El secretario de Defensa estadounidense, Ashton Carter, anunció el pasado martes que la solicitud de presupuesto para 2017 de la administración Obama incluirá finalmente una partida para mantener en servicio el avión de ataque a tierra A-10. De esta manera este avión especializado se mantendrá en servicio al menos hasta 2022, cuando está previsto que los escuadrones que ahora están dotados de A-10 comiencen a recibir los F-35.
El anuncio se produce después de una intensa campaña de apoyo por parte de importantes políticos estadounidenses, como el senador John McCain o la congresista por Arizona Martha McSally, antigua piloto de combate estadounidense que operó el A-10 sobre Irak o Kuwait. A pesar de su veteranía, el avión, conocido oficialmente como Thunderbolt II y apodado Warthog (jabalí) es aún insustituible como avión de apoyo a tierra (Close Air Support o CAS), de ahí que se haya labrado una gran reputación dando cobertura en este tipo de operaciones. Su diseño se remonta a los años setenta y combina la capacidad de volar lento y bajo sobre la zona de operaciones con la de portar gran cantidad de armamento y soportar daños severos, características que no han sido igualadas hasta ahora.
La llegada del Joint Strike Fighter (JSF) F-35 Lightning II de Lockheed Martin puso sobre la mesa el proceso de retirada del Warthog con el pretexto de ahorrar miles de millones de dólares, sin embargo el A-10 se sigue valorando como elemento clave para apoyar las acciones contra el Estado Islámico/Daesh en Oriente Medio y elemento disuasorio contra los medios terrestres de Rusia en Europa o frente a Corea del Norte.
Para los defensores de este avión, no existe actualmente ninguna otra aeronave que pueda realizar las misiones del A-10, ni si quiera el F-35 cuando llegue a reemplazarlo, de ahí que haya muchas voces que reclamen la modernización y su mantenimiento más allá de la llegada del F-35. (José Mª Navarro García)
Fotografía: Un A-10 armado hasta los dientes vuela sobre Alemania (USAF)
