Por José Luis Masegosa Carrillo*
Hace unas semanas el semanario liberal The Economist cargaba contra la política minimalista del presidente Obama en Oriente Medio. Responsabilizaba a la“Obama´s do-little policy” del avance del Estado Islámico en Siria e Irak después de abandonar a su suerte a los rebeldes moderados sirios en 2013 y 2014. Peor aún, la coalición puesta en marcha en el verano de 2014 para frenar la marea yihadista ha fracasado: prueba de ello son las banderas negras que ondean en la ciudad romana de Palmira (Siria) y en Ramadi, a 100 kilómetros de Bagdad.El repliegue de las tropas norteamericanas ha creado un vacío de poder que aviva la violencia y engendra más desorden en la región. No existe estrategia y todo empeorará si el presidente Obama mantiene el rumbo. Oriente Medio necesita desesperadamente un compromiso firme y activo de Estados Unidos. Para The Economist, Washington no solamente tiene el poder, también posee intereses formidables merecedores de protección en la región.
Hace dos décadas estaríamos ante un análisis inmaculado. No es el caso en la actualidad. Por un lado, Oriente Medio ha perdido parte de su valor estratégico para la seguridad de Estados Unidos. En 1979, el año en que el presidente Jimmy Carter declaró el Golfo Pérsico parte del interés nacional, los Estados Unidos importaban el 50% del petróleo de esa región y querían contener a los soviéticos en Afganistán. En 2015, los Estados Unidos se encaminan hacia la autosuficiencia gracias a la revolución energética del “fracking”, la técnica de fracturación hidráulica que permite extraer hidrocarburos atrapados en rocas. La independencia energética permite políticas alternativas a las intervencionistas de antaño.
Por otro, el poder militar norteamericano no ha pacificado Oriente Medio. Los sucesores de Carter asumieron una doctrina que embarcó a los Estados Unidos en una serie de guerras e intervenciones militares en la región (Guerras del Golfo, Libia, Sudán, Irak, Afganistán) para proteger la seguridad energética de Estados Unidos y determinar inútilmente el curso de los acontecimientos del Gran Oriente Medio. Los americanos abandonaron Irak en 2011 y se retirarán pronto de Afganistán. Pero la guerra continúa en Irak, Siria, Afganistán, Libia o Yemen.
Para el historiador militar Andrew Bacevih, Estados Unidos ha fracasado porque no ha entendido que el centro de gravedad del conflicto en el Gran Oriente Medio radica en la destreza para influenciar y ganar a la población civil y no tanto en la capacidad para matar adversarios, algo que Estados Unidos sabe hacer bien. En este sentido el poder blando norteamericano se apuntará un tanto si la apuesta diplomática de la negociación con Irán, en la que el presidente Obama ha empleado una buena parte de su capital político, zanja el conflicto nuclear. Después del preacuerdo alcanzado el 2 de abril, la probabilidad del acuerdo definitivo es considerable aunque las partes negociarán más allá del plazo del 30 de junio.
En clave interna, las intervenciones militares congregan cada vez menos adeptos en Estados Unidos, una circunstancia particularmente relevante a menos de dos años de las elecciones presidenciales. Según Ian Bremmer, los votantes jóvenes (entre 18 y 44 años) se identifican mayormente con políticas menos beligerantes mientras que los mayores de 60 años todavía aceptan que Washington se comporte como una superpotencia mundial.
¿Quién podría ocupar el lugar de Estados Unidos en la región?
Oriente Medio es vital para el desarrollo económico de China a la que suministra más del 50% del petróleo que importa. Además, el presidente chino Xi Jimping necesita estabilizar la región para sacar adelante su proyecto estrella, la nueva ruta de la seda (“One belt and One Road”), un plan de inversiones astronómicas en infraestructuras de transporte para conectar mejor a China con sus suministradores de materias primas en Oriente Medio y África y con los consumidores de sus productos en Europa. El transporte de mercancías, entre 20 y 40 días en la actualidad, se reducirá a 10 una vez construidas las infraestructuras previstas. Existe un pequeño problema. Los corredores marítimos y terrestres de la Nueva Ruta de la Seda cruzan el Gran Oriente Medio.
En un debate organizado por ESADE el 23 de junio pasado el Doctor Wang Tao de la Universidad de Tsinghua indicaba que Oriente Medio constituye un terreno propicio para la cooperación entre China y Estados Unidos. La estabilización de la región es un interés compartido. De hecho, el gobierno chino está revisando su política de no intervención y no interferencia en los asuntos internos de otros estados a la vista de los riesgos geopolíticos que enfrentan las crecientes inversiones chinas y sus trabajadores en el extranjero, especialmente en África y Oriente Medio. Por tanto, el Dr. Tao no excluye el estrechamiento de la cooperación militar con Estados Unidos para combatir al Estado Islámico.
Sin embargo, la situación actual en el terreno dicta mucho de esas expectativas. Pekín parece cómoda con una situación en la que Estados Unidos asume el coste y el riesgo de las intervenciones militares en las zonas calientes del planeta, incluyendo Oriente Medio. La posición oficial es que Pekín rechaza desafiar la hegemonía de Estados Unidos en la región. Washington reprocha el oportunismo de China que se beneficia de la seguridad americana sin contrapartida alguna mientras se rearma para competir por la supremacía militar en el sudeste asiático.
Por tanto, la cooperación militar entre las dos potencias para acabar con DAESH se antoja improbable a corto plazo. Es significativa la ausencia del Estado Islámico del largo comunicado de prensa del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre los resultados de la séptima ronda del Diálogo Estratégico Estados Unidos – China celebrado esta semana en Washington. En ausencia de liderazgo internacional sólido para solventar los numerosos problemas que acechan a la región, el desorden, caos e inestabilidad prevalecerán en Oriente Medio en los próximos meses y años.
*José Luis Masegosa Carrillo / @lamiradaoriente / Blog: La mirada a Oriente