Para mayor y más preocupante abundamiento y sin haber resuelto la anterior incógnita, ya se proclama el advenimiento de un nuevo y muy peligroso misterio; el que lleva semanas anunciándose como inminente y apócrifo ataque a la central nuclear de Zaporiyia. Todo ello unos días antes de la anunciada cumbre de la OTAN que tendrá lugar en Vilna (Lituania) los próximos días once y doce de julio.
La ofensiva ucraniana
Tras muchos meses de pregonadas intenciones, el pasado cuatro de junio comenzó la esperadísima ofensiva. Dos días después la presa de Nova Kahovka saltaba por los aires inundando, río abajo, las riberas del Dniepper (al igual que ocurrió con el gasoducto Nord Stream, se dispararon cruzadas y disparadas acusaciones sobre la autoría y objetivo de la voladura). El caso es que anegado el curso del rio el área quedaba impracticable lo que obligaba – o, según se mire, permitía – concentrar los esfuerzos en el sector noreste: Zaporiyia, Donetsk y Lungansk.
La artillería es un elemento clave en la estrategia defensiva rusa, en la imagen un obús autopropulsado 2S3 Akatsiya con capacidad para lanzar granadas guiadas 2K25 Krasnopol
El verano pasado, Kiev lanzó, con notable éxito, una ofensiva que le permitió recuperar vastos territorios en las zonas de Kiev, Jarkov y Jerson. Sin embargo en esta ocasión, transcurrido un mes de intensos combates, el frente apenas se ha movido. Mientras hace un año los avances ucranianos se medían en kilómetros ahora se miden en metros; mientras que el verano pasado las pérdidas eran mínimas, ahora son enormes.
Sin embargo, a pesar de los muy modestos resultados, la viceministra de Defensa ucraniana Hanna Malyar anunciaba y celebraba que se habían liberado “hasta siete pueblos” y que sus fuerzas habían avanzado "entre 250 y 700 metros" en dirección a la ciudad de Bajmut. Los siete pueblos son asentamientos de pequeña entidad que, situados en la línea de confrontación, quedaron prácticamente desiertos tiempo ha y, por otra parte, un avance de 700 metros tampoco puede considerarse un gran triunfo.
El análisis de estas declaraciones nos lleva a pensar que la Sra Malyar o bien sabe poco de operaciones militares o bien necesita vender humo o ambas cosas. Los muy limitados – por no decir pírricos – éxitos de la ofensiva ucraniana se pueden explicar por varias causas entre las cuales debemos destacar dos: la publicidad de los planes ucranianos y la sólida organización defensiva rusa.
En septiembre pasado, Zelenski, henchido de desbordante optimismo, compareció ante la Asamblea General de Naciones Unidas efectuando la siguiente afirmación: “Podemos devolver la bandera ucraniana a todo nuestro territorio. Podemos hacerlo con la fuerza de las armas, pero necesitamos tiempo”. Unos meses después, a principios del año 2023, se anunciaba a bombo y platillo una nueva operación militar que debería comenzar en primavera y que cosecharía iguales o mayores éxitos que la ofensiva estival del año anterior. Inmediatamente propios y extraños comenzaron a hacerse eco de cuando, como y donde deberían desarrollarse las nuevas operaciones.
A modo de ejemplo podemos citar un anterior artículo (Un año de Guerra en Ucrania, causas, operaciones: posverdad o posmentira[1]) publicado en marzo donde ya se anticipaba que “con las expectativas de nuevos envíos de un material militar que crece en cantidad y calidad, Ucrania podría lanzar una ofensiva desde Zaporiyia en dirección sur con el objetivo de alcanzar la costa del mar de Azov en la zona de Melitopol partiendo en dos la zona bajo control ruso. Posteriormente, una vez divididas las unidades RFL, trataría de reconquistar todo el Dombás y – según el propio Zelenski – la campaña culminaría con la recuperación de Crimea”. El caso es que las operaciones se están ejecutando tal cual se anunciaron, siguiendo un plan que – al menos en sus líneas generales – es públicamente conocido.
