José Mª Treviño
Almirante Armada Española
Remontamos esta crónica a los inicios de las singladuras de la Revista que amablemente recoge estas letras, en el año de gracia de 1978, cuando la Marina de Guerra, que tal era la denominación de la corporación en la que ingresé con mi promoción en 1965, poco o muy poco se parecía a la actual Armada Española, ni por los buques ni por el personal, que alcanzaba las 60.000 personas, civiles incluidos. Los años setenta habían sido la década de la ilusión, en lo que a engrandecimiento de la Lista Oficial de Buques se refiere. Una siempre generosa US Navy en cesión de buques ya veteranos había transferido a España cinco destructores de la clase FRAM (Fleet Rehabilitation and Modernization), conjuntamente con cuatro submarinos oceánicos de la clase GUPPY (Greater Underwater Propulsion Programm), todos ellos veteranos de la II Guerra Mundial, y cuatro dragaminas oceánicos o MSO de la Clase “Guadalete”. En guerra anfibia, la generosidad de la Marina norteamericana no había sido menor y así lo atestiguaban un buque tipo LSD (Landing Ship Dock), el “Galicia”, al que se unirían dos transportes anfibios, “Aragón” y “Castilla”, de la popular clase “Liberty”, tres buques de desembarco tipo LST (Landing Ship Tank) y tres menores LSM (Landing Ship Medium), haciendo así de la Marina Española la primera potencia naval europea en este campo.
No contentos con eso, uno de últimos ministros de Marina, el almirante Nieto Antúnez, auspició el Plan Naval, que permitiría la construcción y entrada en servicio en la misma década de los setenta de cinco modernísimas fragatas de la Clase Baleares, construidas en los astilleros ferrolanos de la Empresa Nacional Bazán, a imagen y semejanza de las Knox norteamericanas, denominadas DEG, introduciendo mejoras como el misil antiaéreo Standard. En lo que se refiere al Arma Submarina, que había pasado su Rubicón a comienzos de los setenta con un solo submarino operativo, el S-31, los astilleros de la EN Bazán, en su factoría de Cartagena, entregaban a la Armada cuatro modernos submarinos de diseño francés tipo Daphné, que constituirían la Serie 60 o Clase Delfín.
Tampoco hay que olvidar al Arma Aérea de la Armada, que había comenzado a resurgir de la extinta Aeronáutica Naval, sacrificada para crear el Ejército del Aire en 1939, al acabar la Guerra Civil. Así, cual ave fénix y con unos modestísimos helicópteros biplaza para adiestramiento Bell 47G, iniciaron su nueva andadura las alas de la Armada, que, gracias a la visión del entonces capitán de fragata Saturnino Suanzes de la Hidalga, incorporaría pronto los helicópteros antisubmarinos más avanzados del momento, los Sikorsky SH-3D Sea King, construyéndose un helipuerto en la Base Naval de Rota, entonces bajo pabellón norteamericano, en virtud del Convenio de Ayuda para la Defensa Mutua, para ir incorporando poco a poco hasta siete escuadrillas de helicópteros y una de aviones de despegue vertical Harrier AV-8A Matador, que tendrían como plataforma naval a flote al veterano portaviones de escolta Dédalo (ex USS Cabot), que daría un magnífico servicio durante dos décadas, hasta su reemplazo por el portaviones Príncipe de Asturias, en 1988.
Por si lo anteriormente relatado fuese poco, el último ministro de Marina, almirante Pascual Pery Junquera, Medalla Naval Individual, consiguió que el entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suarez, firmase en 1977 la orden de ejecución del PLANGENAR (Plan General de la Armada), que sería la base del futuro Grupo de Combate, formado por el Sea Control Ship o portaaviones Príncipe de Asturias, inicialmente conocido como Almirante Carrero Blanco, en recuerdo del primer promotor de una potente fuerza aeronaval y que fue tristemente asesinado por la banda terrorista ETA en 1973. Al portaaviones se le unirían inicialmente tres PF o Patrol Frigates, según la denominación norteamericana, de la Clase Oliver Hazard Perry (FFG-7), que serían, al igual que el portaaviones, construidas en los astilleros ferrolanos de Bazán, incrementándose posteriormente este número con una cuarta unidad, Reina Sofía, para rematar la serie con la quinta, Navarra, y sexta, Canarias.
