyó la presa de Nova Kakhovka y una red de canales que llevaban las aguas del rio hasta la sedienta península.
Hasta el año 2014, el 85 por ciento del abastecimiento de agua de Crimea –tanto para consumo humano como para regadíos– llegaba del Dnieper. Cuando estos territorios se incorporaron a la Federación Rusa, Ucrania cortó el flujo del líquido elemento, se perdieron decenas de miles de hectáreas de cultivo y la población comenzó a sufrir periodos de serio desabastecimiento. Los últimos veranos, en especial el del 2020, fueron especialmente duros: sin el agua del Dnieper, Crimea no era viable.
Evolución de las operaciones
Por razones de extensión presentaremos esta cuestión de un modo extremadamente breve, cuasi telegráfico. Así, de una manera muy simplificada, el primer año de contienda puede resumirse en tres fases:
Invasión rusa: La invasión de Ucrania comenzó el 24 de febrero del 2022 con tres ejes de penetración: Norte, Este y Sur. En el Norte, las tropas rusas avanzaron desde la frontera en dirección a Kiev, parece que con el objetivo de amenazar la capital ucraniana y provocar el colapso del Gobierno. Desde el este, las RLF (fuerzas rusas junto a las milicias locales de la DPR y la LPR) avanzaron en dirección a Jarkov, tratando de conquistar el terreno de las oblast (provincias) de Donetsk y Lugansk, que permanecía bajo control de las Fuerzas Armadas ucranianas, así como parte de la oblast de Jarkov.
En el Sur, las unidades de Crimea ocuparon la mayor parte de las oblast de Jersón y Zaporiyia, con dos objetivos: hacerse con el control de la presa de Nova Kakhovka y enlazar con las fuerzas del Este para garantizar las comunicaciones terrestres entre el Dombás y Crimea.
Probablemente Moscú, en un palmario error de cálculo, subestimó la resistencia ucraniana, pensando que la administración colapsaría en pocos días y se pediría una solución negociada. Sin embargo, la realidad fue bien distinta, Ucrania disponía de un Ejército curtido durante ocho años en la lucha contra el enemigo ruso y el gobierno, con Zelenski a la cabeza, estaba bien preparado.
Incluso hay opiniones que afirman que los planes del Kremlin eran conocidos y sus tropas fueron conducidas a una trampa donde las fuerzas ucranianas les estaban esperando. Además, algunas unidades rusas recibieron la misión de ocupar zonas donde tenían poco o ningún apoyo de la población, factor que hace extremadamente difícil –por no decir inviable– el control efectivo del territorio y multiplica exponencialmente el riesgo de sufrir bajas.
Ofensiva ucraniana: La resistencia ucraniana y las enormes dificultades para controlar ciertos territorios (aquellos donde la animadversión y beligerancia de los habitantes nativos era mayor) llevó a una situación crítica, que hacía prácticamente imposible mantener las zonas más hostiles. Esta circunstancia fue aprovechada por las Fuerzas Armadas ucranianas, que obligaron a las RLF a abandonar una buena parte del territorio ocupado.
Las primeras en retirarse (abril de 2022) fueron las tropas desplegadas al Norte de Kiev; posteriormente (agosto) las Fuerzas ucranianas comenzaron a presionar en el Sur, para inmediatamente (septiembre) cambiar el esfuerzo al Este, haciendo retroceder a las unidades RLF que ocupaban parte de la oblast de Jarkov. Finalmente (noviembre), en la zona Sur, los propios rusos decidieron replegar todas las tropas estacionadas al Norte del Dnieper. estableciendo la línea de defensa en la margen izquierda de dicho rio.
Guerra de desgaste: A partir de noviembre del 2022, los principales combates tienen lugar en el Dombás. En esta región, la mayoría de la población es afín a Rusia y por ello las fuerzas enviadas por Moscú y las milicias locales operan con mayor libertad de acción. Según parece, los esfuerzos de las RLF se concentran en provocar el máximo desgaste al Ejército ucraniano mediante lentas pero metódicas acciones. El objetivo no es la rápida conquista de terreno sino la destrucción de las unidades Fuerzas ucranianas desplegadas en la zona.
