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Impulso a la flota submarina de la Armada española

Revista Defensa nº 479, marzo 2018

Marzo de 2029: Agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) han obtenido la posición aproximada de varios terroristas que mantienen secuestrados a dos cooperantes españoles en un punto costero de la zona mediterránea del Norte de África. Sus datos, convenientemente analizados en el Mando de Operaciones del Estado Mayor de la Defensa, llegan hasta el S-81 “Isaac Peral”, que se encuentra patrullando en una zona no muy lejana del punto objetivo. En menos de catorce horas está próximo al lugar y detiene su marcha, en la que ha aprovechado la instalación de un novedoso módulo AIP (Air Independent Propulsion) introducido durante su primera gran carena, para con sus equipos de inteligencia electrónica escuchar y triangular un determinado origen de emisiones de telefonía móvil.

 

Las emisiones permiten identificar a los captores y, en el proceso de negociación, a uno de los secuestrados. Dos horas después, ocho efectivos de la Fuerza de Guerra Naval Especial (FGNE) salen del S-81, embarcan en dos pequeñas lanchas neumáticas y se infiltran de forma discreta. Un poco antes del alba se escuchan algunas granadas y disparos, los propios de una acción de liberación que permite recuperar a los dos nacionales e iniciar la exfiltración para volver a alcanzar la nave. Mientras navegan en las lanchas observan en el cielo las trazas de dos misiles de ataque Tomahawk lanzados desde el sumergible para acabar con el campamento terrorista y unas instalaciones próximas empleadas para cometidos de adiestramiento. Veintitrés horas después de su localización, los rehenes españoles ya se encuentran a salvo en uno de los más novedosos y capaces buques de la Armada.

Este texto novelado permite identificar algunas de las cualidades que aportará la nueva clase de submarinos Isaac Peral, ahora en construcción en las instalaciones que Navantia tiene en Cartagena: alta discreción operativa, capacidad ELINT (Electronic Intelligence) de recolección de señales, inserción de un EO (Equipo Operativo) de fuerzas de Operaciones Especiales (OE), vigilancia puntual de zonas de alto riesgo y otras más. La obtención de los submarinos del tipo S-80 Plus es prioritaria para el Ministerio de Defensa español dentro del plan de renovación de capacidades, pues los S-70, a los que van a sustituir, llevan casi cuatro décadas activos. Tras algunos problemas no menores identificados durante el proceso de construcción de estas naves, todo avanza ahora a buen ritmo y se espera contar con su aportación en los primeros años de la próxima década. Nos hemos interesado por el momento actual que vive hoy su construcción y estas son nuestras explicaciones al respecto.

Un plus de submarino

El proceso de obtención de la futura serie de submarinos españoles se remonta a los primeros años de la penúltima década del siglo pasado, cuando se estudiaron varios conceptos y evaluaron distintas opciones en cuanto a posibles socios tecnológicos. Valorando de forma positiva la experiencia de fabricación que tenía la compañía naval militar española por excelencia –entonces Izar y luego ya Navantia–, que había permitido fabricar, mantener y modernizar los S-60 Delfín y los S-70 Galerna e intervenir junto, con la francesa DCNS (hoy Naval Group), en la construcción de 4 Scorpene para Chile y Malasia, la Armada elaboró partir de 1997 varios documentos de características y capacidades de lo que sería el S-80.

foto: Navantia tiene muy avanzada la construcción de los S-80 “Plus” en la planta de Cartagena. En la foto, una de las proas con el soporte, en la parte inferior, para el sonar principal de Lockheed Martin.

La definición final de lo que se pretendía obtener, dentro de un proceso de evolución que duró varios años, finalizó en marzo 2004 con la orden de ejecución acordada por el Ministerio de Defensa, en la que figuraba la entrada en servicio del primero en 2012. Como ha sucedido en naciones especialmente avanzadas –Gran Bretaña sufrió notorios retrasos en sus Astute y Estados Unidos también tuvo problemas de plazos y económicos con sus Seawolf–, el reto al que se enfrentaba España para concebir, diseñar y fabricar su nuevo submarino ha vivido varias incidencias.