Así, la Armada vertebrada a imagen y semejanza de la poderosa US Navy, disponía hace treinta años de más medio centenar de buques de superficie, entre los que hay que incluir, los escoltas compuestos por la 11ª Escuadrilla de Destructores, con cinco buques de la Clase Churruca (FRAM), la 21ª Escuadrilla de Destructores con cinco de la Clase Lepanto, la 31ª Escuadrilla de Fragatas compuesta por cinco Baleares, la 41ª Escuadrilla de Corbetas con cuatro unidades de la Clase Atrevida, que, aunque habían sido modernizadas, gracias a la Ley 32/71 ya tenían su relevo en gradas de la factoría cartagenera de la EN Bazán con la Clase Descubierta (F 31), que en número de ocho deberían entrar en servicio a finales de los setenta, si bien las dos últimas, Centinela y Serviola serían vendidas a Egipto, a cambio de la promesa de construir dos fragatas FFG más. Pero no acaba aquí la lista de escoltas, pues había cinco destructores de construcción española todavía en activo, los Oquendo (D 41), Roger de Lauria (D 42) y Marqués de la Ensenada (D 43), a los que se unían los más pequeños Álava (D 52) y Liniers (D 51), junto con el reconvertido cañonero en fragata Vicente Yáñez Pinzón (F 41), único superviviente de la 51ª Escuadrilla. En total, el entonces existente Mando de Escoltas podía poner en batería un total de 70 cañones de calibre 127 mm. y 30 de calibre 76 mm., con un notable potencial de tiro, no sólo en la mar, sino también sobre costa y apoyo de fuego naval.
El Mando Anfibio
El Mando Anfibio, bajo un contralmirante, contaba con los buques Aragón (TA 11), Castilla (TA 21), Galicia (TA 31), Velasco (L 11), Martín Álvarez (L 12) y Conde del Venadito (L 13), pudiendo transportar un total de 3.000 infantes de Marina, 75 carros de combate M-48, amén de casi un centenar de embarcaciones de desembarco y 12 helicópteros pesados tipo Sea King, es decir, a una brigada de Infantería de Marina al completo con todos sus apoyos. A los veteranos Aragón y Castilla les reemplazarían en 1980 los también transportes Francis Marion y Paul Revere, que adoptarían los mismos nombres de sus antecesores. Pero una Fuerza Anfibia no sirve para nada si no cuenta con una de Desembarco a bordo y, al finalizar la década de los setenta, España tenía la primera Infantería de Marina de Europa, pues totalizaba 10.000 efectivos repartidos en una brigada, el Tercio de Armada (TEAR), que al mando de un general de brigada contaba con unos 3.000 hombres, divididos en las agrupaciones de Desembarco, Apoyo de Combate y Apoyo Logístico, mandadas todas ellas por coroneles del Cuerpo, a los que hay que sumarles tres tercios departamentales, en Ferrol (Norte), Cádiz (Sur) y Cartagena (Levante), más una Agrupación en Madrid y otra en Canarias, bajo el mando de coroneles, al igual que la Escuela de Aplicación de Infantería de Marina ubicada en San Fernando, junto al Tercio de Armada.
La situación del Arma Submarina también era excelente, pues de las cinco unidades recibidas de Estados Unidos y que constituían la Serie 30, se mantenían cuatro en activo, teniendo la quinta en reserva, estando además previsto su relevo por cuatro de diseño francés del tipo Agosta, de la Serie 70 o Clase Galerna, que se sumarían a los cuatro en servicio ya citados de la Clase Delfín o Serie 60. Todos ellos se ubicaban en Cartagena, en una Base de Submarinos que había sufrido una total modernización en los años setenta para acoger a las nuevas unidades, con remodeladas instalaciones para la carga de baterías, una flamante Escuela de Submarinos con toda clase de simuladores, Cuartel de Marinería a estrenar y un moderno edificio para las dotaciones.
