A pesar del avance que supuso y de sus innegables cualidades aeronáuticas y de combate, el I-16/6 no acabó de gustar a los pilotos por el hecho de llevar cabina cerrada y porque consideraban que su armamento era claramente insuficiente para el tipo de lucha en la que este caza intervenía.
Como consecuencia de ello, el ingeniero Nikolai Polikarpov diseñó en 1937 una nueva versión denominada Tipo 10, en el cual introdujo mejoras con respecto al anterior.
Tenía idéntica estructura, dimensiones y construcción que el I-16/6, aunque la carena del motor estaba muy modificada y la capota de la cabina fue suprimida, conservando únicamente un simple parabrisas.
Recibió un nuevo motor, siempre derivado del original estadounidense Cyclone F-43, que en algunos aparatos era el M-25B de 750 CV. y en otros el R-1820 F-23 de 800 caballos, mientras que muchos de los construidos en España montaban el estadounidense. Tanto con uno como con otro motor, el I-16/10 alcanzaba una velocidad máxima de 464 km/h. a 3.000 m. de altura, a la que llegaba en subida vertical rapidísima.
Su armamento consistía en las dos ametralladoras de 7,7 mm. en los planos con 750 disparos cada una del I-16/6 y en otras dos de igual calibre en el capó, sincronizadas con el paso de la hélice, provistas de 500 disparos cada una.
A partir de finales de 1937 empezaron a recibirse en España los Supermosca alcanzando la cifra de 150 unidades a las que hay que sumar los 10 biplazas de enseñanza y los 30 monoplazas construidos en los talleres situados en Alicante. Después de la guerra se montaron en Jerez de la Frontera otros 15 I-16/10. Los aviones empleados durante la guerra estaban pilotados, en su inmensa mayoría, por españoles formados, primero en la URSS y en Francia y, después, en España.
Los aparatos de la Escuadrilla, mandada por Arias, contaban con instalación de oxígeno para poder alcanzar la altura de los Me-109 y combatirles.
Texto y dibujo: Juan Abellán