La más grave consistió los problemas de flotabilidad, que exigieron contratar en 2012 a la estadounidense General Dynamics Electric Boat (GDEB) y proceder a un rediseño general del proyecto, lo que se aprovechó para definir la nave resultante como S-80 Plus. El 2 de agosto de 2013, el Consejo de Ministros autorizó elevar el techo de gasto del PEA (Programa Especial de Armamento) de estas naves desde la previsión inicial de 1.774 millones euros hasta la cifra de 2.135,54 millones, aunque para los próximos meses está planteado un acuerdo complementario entre cliente y suministrador que podría elevar ese dato de forma sustancial.

Entre 2013 y julio de 2016, cuando se obtuvo informe favorable de viabilidad del diseño, al aprobarse el CDR (Critical Design Review), se ha aplicado un modelo de desarrollo de ingeniería de sistemas que sigue las líneas de los propios del sector aeroespacial, con distintas fases que han permitido definir que el proyecto es, finalmente, viable. Lo más significativo de lo que se está realizando viene definido por el alargamiento del casco resistente –en este caso no hay casco hidrodinámico, lo que incide en unas mejores prestaciones de los sensores– en 16 cuadernas adicionales, un proceso que ha derivado en modificaciones sobre lo que ya se había fabricado, que afectan a la parte mecánica, de propulsión o de habitabilidad y algunas cifras sitúan entre el 60 y 70 por ciento de lo que es la propia construcción en el astillero. El rediseño se aprovecha también para subsanar obsolescencias de sistemas o de software.

foto: Ahora se inicia el proceso en los 3 S-70 que están activos, para que puedan seguir navegando y estando operativos durante buena parte de la próxima década.

Hoy, superados muchos de los problemas –el sistema AIP (Air Independent Propulsion) se ha desacoplado de la construcción de la propia nave y se espera incorporarlo después a los primeros S-80 Plus–, se trabaja a buen ritmo en varias de las grandes naves que Navantia tiene en su factoría cartagenera para tal fin. Se siguen acomodando elementos en los anillos, se seleccionaron ya algunos de los que se habían fabricado para conformar la mitad proel del Isaac Peral, se rediseñó la vela, que ahora presenta unas formas más furtivas y se aplican planes intensivos de trabajo que permitirán finalizar el casco del primero de estos submarinos diesel-eléctricos de avanzadísima concepción y prestaciones en la primavera de 2019 y botarlo en febrero de 2020, requiriéndose después dos años para el proceso de verificación y pruebas a flote antes de su entrega provisional y otro más para lo que es su certificación.

A pleno ritmo

Será a principios de 2023 cuando, una vez conocidos y subsanados aquellos problemas o incidencias que se hayan detectado tras los análisis iniciales de capacidades y prestaciones, el S-81 pueda entrar en servicio definitivo con el Arma Submarina de la Armada. Las fechas de los calendarios actuales sitúan la botadura del S-82 para finales de 2021 y su entrega a mediados de 2024; la entrada en el agua del S-83 en la primavera de 2023 y entrega a principios de 2026; y la botadura del S-84 para finales de 2024, suministrándolo a partir de 2027.

En función de cómo vaya progresando todo, se podrá incidir en el proceso de transición de los S-70 a los S-80 e ir, paulatinamente, creciendo en el número de submarinos en servicio y disponibles. La revisión de lo que es la nave en sí misma no ha influido en otras áreas. Por ejemplo, ya se dispone de los simuladores de plataforma y táctico del S-80 instalados en la Escuela de Submarinos de Cartagena(1), lo que va a ser especialmente útil para abordar el desarrollo y prueba de algunos conceptos y para formar en el empleo de forma segura y especialmente eficiente a las primeras dotaciones.

foto: El Arma Submarina ha recibido ya diferentes simuladores para el S-80, que permiten el adiestramiento de las futuras tripulaciones y evaluar mejor el concepto operativo de estas novedosas naves.

