El combate antiaéreo en Ucrania: de las bombas planeadoras a los F-16
Fernando Fuster, 14 de septiembre de 2024
Una de los aspectos que mejor definen a los generales victoriosos es su capacidad para comprender el campo de batalla al que se enfrentan. En Ucrania, la guerra es esencialmente terrestre, siendo escasa la influencia del combate naval. Sin embargo, lo que sí puede tener importancia es la superioridad en el aire, algo que la Doctrina de la OTAN considera como requisito esencial en las operaciones ofensivas.
En los primeros días de la invasión rusa, en febrero de 2022, se daba prácticamente por descontado que las Fuerzas Aeroespaciales rusas, las VKS (Vozdushno-kosmicheskiye sili), se iban a hacer rápidamente con el control total del espacio aéreo. Pero eso no sucedió por dos razones.
La primera es que los sistemas antiaéreos en general han mejorado mucho en los últimos 30 años –en paralelo al desarrollo de la electrónica y la informática–, lo que dificulta notablemente las incursiones aéreas en territorio del adversario, especialmente si no se tiene una buena capacidad de interferencia o Supresión de Defensas Antiaéreas Enemigas (SEAD), lo que ha sido el caso.
La segunda razón es que Ucrania disponía de bastantes sistemas antiaéreos al principio del conflicto, unas 60 baterías, muchas de las cuales sobrevivieron a la supresión inicial de esas defensas, en especial las más de 30 baterías de misiles S-300, de origen soviético, algunas de ellas modernizadas.
Eso forzó a los pilotos rusos a volar a muy baja cota constituyendo en la práctica una trampa mortal, pues las Fuerzas Armadas de Ucrania (FAU) habían recibido, poco antes de la...
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