En estas circunstancias, los rusos, que - como todo el mundo - conocen los planes, han tenido tiempo para organizar sus líneas con defensas y fortificaciones de todo tipo (campos de minas, obstáculos contra-carro, posiciones de tiro, búnkeres…). También era bien sabido que Kiev planeaba romper el frente ruso mediante ataques combinados de unidades acorazadas y mecanizadas, confiando en la superioridad de los medios suministrados por occidente (en particular los tanques alemanes Leopard y los vehículos de combate de infantería estadounidenses Bradley).
Sin embargo la experiencia ha demostrado que estos medios no son invulnerables. Los defensores rusos han hecho acopio de armamento especialmente diseñado para neutralizar carros de combate y vehículos blindados de todo tipo; entre estos sistemas de armas podemos citar la granada guiada 2K25 Krasnopol, el dron suicida Lancet o el helicóptero de ataque Ka-52 Alligator. Si el año pasado los rusos cometieron enormes errores de cálculo que se saldaron con terribles pérdidas, parece que ahora son las fuerzas ucranianas las que, pecando de un exceso de confianza, realizan arriesgadas operaciones con muy limitados logros y pérdidas no menos terribles.
La central nuclear de Zaporiyia
La central nuclear de Zaporiyia fue uno de los primeros objetivos de la invasión rusa; así, el cuatro de marzo de 2022, la estratégica infraestructura cayó en manos de las tropas del Kremlin. Desde entonces los rumores sobre ataques y los augurios sobre desastres no han dejado de sucederse. En la actual coyuntura, con la ofensiva ucraniana en curso y la cumbre de la OTAN a la vuelta de la esquina, parece que se vuelve a dar una vuelta de tuerca.
Soldados rusos mantienen por el momento el control de la central nuclear de Zaporiyia
Los rusos, que ya han dado orden de desalojo, afirman que, ante la falta de resultados en la ofensiva, Zelenski planea un inminente ataque a la central; en el otro lado los ucranianos alertan que es el propio Putin el que ha dado orden de volar la central al igual que hizo con los gasoductos Nord-Stream y con la presa de Nova Kahovka.
Si la central volará o no por los aires constituye una dantesca incógnita sobre la cual haremos dos supuestos con la sincera esperanza de no acertar en ninguno de ellos. Ambas hipótesis se encuentran íntimamente ligadas al desarrollo de la ofensiva en los próximos días y se efectúan sobre el conocido paradigma estratégico del “"cui prodest scelus, is fecit" (aquel a quien aprovecha el crimen es quien lo ha cometido):
¿Podrían los ucranianos bombardear la central?
Pues sería una barbaridad, pero en el caso de que los resultados de la ofensiva sigan siendo pobres y el desgaste deviniese inasumible, un desastre nuclear en el área permitiría justificar la paralización de las operaciones sin reconocer su fracaso.
¿Podrían los rusos volar la central?
Pues la barbaridad sería idéntica, pero en el caso de que el frente se quebrará provocando el colapso de la defensa, un desastre nuclear en el área paralizaría las operaciones evitando una penetración en profundidad de las tropas ucranianas.
La cumbre de la OTAN
Afirmar que Ucrania va a ser el principal tema de debate y preocupación en la cumbre de la OTAN resulta una obviedad. Según algunos analistas, Zelenski, para seguir contando con el total apoyo de sus aliados occidentales, necesitaría presentar resultados tangibles que indicarán la cercana claudicación de Rusia. Teniendo en cuenta que tan solo faltan unos días para la cumbre, parece poco probable que estos éxitos vayan a producirse en tan corto plazo.
En esta coyuntura, la situación se torna especialmente delicada pues si la batalla convencional se percibe estancada, ambos bandos podrían considerar la apocalíptica alternativa del desastre nuclear en Zaporiyia como única salida. Un ataque de falsa bandera a la central podría convertirse en pavoroso pero inapelable evento para demonizar – aún más si cabe – al irreconciliable y desalmado enemigo y apelar a la unidad de Occidente contra Rusia o viceversa. El caso es que la cumbre de la OTAN constituye una peligrosa e inmejorable ocasión para mandar avisos o llamar la atención, y tanto va el cántaro a la fuente…