También sabemos que empresas como SAES (Sociedad Anónima de Electrónica Submarina)(2) suministraron ya hace un tiempo los sonares remolcados DTAS (Digital Towed Array Sonar)(3) y los sistemas de monitorización del ruido propio y vibraciones ONMS (Own Noise Monitoring System), que les brindarán unas avanzadas prestaciones, previéndose que para principios de la próxima década se produzca la contratación de las novedosas minas de múltiple influencia Minea, desarrolladas como uno de los elementos ofensivos que, junto a torpedos pesados DM-2/A4 Seahake, misiles antibuque Sub-Harpoon y hasta los de crucero Tomahawk, podrían formar parte de la panoplia de armas de los Isaac Peral.

Los cambios de longitud en varias de las cinco secciones cilíndricas que, junto al cono de proa y el de popa, conforman el casco inciden en un navío sustancialmente distinto, pues el original desplazaba 2.426 ton. métricas en inmersión y tenía una eslora de 71,05 m. y en el actual esos datos han pasado a ser respectivamente de 2.965 y 80,81, lo que da como resultado un submarino bastante mayor del que, inicialmente, se iba a obtener. Se mantiene una autonomía de navegación de 50 días y el hecho de que sólo requiera una tripulación de 32 militares e incluya capacidad de transporte de otros 8 efectivos más, detalle idóneo para inserciones discretas de equipos de OE. Según informó el secretario de Estado de Defensa hace unos meses están involucradas en este proyecto más de 2.100 empresas, de las que más de 800 son españolas, esfuerzo que supone 6,4 millones de horas de ingeniería y 4,8 millones de producción por buque.

Necesaria gran carena

Hasta que los S-81 Isaac Peral, S-82 Narciso Monturiol, S-83 Cosme García y S-84 Mateo García de los Reyes vayan entrando en servicio en el calendario señalado antes, se ha decidido mantener operativos hasta finales de la próxima década a los navíos del tipo S-70 Galerna remanentes –en junio de 2012 se decidió dar de baja el S-72 Siroco(4)–, pues es imprescindible mantener el potencial de servicio silencioso, versátil, discreto y capaz que aporta, por sus características únicas, el Arma Submarina española.

foto: Se ha iniciado la quinta gran carena del S-71 “Galerna”, que comprende 2 años de intensos trabajos para que pueda estar operativo hasta mediados de la próxima década.

Buscando seguir usando unos navíos que, aunque veteranos, siguen contribuyendo con muchas capacidades a lo que es la Defensa Nacional, se ha decidido(5), y así lo aprobó el Consejo de Ministros en su reunión del 7 de diciembre de 2017, autorizar la realización de un contrato que permitirá extender la vida operativa del S-71 Galerna para que navegue hasta 2025. Los retrasos con sus sustitutos aconsejaron acometer en éste un proceso de revisión general, que se conoce como gran carena, requiriendo el apoyo de DCNS(6), que fue la autoridad de su diseño, para autorizar su realización.

Originalmente, se habían previsto cuatro de esas grandes obras a lo largo de la vida operativa de cada uno de los sumergibles y la realización de la quinta supone una actuación, en la que quien los diseñó tiene mucho que decir. Los trabajos, tras firmarse la orden de ejecución el 12 de diciembre de 2017, se iniciaron pocos días después, cuando se subió al muelle al Galerna para, fijado su casco en unos soportes que lo estabilizan y facilitan su desplazamiento en áreas planas, introducirlo después en las gradas cubiertas cartageneras. El proceso de mejora que ahora se va a acometer se ha presupuestado con una inversión de nada menos que 43,26 millones de euros, que se financiarán a cargo de cuatro anualidades económicas, que van desde 2017 a 2020.

El Galerna fue inmovilizado a mediados de julio pasado y ha sido sometido a una serie de revisiones de su casco resistente e inspecciones de la parte mecánica para valorar si era posible una nueva revisión integral. Se validaron grosores del casco y se vio que el número de ciclos de compresión/descompresión realizados al bajar a cotas de unos 300 m. de inmersión son aproximadamente un 20 por ciento de los que tiene autorizados, lo que garantiza su máxima disponibilidad para seguir navegando algunos años más y, así, para repercutir en el mantenimiento de la experiencia aposentada durante más de un siglo, hacer frente al gran reto de sostenerlos y operarlos hasta finales de la próxima década.

foto: Encuadre de un S-70 durante una gran carena. Se observa que es sumamente complejo revisar sus distintos elementos para dejarlos plenamente operativos.