La Fuerza de Medidas Contra Minas (MCM), ubicada en Palma de Mallorca, había recibido un notable impulso, igualmente, pues a los doce dragaminas costeros MSC de origen estadounidense transferidos en los años sesenta se unieron cuatro cazaminas oceánicos MSO de la también norteamericana Clase Agressive, que incorporaban un excelente sonar de caza de minas, el SQQ-14, ampliando así las posibilidades de la Flotilla de MCM, que hasta ahora se había limitado al rastreo mecánico, magnético y acústico de las minas. Al mando de un capitán de navío del Cuerpo General de la Armada, tenía su base en la Estación Naval de Porto Pi, en la Bahía de Palma, que había sido totalmente remozada y modernizada para dar cabida a los doce buques, que, entre cazaminas y dragaminas, componían la Flotilla. Como dato anecdótico, hay que señalar que, también a finales de los setenta, el yate real Fortuna fue ubicado en esta base naval por seguridad.
En el ámbito de las Fuerzas de Vigilancia Marítima (FUVIMAR), como se las conocía, existían dos series de modernos patrulleros de diseño alemán que, exceptuando al cabeza de ellas, fueron construidos en los astilleros de la EN Bazán en San Fernando, la clase Lazaga, diseño de los astilleros Lürssen alemanes y similares a los Reshef israelíes, conocidos en la Armada como los patrulleros de bola, en referencia al domo del radar del sistema de combate Hollandse Signaal M-20. Estos magníficos buques que, en número de seis, fueron entregados a la Armada estaban concebidos para llevar misiles antibuque Exocet o Harpoon, pero a algún ocurrente del Estado Mayor de la Armada le nació la luminosa idea de no instalarlos, eliminando además dos de sus cuatro motores principales, para darle cabida a otros tantos tanques de combustible, aumentando así su autonomía como patrulleros, sacrificando a cambio su velocidad. Es decir, cambió su carácter claramente ofensivo por el de lento patrullero costero, un nada afortunado trueque que provocó su temprano desguace, antes de cumplir los veinte años de servicio.
Los seis patrulleros ligeros de la Clase Barceló fueron igualmente diseñados por los astilleros de Lürssen, que entregó el primero de ellos para que, posteriormente, los de San Fernando construyeran los cinco restantes. A estos les ocurrió algo parecido a lo de sus hermanos mayores, pues, de los 34 nudos originales de diseño, apenas daban 20, debido al sobrepeso de la construcción y pertrechos añadidos. No se paró aquí la actividad de los astilleros gaditanos de la EN Bazán, pues con diseño propio, a comienzos de los ochenta, se entregarían diez patrulleros de la clase Anaga, conocidos popularmente como los tacañones, en alusión a los personajes de un famoso concurso televisivo y porque estos buques de 300 ton. estaban equipados con lo mínimo imprescindible. Los 22 patrulleros así descritos fueron diseminados por toda la geografía nacional, uniéndoseles seis dragaminas costeros MSC que fueron habilitados para estos fines y a una docena de lanchas que ejercían de guardapescas, vigilando el mar territorial español. De esta forma, los tenientes de navío tenían en estos buques su primer e ilusionante mando de mar.
En esta década también se incrementó y modernizó lo que podíamos considerar la Marina Científica, que totalizaba seis unidades, dos buques oceanográficos de la Clase Malaspina, de 1.090 ton., y cuatro menores de la Clase Castor, de 383 ton., dedicados al levantamiento de cartas de navegación y portulanos, entre otros cometidos, dependientes todos ellos del prestigioso Instituto Hidrográfico, con sede en Cádiz.