Adicionalmente, las acciones en el frente del Dombás se vienen combinando con una campaña de ataques sobre objetivos en retaguardia, para impedir el sostenimiento de las operaciones. Estos ataques se vienen materializando con el masivo lanzamiento de misiles y aeronaves no tripuladas sobre infraestructuras de alto valor, principalmente vías de comunicación y centros de producción y distribución de energía.
Tiene un doble objeto: minar la moral de la población e interrumpir la corriente logística de las unidades que combaten en primera línea, evitando el reemplazo de tropas y el abastecimiento de munición, combustible y repuestos. Todo ello con la finalidad última de conseguir las condiciones más favorables para pasar a una nueva fase ofensiva a gran escala.
El presidente ucraniano Volodomir Zelensky imponiendo condecoraciones a las tropas que resisten en Bahmut.
Visión prospectiva
Sin la más mínima intención de hacer augurios, nos limitaremos a describir algunos posibles escenarios y lo haremos –sin tomar partido– considerando las opciones e intenciones de ambos bandos. Seguidamente, aportaremos nuestro propio análisis que trataremos sea, cuando menos, equilibrado.
Prospectiva a la ucraniana: Nadie puede negar que la determinación ucraniana ha sorprendido a propios y extraños, a amigos y enemigos. La solida resistencia política y militar echó por tierra las expectativas rusas sobre una rápida victoria y ventajosa negociación. Posteriormente, Ucrania volvió a sorprender con algunos importantes éxitos en el campo de batalla. Por otra parte, Occidente, desde el principio, se posicionó sin grandes fisuras del lado ucraniano y, además, el compromiso occidental (político, económico y militar) parece crecer al ritmo que lo hace la guerra.
Estas circunstancias han dado alas al presidente Zelenski que, con el apoyo occidental, parece confiar plenamente en sus capacidades militares y así lo manifestó el pasado mes de septiembre ante la Asamblea General de Naciones Unidas: Podemos devolver la bandera ucraniana a todo nuestro territorio. Podemos hacerlo con la fuerza de las armas, pero necesitamos tiempo.
Durante los últimos meses, las acciones diplomáticas y las declaraciones del presidente ucraniano parecen confirmar que aspira a una total victoria sobre Rusia. Sobre la base de esta premisa y con las expectativas de nuevos envíos de un material militar que crece en cantidad y calidad, Ucrania podría lanzar una ofensiva desde Zaporiyia en dirección Sur, con el objetivo de alcanzar la costa del mar de Azov en la zona de Melitopol, partiendo en dos la zona bajo control ruso. Posteriormente, una vez divididas las unidades de la RFL, trataría de reconquistar todo el Dombás y –según el propio Zelenski– la campaña culminaría con la recuperación de Crimea.
Prospectiva a la rusa: La hipotética gran ofensiva rusa viene anunciando desde hace semanas y según algunas informaciones ya estaría en marcha. Respecto a sus objetivos, existen dos teorías: limitada y ampliada. La primera tendría por objetivo recuperar el control total de las oblast de Donetsk y Lugansk y consolidar o ampliar las zonas ocupadas de Zaporiyia y Jersón.
En este escenario Moscú habría conseguido gran parte de sus objetivos, pues habría incorporado la mayor parte de las regiones que histórica y étnicamente han tenido una significativa vinculación con Rusia.La ofensiva ampliada, además del objetivo anterior, penetraría en las oblast de Mykolaiv y Odessa, tratando de ocupar, como mínimo, la zona Sur de ambas provincias para enlazar con la región de Transnitria (Moldavia) y garantizar el dominio de toda la costa del mar Negro.
El éxito sería mayúsculo, pues representaría volver a la situación del siglo XVIII, cuando la emperatriz Catalina la Grande arrebató estos territorios -rebautizados como Nova Rossia (Nueva Rusia)- al imperio otomano. Habida cuenta de los resultados de este primer año de guerra y del incondicional apoyo de Occidente a Ucrania, este último escenario se antoja excesivamente ambicioso, por no decir utópico.
Análisis prospectivo
El problema de las opciones expuestas es que, tal y como recientemente decía el coronel Jacinto Romero, la guerra se encuentra en fase de victoria total según los propósitos de ambos contendientes. La contradicción es palmaria pero muy real y por ello resulta necesario hacer un análisis más sosegado y equilibrado. Rusia tiene sus debilidades, las sanciones impuestas por Occidente pueden afectar seriamente a su economía, lo que haría insostenible el esfuerzo de guerra. Empero, Ucrania también las tiene.