Las obras, que también se conocen como LEP (Life Extended Program), consisten un gran overhaul que se aplica en toda la nave, por lo que se requerirán al menos dos años –todo 2018 y 2019– para llevarlas a cabo y que, previsiblemente, el S-71 pueda volver al servicio activo en el primer semestre de 2020. Previamente al LEP, han tenido lugar una serie de actuaciones que han ampliado en un año el plazo aconsejable entre grandes carenas(7), habiendo previsto, según la planificación ahora conocida, actuar de igual forma en el S-73 antes de que complete su gran carena, entre 2020 y 2021, y en el S-74 previamente a los trabajos de revisión general que se desarrollarán entre 2023 y 2024. De esta forma, se podrán mantener 2 de ellos operativos y acompasar su uso con la paulatina recepción de los S-80 Plus.

Importante presupuesto

La importante cantidad económica ya autorizada para la gran carena, que sumada para los 3 Galerna supondrá invertir un monto próximo a los 150 millones, que inicialmente no estaba programado gastar, va destinada a acometer unos trabajos técnicos en los que se repasa toda la nave y sus distintos componentes. En un proceso de desmontaje de equipos que normalmente no quedan accesibles en las revisiones y varadas de mantenimiento que se realizan periódicamente tras los distintos periodos de operatividad. Se aprovecha entonces para abordar determinadas tareas preventivas y correctivas de mayor alcance, que variarán en función de equipos, uso y otros factores.

foto: Se dispone de un simulador de adiestramiento táctico del S-80 que incluye la configuración de las consolas que se instalarán y el periscopio optrónico que embarcará.

El desmontaje de distintos elementos del casco hidrodinámico –el que está situado encima del resistente– facilita el acceso para realizar una inspección exhaustiva de este último, tomar datos sobre su espesor en diversos puntos y comprobar el estado de diferentes elementos asociados a la seguridad en navegación y, sobre todo, en inmersión. Asimismo, se lleva a cabo la sustitución de componentes, sistemas o piezas que puedan haber entrado en obsolescencia tecnológica o que se tenga ya programado reemplazar, aprovechando también para hacer cambios de aquellas que, tras su inspección, presenten anomalías o averías que así lo aconsejen.

Aplicados esos procesos, se acomete entonces el ensamblaje de todo aquello que haya sido desmontado para su validación decapado y posterior pintado en el clásico tono negro de todo el navío. Al final, se dedican varias semanas a lo que son las pruebas en seco, que se realizan a cubierto en la zona de gradas, a las pruebas a flote que suelen realizarse en los muelles de Navantia y a diferentes validaciones de navegación en el mar, todo para comprobar que el estado es satisfactorio al 100 por ciento, que todo funciona correctamente y que se garantiza la máxima seguridad de la operación del submarino y de quienes conforman su tripulación.

En algunos casos, que no parece ser el que ahora tiene lugar, se ha aprovechado para introducir nuevos equipos y modernizar las capacidades en diferentes áreas, un proceso que, al ser abierto, va ejecutándose tan pronto como se detecta una deficiencia y se dispone de la capacidad que permita soslayarla. Para acabar, y como punto final, en 2030 se concretará un momento especialmente interesante en lo que se refiere a la capacidad del Arma Submarina de la Armada y su proyección futura.

foto: Los S-70, de los cuáles ahora hay 3 operativos, van a ser sometidos a una revisión general para darles unos años más de vida y que mantengan todo su potencial de combate.

La retirada de los S-70 y la obtención de los S-80 Plus generará una masa crítica de submarinistas y un punto de conocimiento técnico/profesional industrial que no debe dejarse perder, siendo lo más aconsejable, para permitir también la evolución de las capacidades de Navantia y de la industria naval asociada, avanzar entonces hacia otro nuevo reto. Sería óptimo abordar el programa relativo al S-90, un navío que podría ser diseñado y producido aprovechando el actual esfuerzo y rentabilizando unas inversiones y capacidad que no es fácil de obtener y que sólo unos pocos países tienen hoy.

Revista Defensa nº 479, marzo 2018


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