El cambio de organización de la Armada
En el ámbito de la organización, también cualquier parecido con la actualidad es pura coincidencia. Algún maledicente dijo alguna vez que, cuando no hay dinero, los almirantes se dedican a cambiar la uniformidad o la organización. Así, en 1978, la estructura era geográfica, con los tres departamentos marítimos históricos, con sede en Ferrol, San Fernando y Cartagena, y una Comandancia General en las Palmas, más dos sectores navales en Barcelona y Palma de Mallorca, 25 comandancias de Marina y 71 ayudantías repartidas por toda la costa y que llevaban la presencia de la Armada a la población civil. De esta organización geográfica, que trataba de cubrir toda la costa y mares circundantes, se pasó a comienzos del siglo XXI a una funcional, de acuerdo con los nuevos conceptos introducidos por el Ministerio de Defensa en los ejércitos en Cuartel General, Fuerza y Apoyo a la Fuerza.
Esto, traducido al lenguaje ordinario, quería decir que por imperativo político desaparecían las capitanías generales que durante tres siglos llevaron el control de sus respectivos espacios marítimos naturales, que eran la Zona Marítima del Mediterráneo, con sede en Cartagena; la del Estrecho, desde la frontera con Portugal hasta el Cabo de Gata, comprendiendo todo el Mar de Alborán y los estratégicos accesos al Estrecho de Gibraltar, con sede en San Fernando; y la Zona Marítima del Cantábrico, con sede en Ferrol y jurisdicción desde la frontera de Portugal en el Miño hasta la de Francia. Por último, la de Canarias abarcaba toda la Zona Económica Exclusiva de las Islas.
El autor de estas líneas nunca llegó a entender la desaparición de estas jurisdicciones por razones no operativas, ya que todas las grandes marinas del mundo tienen zonas que coinciden con los océanos que bañan sus costas. Así, Francia cuenta con un almirante como comandante en jefe del Mediterráneo (CECMED) y otro del Atlántico (CECLANT), Estados Unidos tiene un comandante en jefe del Pacífico (CINCPAC), etc. Se podía haber defendido al menos dos almirantes en la costa, uno para el Atlántico y otro para el Mediterráneo, pero no fue así y todos pasaron a Madrid, excepto el de la Flota, que tiene su sede en Rota. Dos años más tarde, cuando ocurrió el desastre del Prestige, las circunstancias dieron la razón a los que defendían la organización por zonas marítimas, pues desde la Capitanía General de Ferrol, que aún no había sido cerrada, su último inquilino, el almirante Rapallo Comendador, llevó a cabo la dirección de todas las operaciones de limpieza en la costa de su jurisdicción, auxiliado por su Estado Mayor con toda eficacia. Hoy día, los ferrolanos de pro siguen sin entender porqué el bello edificio en piedra de la Capitanía General, ubicado en una de las mejores zonas del casco histórico, frente al Parador Nacional, sigue cerrado.
Algo parecido ocurrió con el edificio de Capitanía General de San Fernando, ubicado asimismo en el centro del casco histórico de La Isla, que había sido hasta el último momento sede de la Jefatura de la Zona Marítima del Estrecho. Curiosamente, la única protesta por su cierre partió de la autoridad municipal, que no quería que su ciudad perdiese la categoría que le daba el ser sede de una Capitanía General, por lo que propuso sin éxito que la Jefatura del Cuartel Marítimo de Alta Disponibilidad (HRF(M)HQ), recién creado, se trasladase a ese edificio, para de esta forma eliminar la imagen de todo un símbolo para el pueblo, cerrado a cal y canto. Aún habrían de pasar ocho largos años hasta que la Comandancia General de la Infantería de Marina se desplazase, en una discutida decisión por parte del Cuerpo, del Cuartel General de la Armada en Madrid hacia la Isla de León, para ocupar la clausurada Capitanía General de San Fernando. Tan sólo Cartagena tuvo la satisfacción de mantener el bello edificio de las Puertas de Murcia abierto, si bien su inquilino perdería toda relación con su anterior cometido de la Zona Marítima del Mediterráneo, para convertirse en la sede del almirante de Acción Marítima, aunque en la milenaria ciudad fundada por el cartaginés Asdrúbal se le siga conociendo como el capitán general.