Por una parte, su potencia demográfica es limitada y, por ende, su capacidad de movilización; y, por otra, controlar las zonas radicalmente prorrusas –Dombás y Crimea– se antoja imposible, salvo que se considere la deportación de cientos de miles de habitantes nativos y se emprenda la repoblación de dichas regiones. A nuestro juicio, la resolución militar del conflicto con la incontestable victoria de uno de los contendientes no parece posible.
En ambos bandos, la prolongación sine die de la guerra hará que el apoyo de las respectivas poblaciones se vaya transformando en hastío y oposición. Aunque parezca contradictorio, creemos que solo el desgaste llevará a la solución: cuanto mayor sea este y más rápido se produzca más cerca estaremos de una negociación sincera y razonable. El general Dávila, en un artículo publicado el pasado 16 de febrero decía así: Esta guerra, como todas, da síntomas de agotamiento. Los dos púgiles se abrazan. Hay que esperar al nuevo asalto, si habrá gancho o ‘crochet’, KO o victoria por puntos.
Los combatientes de Wagner Private Military Company tienen un papel muy relevante, como en la sangrienta batalla por Bahmut.
Guerra y paz
Seguidamente efectuaremos unas brevísimas reflexiones sobre asuntos que pueden mediatizar la evolución de la guerra y, sobre todo, el camino a la paz.
Reflexiones sobre la guerra: En el momento presente la guerra sigue escalando y, a corto plazo, parece poco posible que la situación vaya a revertir. El pasado 23 de enero. el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, afirmaba que ya no se trata de una guerra híbrida, sino casi real que Occidente ha estado preparando durante mucho tiempo contra Rusia.
La internacionalización del conflicto puede considerarse un hecho cierto, si bien todavía no hay una participación directa, con envío abierto de tropas, de terceros países. La ocurrencia de algún incidente grave en países ubicados en el área de influencia (Bielorrusia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Moldavia, Serbia, Georgia…) podría precipitar un conflicto internacional stricto sensu.
Las consecuencias serían de una magnitud incalculable incluyendo la posibilidad de una escalada nuclear. Valga la siguiente reflexión, hasta el momento presente, el arma atómica solo se ha empleado en la II Guerra Mundial. Precisamente cuando la contienda estaba prácticamente decidida, Estados Unidos, inminente vencedor, optó por el lanzamiento de dos bombas atómicas (Hiroshima y Nagasaki) al objeto de acelerar la rendición de Japón y el fin de la guerra.
Si en circunstancias favorables se tomó tal decisión ¿Qué podría suceder ahora si uno de los contendientes se encontrase en seria desventaja militar y al borde del colapso? Otro de los factores que nos hace ser pesimistas respecto al cese de hostilidades es el liderazgo mesiánico de ambos bandos.
Considerarse un elegido constituye una sensación muy potente, adictiva e irrenunciable. Tanto el ruso Putin, como el ucraniano Zelenski parecen sentirse tocados por el destino para ocupar un puesto en la historia como héroes y salvadores de su nación. Putin se considera zar de un emergente imperio paneslavo que debería dominar Eurasia. Zelenski comenzó siendo el héroe del nacionalismo ucraniano, pero, poco a poco, se ha erigido y autoproclamado paladín mundial de la democracia y baluarte de Occidente.
El problema es que los líderes mesiánicos experimentan un insaciable anhelo de pasar a la historia, se consideran a sí mismos omniscientes e infalibles, lo les impide valorar la realidad y medir las consecuencias de sus acciones.
Reflexiones sobre la paz
El epígrafe de reflexiones sobre la paz bien podría omitirse, pues las partes en conflicto no han realizado gesto alguno que refleje una real y sincera voluntad negociadora. Habida cuenta de que ambos contendientes dan por hecho que la victoria llegará más pronto que tarde, las propuestas que en algún momento se han podido formular no constituyen sino listas de exigencias –sin concesión o margen de negociación– que más pudieran considerarse manifiestos para una rendición incondicional. Como no renunciamos a dejar in albis este importante punto, haremos referencia a una curiosa iniciativa: el Plan de Paz del magnate estadounidense Elon Musk.
