Creada por Real Decreto del rey Alfonso XIII de 17 de febrero de 1915, el Arma Submarina de la Armada española ha cumplido cien años con una flota menor a la de que aquellos 4 sumergibles que aquel lejano año se autorizó comprar con cargo a los presupuestos generales. El Arma Submarina ha vivido a lo largo de estos cien años etapas de prosperidad –en los treinta llegó a sumar una flota de 16 sumergibles– y de dura escasez, el signo de los tiempos actuales.
De gran importancia para la defensa del país, ha contado a lo largo de su historia con 44 unidades. Hoy sólo 3, con base en el Arsenal Militar de Cartagena, están activos. Tras la última baja, la del Siroco, que sucedió a la de los submarinos de la Clase Delfín, de la actual flota, compuesta por el Galerna (S-71), el Mistral (S-73) y el Tramontana (S-74), sólo 2 están actualmente operativos, dado que este último se somete a una gran carena y no volverá al servicio hasta 2016. Esta serie data de los años ochenta y se encuentran, por lo tanto, prácticamente finalizando su vida operativa, si bien se les han incorporado sucesivas mejoras, que afectaron a sus cuadros eléctricos, al control de baterías, se les dotó de modernos equipos de guerra electrónica, de comunicaciones por satélite, de sonar remolcado y de periscopios de visión nocturna, entre otras actualizaciones.
El catastrófico escenario de una flota compuesta por solo 2 unidades, hasta la entrada en servicio del S-80, determinó la gran carena del Tramontana, que alargará su vida hasta 2019, a la vez que permitirá a la Armada española afrontar la transición a la nueva Clase con, al menos, 2 sumergibles operativos: el S-74 y el S-82. Contaba hace solo doce años con una flota de 8 y cabría preguntarse si parte de ella no se dio de baja prematuramente, consecuencia de las reducciones presupuestarias, o por la necesidad de haber articulado un mejor plan de transición hasta la llegada de los S-80, teniendo en cuenta que la flota resultante habría de soportar un escenario en el que debe preverse la entrada de un sumergible en gran carena o mantenimiento y otro en adiestramiento o reparación.
Así, como bien señala el comandante del Arma Submarina, capitán de Navío José Sierra, en los últimos años un reto importante que ha tenido que afrontar ha sido la paulatina disminución de unidades que, junto con la consecuente reducción de personal, ha requerido una significativa adaptación de los medios y apoyo con los que cuenta la Base y la Escuela de Submarinos y el mantenimiento, en estos años de dura escasez, del mismo espíritu de discreta abnegación y sacrificio de sus miembros, presente a lo largo de estos cien años. El futuro está hoy puesto en el S-80, un programa no exento de dificultades, debido a la gran innovación tecnológica que acomete, un diseño nacional que supone un gran reto tecnológico, reconducido tras los problemas de control de peso y que tiene prevista la entrega de la primera unidad a partir de 2018. Sobre ellos se asienta un futuro esperanzador para el Arma Submarina, que ponga fin al duro presente.