La enseñanza
Esta borrasca de cambios orgánicos también afectó a la enseñanza a comienzos del siglo XXI y, así, las escuelas de Especialidades, llenas de tradición y buen hacer, fueron desapareciendo una a una con gran dolor de los que orgullosamente portaban en su pecho el distintivo de la especialidad correspondiente. De esa forma, los artilleros vieron como de su querido San Fernando se llevaban la Escuela de Tiro, primero a Cartagena para crear allí la Escuela de Armas (EARMA), junto con la de Armas Submarinas, que, a su vez, se había trasladado en su día desde la bonita bahía de Sóller hasta la tranquila Estación Naval de la Algameca, para perder definitivamente el sol Mediterráneo, y ubicarse –tanto artilleros como torpedistas y ministas– en las instalaciones de la ría de Ferrol que acogían a la moderna Escuela de Máquinas ESEPA, transformada ahora en Escuela de Especialidades Antonio de Escaño, instalaciones a las que también irían los especialistas en comunicaciones, electrónica y electricidad, tras el cierre en Vigo de la Escuela de Electricidad y Electrónica (ETEA), que también levantó ampollas, pues se abandonaban sin un motivo determinante unas magníficas instalaciones en un paraje privilegiado en la Base Naval de Ríos, en la ría de Vigo, perdiéndose un importante banderín de enganche de marinería en una zona fuertemente industrializada y donde además existía una excelente conexión con la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicaciones.
Curiosamente, se mantuvo en Ferrol una Escuela en la Estación Naval de La Graña, que requería una fuerte inversión en infraestructura para mantener un mínimo de decoro en sus viejas y deterioradas instalaciones, así la ESENGRA, que tal es el acrónimo de esta segunda escuela ferrolana, acogería a las especialidades de maniobra, señaleros y aprovisionamiento, que hubieran tenido amplia cabida en Vigo y sin haber gastado un solo euro.
En el campo de los tan discutidos traslados escolásticos no puede quedar fuera del tintero el cierre de la Escuela de Infantería de Marina en San Fernando, donde estaba perfectamente ubicada, al lado del Tercio de Armada y todos sus alumnos podían hacer las prácticas correspondientes sin gastar un céntimo de las siempre escasas dietas. Esta vez el traslado fue a Cartagena, a la Estación Naval de la Algameca, quizás para compensar la pérdida de la Escuela de Armas, pero sin ocupar sus instalaciones, realizándose un macro proyecto de infraestructura que daría nacimiento a la Escuela de Infantería de Marina General Albacete y Fúster, que está a punto de finalizar las obras comenzadas hace ocho años.
La presencia de la Armada en la costa no escapó incólume a todos estos cambios geográficos y la escasez de personal que quería ir voluntario a servir en la Marina hizo que, a finales de los noventa, y en coincidencia con el boom económico, se tomasen medidas drásticas con objeto de que la marinería superviviente a la precipitada desaparición del Servicio Militar Obligatorio, fuese a los buques, cuyas dotaciones se encontraban en el mejor de los casos al 75 por ciento. Así desaparecieron las 71 ayudantías de Marina y 6 de las Comandancias, cambiando las supervivientes su nombre por el de Comandancia Naval, quedando prácticamente vacías de contenido, medios y personal, con lo cual la recluta de voluntarios se hizo todavía más difícil, ya que cada local de la Armada cerrado en la costa era un banderín de enganche menos y para ver a un marinero de uniforme había que desplazarse prácticamente a Ferrol, San Fernando y Cartagena, lugares donde ya se había llegado a la saturación del enganche, especialmente en Cartagena, donde la industria demandaba toda la mano de obra joven.