Esta propuesta fue presentada vía twitter en los siguientes términos: Elecciones en las zonas anexionadas bajo la supervisión de Naciones Unidas. Rusia abandona los territorios si esa es la voluntad popular. Crimea formalmente es parte de Rusia, como lo ha sido desde 1783 (hasta el error de Khrushchev). El suministro de agua a Crimea queda garantizado. Ucrania permanece neutral.
Aunque puedan hacerse las oportunas objeciones, el Plan de Paz de Musk ha de considerarse meritorio. En primer lugar, por la propia iniciativa, pues el famoso empresario ha sido el primero en presentar una propuesta sin complejos; y en segundo porque el plan aborda, al menos en titulares, las causas que han provocado la guerra.
Para concluir este tema haremos referencia a un antiguo plan de paz que si debería ser objeto de consideración como modelo o inspiración de una posible solución negociada. Nos estamos refiriendo a los Acuerdos de Dayton (1995), que, auspiciados por Estados Unidos, pusieron fin a la guerra de Bosnia-Herzegovina.
Este precedente no puede ser considerado perfecto, pero si útil, ya que con estos acuerdos se mantuvo la integridad territorial del país concediendo reconocimiento, amplia autonomía y facultades de autogobierno a las comunidades –bosniacos, croatas y serbios–, que durante los años anteriores se habían enfrentado en una cruenta guerra civil.
“Leopard 2” de fabricación alemana perteneciente al Ejército polaco, de los que serán transferidas a Ucrania.
A modo de conclusión: posverdad o posmentira
El término posverdad fue aceptado por la Real Academia Española de la lengua allá por el año 2017, con la siguiente definición: Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones. Esta palabra, de invención anglosajona, no es sino la adaptación al español del anglicismo post-truth. El nuevo vocablo, aunque de reciente cuño ha obtenido un notable y rápido éxito. La Universidad de Oxford la declaró palabra del año en 2016.
El prestigioso diccionario que edita esta misma universidad contiene una definición algo más amplia que la hispana, que dice así: Dícese de lo que se refiere o muestra circunstancias en las cuales los datos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que las invocaciones a sentimientos y creencias personales.
Creemos que hubiese sido más acertado dar a este concepto la denominación post-lie (posmentira), pues distorsionar una realidad y obviar los datos objetivos no cuadra muy bien con el común entender de lo que constituye verdad. Suponemos que la denominación no fue inocente, ya que resulta más fácil difundir, aceptar y adherirse a una “posverdad” que a una posmentira.
Dicho esto, la guerra en Ucrania constituye el paradigma de la posverdad (o de la posmentira). La información se tergiversa, se manipula o simplemente se inventa. Las noticias falsas que con más frecuencia se difunden atañen a dos temas principales: el número de bajas y la autoría de crímenes de guerra.
Según Kiev, las tropas rusas caen como moscas, sin que ellos les impida cometer un sinfín de atrocidades, mientras que Moscú afirma que son los ucranianos los que sufren una sangría espectacular a la vez que perpetran las más abyectas crueldades. Lo cierto es que, tras un año de guerra, las atrocidades y bajas de ambos bandos han de ser muchas y probablemente muy parecidas en cantidad y calidad.
En lo relativo al desarrollo de las operaciones, las noticias no suelen ser menos falsas y los bulos campan por doquier. Según a quien se consulte, resulta que a ambos bandos les va estupendamente; Zelensky afirma que la victoria total sobre Rusia es cuestión de tiempo mientras que Putin afirma lo mismo pero al contrario.
Lo peor es que sus respectivas audiencias, intoxicadas con fantásticas patrañas y falaces glorias, creen a pie juntillas lo que, a la postre, no hace sino exaltar los ánimos y prolongar la contienda. Acabemos con un metafórico consejo relativo al consumo responsable de información.
En nutrición se recomienda, para el buen sustento del cuerpo, consumir alimentos de todo tipo: dieta variada y equilibrada. Esta recomendación es igualmente válida para la información, sustento del intelecto, siendo muy recomendable una variada y equilibrada dieta de noticias, pero además traten de digerirlas –empezando por este sencillo artículo– con extremo espíritu crítico. (Eva de Lezo)