En 2014, tras la anexión rusa de Crimea, la cumbre de Gales de la OTAN concluyó con el compromiso de los países miembros de incrementar en diez años sus presupuestos de defensa hasta el 2 por ciento del PIB y destinar una quinta parte de ese gasto a inversiones. Pocas naciones, menos aún España, avanzaron entonces en ese compromiso. Ha sido el belicismo de Rusia en Ucrania el acicate para que, al fin, en Europa se anuncien incrementos presupuestarios reales. El 1 de marzo el canciller alemán, Olaf Scholz, confirmó el incremento al 2 por ciento y la creación de un fondo especial de 100.000 millones de euros para su Ministerio de Defensa y otros países europeos, sobre todo los nórdicos y los limítrofes a la zona de conflicto, anunciaron igualmente importantes aumentos.
A esta corriente se ha sumado finalmente España. Pedro Sánchez anunció la intención de subirlo desde el actual 1,4 hasta el 2 por ciento, pero sin especificar el plazo. Ese 1,4 por ciento de partida podría ser el porcentaje de gasto en Defensa sobre el PIB calculado para 2020 por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). Sin embargo, no resulta realista, siendo más preciso citar el 1 o 1,2 por ciento según los cálculos OTAN. Es decir, los aproximadamente 7.000 millones de euros que deberían sumarse, según Sánchez, a Defensa en 2024, son más bien 12.000 millones. En cualquier caso, antes de que acabe la legislatura, en 2023, el Gobierno deberá haberse comprometido de forma seria con este refuerzo de la asignación que prácticamente supondría duplicar el presupuesto en lo que queda de ella.
Además, no se ha especificado el plazo, que en el caso del compromiso de Gales recordemos expiraba en 2024, objetivo totalmente irrealizable si no es recurriendo al maquillaje financiero. Se podría dar el caso de que se incorporaran al presupuesto otras partidas financiadas por Industria, como las de los principales programas industriales, las misiones internacionales costeadas por Exteriores o incluso partidas de la Guardia Civil (un cuerpo militar) desde Interior. En cualquier caso, se abren dos horizontes temporales ante los cuales deberemos estar atentos para valorar la firmeza del compromiso del presidente del Gobierno.
El primero es la cumbre de la OTAN de Madrid en junio, que debía centrarse en la importancia del frente Sur y que ahora estará condicionada por la actualidad del Este. Y, más adelante, en septiembre, con la presentación e inicio de negociación de los próximos presupuestos generales del Estado, donde podremos ver la honradez y magnitud del compromiso. En esa fase será clave el apoyo perdido por el presidente de sus socios de Gobierno (independentistas y de izquierda), manifiestamente contrarios al incremento de esta partida, pero también el mayoritario apoyo que debería recibir desde la oposición.
De significarse contrario a la inversión en Defensa e incluso al propio Ministerio hace ocho años, Sánchez ha pasado a comprometerse, como el resto de líderes europeos, consciente de que la seguridad de la UE es responsabilidad de todos sus miembros. Esperemos que para cuando llegue la negociación presupuestaria, la situación de guerra en Ucrania no lleve a España y al resto de socios europeos de vuelta al letargo e inconsistencia, esperando complacientes hasta una próxima crisis, en la que, de nuevo, descubriremos la necesidad de incrementar la inversión en Defensa.