La organización final de la Armada quedaría lista en el año 2009, al pasar al mando del almirante de la Flota todo lo que es considerado Fuerza, estructurándose en tres ramas: Acción Naval, Acción Marítima e Infantería de Marina. La Acción Naval, al mando de un vicealmirante, comprende todo lo que se consideraba con anterioridad Flota, es decir la dos escuadrillas de escoltas supervivientes, la 31ª con sede en Ferrol y la 41ª basada en Rota, el portaviones y los buques anfibios, todos ellos igualmente ubicados en Rota junto con la Flotilla de Aeronaves, más la Flotilla de Submarinos en Cartagena. El resto de los buques están bajo la jurisdicción del Almirante de Acción Marítima, un vicealmirante que tiene su Cuartel General en la Capitanía de Cartagena. La Fuerza de Infantería de Marina al completo, Brigada, tercios y agrupaciones, tiene dependencia orgánica del comandante general de Infantería de Marina (COMGEIM), recientemente ubicado en la Capitanía de San Fernando y del que dependen los dos generales de brigada del Cuerpo, el comandante del Tercio de Armada en San Fernando y el de la Fuerza de Protección, recientemente trasladado a la Estación Naval de la Algameca, en Cartagena.
Los años de sequía
Si bien los años setenta fueron años de vacas gordas, con la entrada en servicio de nuevas construcciones, fragatas y submarinos y la compra a Estados Unidos de un buen número de buques en un estado aceptable, veinte años más tarde el panorama se había invertido. La Armada ya no tenía ministro de Marina y esa falta de peso en el Consejo de Ministros se haría notar por la falta de planes navales, pues las partidas destinadas a inversiones en nuevas construcciones no llegaban para cubrir las bajas de las unidades más veteranas. Así, a comienzos de los noventa, se habían desguazado los trece destructores con que contaba la Armada, por lo que toda la potencia de fuego naval antes citada, con sus setenta cañones de 127 mm., capaces de realizar un efectivo fuego de apoyo naval, se quedaba reducido a la ridícula cifra de cinco, de las fragatas clase Baleares, si bien un optimista Plan Altamar, de 1989, preveía la construcción de quince de las clases F 100 y F 110, contemplando la sustitución no sólo de las bajas de destructores, sino también de las cinco Baleares. La crisis económica que sacudió a España en los años 91-92 y los efectos reminiscentes hizo que esa cifra se redujera a las cuatro F 100 de la Clase Álvaro de Bazán, actualmente en servicio, añadiéndose en la legislatura 2004-08 una quinta, Cristóbal Colón, pendiente de entrar en servicio.
Otro tanto ocurrió con los submarinos. El autor del Plan Altamar prácticamente firmó la sentencia de muerte de la Flotilla de Submarinos, pues, si bien los cuatro de la Clase GUPPY habían sido sustituidos por los cuatro Galerna, de la Serie 70, la prioridad para reemplazar a los cuatro Delfín de la Serie 60 era nula y el resultado es el que padece el Arma actualmente, con tan sólo cuatro unidades en la actualidad, de las que el Siroco no puede hacer inmersión, al no haber realizado la gran carena reglamentaria por falta de fondos, el Mistral está a punto de entrar en un período de inmovilización prolongado de un año, quedando tan sólo el Galerna y el Tramontana operativos, siempre que no les corresponda un período de mantenimiento. La orden de ejecución del siempre pospuesto programa de la Serie 80 fue finalmente dada en septiembre de 2003 por un ministro cartagenero, Trillo Figueroa, que supo ver la importancia de este buque en la Guerra Naval y, paralelamente, el peso de la carga de trabajo para los astilleros de Navantia en Cartagena, que habían acometido la construcción de dos submarinos de la Clase Scorpene para Chile y otros tantos para Malasia.
