En el artículo publicado en la edición de marzo de la revista Defensa, “El conflicto de Ucrania: Guerra Mundial o Guerra Fría (2 ª parte)”, se señalaba que uno de los problemas que impiden avanzar en el camino de la negociación era el carácter y talante de los máximos dignatarios ruso y ucraniano. Putin es un viejo y frio dirigente, inflexible e implacable al estilo de la más ortodoxa tradición soviética; Zelenski un joven e histriónico líder, original actor elevado a los altares para erigirse en exultante salvador de la civilización occidental.
Consideramos que se trata de una cuestión muy cierta; por ello suscribimos y tomamos prestado un párrafo de aquel trabajo: «Otro de los factores que nos hace ser pesimistas respecto al cese de hostilidades es el liderazgo mesiánico de ambos bandos. Considerarse un “elegido” constituye una sensación muy potente, adictiva e irrenunciable. Tanto el ruso Putin, como el ucraniano Zelenski parecen sentirse tocados por el destino para ocupar un puesto en la historia como héroes y salvadores de su nación.
Putin se considera Zar de un emergente imperio paneslavo que debería dominar Eurasia. Zelenski comenzó siendo el héroe del nacionalismo ucraniano pero, poco a poco, se ha erigido y autoproclamado paladín mundial de la democracia y baluarte de Occidente. El problema es que los líderes mesiánicos experimentan un insaciable anhelo de pasar a la historia, se consideran a sí mismos omniscientes e infalibles, lo que les impide valorar la realidad y medir las consecuencias de sus acciones».
El caso es que mientras ambos sigan dirigiendo el destino de sus países y ejerciendo el mando supremo de las respectivas Fuerzas Armadas, la negociación es imposible y el riesgo de una mayor escalada una realidad muy cierta y cercana. Por ello hay opiniones, más o menos serias, más menos conspiranoicas, que comienzan a apuntar hacia la posibilidad de una intervención quirúrgica: amputar el miembro para evitar la extensión de la gangrena.
Estancamiento y desgaste
En el momento presente – salvo colosal sorpresa – no parece que vaya a producirse una fulgurante resolución del conflicto con la aplastante victoria de uno de los bandos. Los frentes se han estabilizado y fortificado, cualquier avance – por minúsculo que se sea – se salda con un elevado coste, tanto en bajas como en consumo de recursos.
La esperada y ultra anunciada ofensiva ucraniana no acaba de llegar. Por una parte Ucrania se enfrenta a serios problemas de personal (sus posibilidades de movilización están cerca del límite) y por otra los recursos – incluso con la ayuda occidental – no son inagotables. En tal sentido se manifestó hace unos días el general polaco Raimund Andrzejczak: “Simplemente no tenemos más munición. Nuestra industria no está preparada para enviar material a Ucrania y mantener nuestras cada vez más mermadas reservas”.
En definitiva no está claro cuándo, cómo y con qué va a producirse la ofensiva y menos parece que ésta vaya a convertirse en un remozado episodio de “Blitzkrieg” que en dos días lleve a las fuerzas ucranianas a tomar Sebastopol.
Rusia, por su parte, ni siquiera parece tener intención de organizar grandes operaciones ofensivas y según todos los indicios se conformaría con mantener y consolidar el terreno conquistado, donde gracias al apoyo de la población afín no tiene grandes problemas para mantener el control. Además, en las actuales circunstancias, el Krenlim podría dar por concluida su “Operación Militar Especial” anotándose un tanto, pues sin duda no sería nada difícil presentar como éxito la anexión de unos vastos y estratégicos territorios que garantizan el enlace terrestre con Crimea.
El camino a la negociación
Por una parte el estancamiento y desgaste constituyen factores positivos para una hipotética negociación pero, por otra, los actuales líderes – que se odian muy profunda y sinceramente - no parecen estar dispuestos a dar su brazo a torcer y sentarse a negociar; por lo tanto alguien sobra…En este contexto debemos señalar el reciente ataque con drones al Krenlim sobre el que conviene hacer algunas consideraciones teniendo en cuenta dos posibilidades: una que, efectivamente, haya sido un atentado fallido orquestado por Kiev o dos que se trate de una operación de falsa bandera auspiciada por Moscú.
Opción Kiev: Ucrania, por razones obvias, tendría enorme interés en liquidar a Putin. Por una parte quedaría claro que el poder de Kiev tiene largos tentáculos golpeando a Rusia en el mismísimo corazón del país: el emblemático Kremlin. En segundo lugar, descabezar al gobierno ruso provocaría una segura y radical reacción. Pero mucho cuidado que ésta podría ser a mejor con un beneficioso y copernicano giro hacia la paz o a peor con una escalada sin límites que podría encender el polvorín nuclear.
Opción Moscú: Si consideramos la posibilidad de una operación de falsa bandera, también habremos de considerar que ésta ha de tener un objetivo. Pues bien, ha sido el expresidente ruso Dimitri Medvedev el que, a través de un mensaje en Telegram, podría haber aclarado el asunto: "Después del atentado terrorista de hoy, no hay otra opción que la eliminación física de Zelenski y de su camarilla". El presunto ataque a Putin se podrá emplear – como ya ha hecho Medvedev – para usar el argumento de una singular versión de “legítima defensa” o, cuando menos, buscar bíblico amparo y justificación en la Ley del Talión: “ojo por ojo, diente por diente”,
Romeo debe morir
Cerramos con una metafórica referencia al mundo del cine mencionando a otro ilustre polaco, el director de cine Andrzej Bartkowiak y su película titulada “Romeo debe morir”; todo ello a la espera de que el tiempo nos desvelé quién será – si es que lo hay - el Romeo del conflicto que nos ocupa.