Gaza, Líbano, Ucrania, Somalia… la guerra sigue presente en nuestro mundo y parece que seguirá acompañando a la humanidad. Si los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuye, cabe preguntarse si es posible pensar alternativas a la solución de la guerra, a una violencia armada exponencial. Urge en las Ciencias Sociales, a partir de las últimas décadas de terrorismo inédito, de las guerras de Siria, Ucrania e Israel y de los golpes de Estado que se suceden en África, reflexionar sobre la guerra con nuevas herramientas de análisis. Pensar en la guerra exige prioritariamente tratar de definirla.
Desde esta perspectiva, "La guerra perpetua" es un ensayo del catedrático Ángel Barahona, director del Departamento de Humanidades de la Universidad Francisco de Vitoria, que acaba de ser publicado. Analiza la violencia humana, con la depresión y el suicidio como notas significativas, y el por qué el hombre vuelve una y otra vez a caer en la espiral bélica, a la vez que explora caminos para la esperanza. Su tesis es muy clara: la historia tiene sentido y ésta se comprende desde el desarrollo de un drama en el que se combina la libertad del hombre con la presencia de Dios. Es significativo el hecho de que haya escogido estos dos libros para guiar su reflexión sobre el tema: uno es "Achever Clausewitz" de René Girard, y otro es "La guerre qui ne peut pas avoir lieu" de Jean-Pierre Dupuy.
Para el autor, la realidad actual es que no estamos preparados para la guerra, y esto es un acuerdo generalizado entre expertos en el tema. La guerra que ya está entre nosotros, aunque no está declarada formalmente más que en contados sitios, amenaza con extenderse más allá del control político que la pone en marcha. Quedó atrás la Guerra Fría entre dos bloques que dominaban el escenario geoestratégico. Como afirma, ahora las polarizaciones y las alianzas son, si cabe, más inestables y peligrosas. “Estamos ante el peor escenario imaginable posible: China, Rusia y el Estado islámico en sus diferentes versiones, han decidido iniciar la revancha, la venganza anticolonial, y sacar a la luz sus complejos imperialistas contra Occidente”.
Explica que la prepotencia y la ceguera occidental y el desinterés por su papel en este momento de la historia, distraído en diatribas internas, partidistas y personalistas de democracias débiles e inestables, anuncian un futuro incierto. Las preguntas que trata de compartir con el lector es por qué la hostilidad guerrera ha sido un hecho constatable, permanente a lo largo de la historia de la humanidad, y si podemos sospechar que lo seguirá siendo; por qué la actividad política se muestra impotente para parar la presumible escalada a los extremos; por qué en un mundo consciente de la posibilidad de una destrucción mutua asegurada siguen cerniéndose sobre la humanidad las amenazas de una guerra nuclear; por qué parece que las alianzas entre facciones son más exigentes y tienden a un compromiso sin retorno con la guerra; y si existe alguna posibilidad de revertir esta tendencia, su hay alguna alternativa a la guerra que no sea la destrucción de todas las cosas.
Esta obra es una original y aguda reflexión sobre la guerra, desde Troya hasta Napoleón, de la Primera Guerra Mundial a los enfrentamientos actuales en Israel. Está dividido en dos partes, y al final Barahona dedica algunos capítulos al libro del Apocalipsis, esta vez guiado por las escrituras hebreas y cristianas, así como por la filosofía de la historia, para demostrar que la esperanza puede encontrarse donde menos se la espera. La obra es interesante porque ahonda en los orígenes antropológicos de la guerra sin perder nunca de vista la actualidad geopolítica. (Gabriel Cortina)
Ficha técnica:
La guerra perpetua
Ángel Barahona
Ediciones Encuentro
212 páginas