En la guerra anfibia las cosas fueron mejor y, después de la baja del veterano Galicia (TA 31), en 1987, la Armada perdió la capacidad de asalto anfibio, y no fue hasta el año 1998, con el nuevo Galicia (L 51), del tipo LPD, cuando la recuperaría. A este se uniría dos años más tarde el Castilla (L 52), con una serie de mejoras en el diseño y con más capacidad en medios CIS para actuar de buque de mando. Los tres primitivos LST de la Clase Terrebone Parish fueron sustituidos a mediados de los noventa por sólo dos LST, también de origen norteamericano, de la Clase Newport, los Hernán Cortés (L 41) y Pizarro (L 42), de los que el primero ya ha sido baja y el segundo lo será en cuanto entre en servicio el nuevo buque de proyección estratégica LHD Juan Carlos I, actualmente en fase de adiestramiento de su dotación.
En la Flotilla de Medidas Contra Minas, la reducción de efectivos se hizo igualmente notar, pues de los doce buques con que contaba se ha pasado a tan sólo seis, de un plan que preveía ocho y que no se quedó en cuatro gracias a la intervención del entonces Presidente de Murcia, Carlos Collado, que vio la poca carga de trabajo existente en los astilleros de Cartagena y tras un intento de quema por parte de los exaltados operarios de la Asamblea Regional, ubicada en la Ciudad Departamental, se amplió la serie a seis. Los cazaminas fueron un híbrido del diseño Sandown británico con un sonar norteamericano Raytheon SQQ-32, que dio bastantes problemas al principio.
Los patrulleros costeros
Pero lo que realmente ha sido doloroso ha sido la práctica desaparición de los patrulleros costeros, que en número de 40 han sido desguazados sin relevo. Así, las clases Lazaga (seis), Barceló (seis), Anaga (diez), Conejera (cuatro), más una serie de dragaminas habilitados como patrulleros y guardapescas, son ya historia, quedando como muestra dos pequeños costeros de 50 ton. con el casco en fibra de vidrio, Toralla y Formentor, que en su día fueron mandados por alféreces de navío. Estos recientes desguaces en masa han supuesto tristemente que los tenientes de navío ya no tengan la oportunidad de antaño de mandar un buque en su empleo.
En el ámbito de los patrulleros de altura, la situación es mejor, gracias a la incorporación de cinco de la seis corbetas clase Descubierta reconvertidas en patrulleros de altura, a las que, con un criterio discutible, se las degradó militarmente privándolas de su capacidad combativa, al retirársele los misiles Harpoon y Áspide, el sonar, torpedos, etc., dejando el cañón de 76 mm. y los de 40 mm. Con diseño propio, la EN Bazán concibió cuatro patrulleros de altura a comienzos de los noventa, que también cariñosamente fueron apodados como Super Tacañones, y que, gracias a sus 1.300 ton. de desplazamiento, ofrecían mejores condiciones de habitabilidad que los Anaga, pero también se escatimó en su armamento, dotándoseles de un cañón de 76 mm. procedente del desguace de buques de la Armada y careciendo del tan necesario helicóptero.
Actualmente, los Astilleros de Navantia en la Bahía de Cádiz se encuentran finalizando un programa de cuatro patrulleros de altura, denominados BAM (Buque de Acción Marítima), del que el primero, Meteoro (P 41), ya ha sido entregado y el último, Tornado (P 44), fue botado el 21 de marzo de este año, estando los otros dos, Rayo (P42) y Relámpago (P 43), en diversas fases de armamento. La Armada había expresado la necesidad de contar con al menos 16 patrulleros del tipo BAM para paliar los desguaces mencionados y sustituir a las corbetas de la Clase Atrevida, en su último tercio de vida, pero de momento lo único que hay es la orden de realizar un estudio en cuatro meses, contados a partir del 19 de marzo de 2011, para un proyecto de construcción de cinco buques, de los que tres serían patrulleros, uno de investigación oceanográfica –para sustituir al antiguo remolcador Las Palmas– y otro de salvamento y rescate, para reemplazar al veterano Neptuno, que actualmente realiza esos cometidos.
