Los satélites espías militares de Estados Unidos: ojos en el cielo
J.A.M., 9 de septiembre de 2022
Desde la primera batalla en la Tierra siempre se ha querido saber qué había “más allá de la colina”. Esta es una historia de desafíos tecnológicos y lucha por la información que ha contribuido a forjar los últimos sesenta años y que, actualmente, condiciona la guerra en Ucrania, pero vista desde el punto de vista de la principal potencia militar del planeta: Estados Unidos. En 1958 despegaba, a lomos de un cohete Thor, el primer satélite KH-1 de Estados Unidos (designación que se dio a los satélites espía ópticos, por Key Hole, agujero de cerradura), dentro del programa de emergencia Corona. En 1961 vendrían otros más sofisticados y en 1962 el primero de inteligencia de señales electrónicas (SIGINT). La información de los KH serviría a Kennedy para ganar la mano a Kruschev en la crisis de Cuba. Con el paso del tiempo se descubrió, con la superior resolución de los siguientes satélites, que se podía saber el estado de las cosechas de un adversario y hacerle presión si fuera necesario. Esta es la historia de los satélites espía de Estados Unidos.
Toda historia tiene un comienzo, y el que nos ocupa se inició en 1946, a un año tras la rendición de la Alemania nazi. Werner Von Braun, el principal impulsor de los cohetes balísticos germano, fue capturado. En uno de los interrogatorios preliminares, el científico habló a los estadounidenses por primera vez de desarrollar satélites espía que permitiesen saber qué había al otro lado. Como con tantos otros desarrollos...
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