En otro aspecto en el que se ha mejorado y mucho es en el de buques logísticos, habiéndose pasado del único petrolero con que contaba la Flota en los años 70, el Teide, primero a uno más moderno, bautizado Marqués de la Ensenada, que entró en servicio en 1991, desarrollando un magnífico papel en solitario hasta la entrada en servicio del magnífico buque logístico AOR Patiño, en 1995, al que se ha unido recientemente el también AOR Cantabria, si bien presenta la mejora con respecto al anterior de contar con un doble casco, cumpliendo todas las normas internacionales para prevenir la contaminación marítima MARPOL.
Conclusiones
En los viejos libros de Historia se decía que el Imperio le vino a España por la mar y cuando sus gobernantes volvieron la espalda a la mar, perdieron el Imperio. La Armada Española es hoy en números la tercera parte de lo que era en los años setenta, contando con unos 22.000 efectivos humanos y la Flota se ha visto reducida a tan sólo dos escuadrillas de fragatas, de las cinco con que llegó a contar. Bien es cierto que sus barcos son de primera línea, pero no poseen el don de la ubicuidad y, si nos comparamos con las naciones de nuestro entorno, el número de escoltas debería estar en torno a quince. En el tema de los submarinos hemos vuelto tristemente a la época del S Treinta único, en este caso Setenta y único, cuando en el año 2000 llegó a tener ocho operativos y, concretamente en el mes de febrero, siete de ellos en la mar y el octavo listo en puerto. Bien es cierto que hay un programa de submarinos en marcha, el S-80, pero no es menos cierto que ya acumula un retraso preocupante y sólo contempla cuatro unidades, cuando el número mínimo para poder mantener en permanencia uno en patrulla en el Atlántico y otro en el Mediterráneo es de seis.
El Arma Aérea de la Armada se encuentra en una situación de futuro incierto, al no estar prevista la adquisición de aviones de despegue vertical V/STOL que remplacen a los Harrier de la 9ª Escuadrilla, que tienen una vida operativa hasta 2020. En el ámbito de los helicópteros el panorama es aún más sombrío, pues en los últimos diez años sólo se han adquirido seis helicópteros SH-60B de segunda mano, fallando estrepitosamente el programa de adquisición del NH-90 para la Armada, pues el comprador no se asesoró bien y adquirió la versión no navalizada, es decir sin rotor plegable y una preparación especial anticorrosión, entre otras características. Los viejos Sea King siguen volando pero sobrepasar los cuarenta años de vida activa no es recomendable.
A pesar de todo lo anterior, el material humano con que cuenta la Armada, sigue cumpliendo a diario las misiones encomendadas y ahí tenemos a la Infantería de Marina, que ha estado presente en todos los conflictos calientes de la OTAN. De la misma forma que los pilotos vuelan en todo tiempo y las dotaciones de los buques navegan por los siete mares, combatiendo a los piratas, cuando se les deja, y dejando siempre bien alto el pabellón rojo y gualda de nuestra Patria, España.
Pies según aparecen
-L 61 “Juan Carlos I”.
-Submarino “Delfin” S 61.
-Sikorsky SH-3D “Sea King”.
-Un AV-8S "Matador" sobrevolando el portaaviones "Dédalo".
-Patrullero de altura “Descubierta” (P 75), ex F 31.
-Las fragatas de F 81 Santa Maria y F 84 Reina Sofia en el muelle de los astilleros Navantia-Cádiz (oto Julio Maíz).
-“Centinela”.
-Submarino “Galerna” (S 71).
-El cabeza de la serie, “Anaga” (P 21), en Cartagena.
-Submarino "Tramontana".
-F 101 “Álvaro de Bazán”.
-“Harrier” en la cubierta del “Príncipe de Asturas”.
-El “Marqués de la Ensenada” (A 11) visto por la proa.
-F 104 "Mendez Nuñez" engalanada, atracada en el muelle de Vigo para la entrega de su bandera de combate, el 18 julio 2010.